martes, 3 de julio de 2012

Seminario cultural

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Antonio Machado



Artetipos
#66

Portada, Leonel Maciel pintando



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Leonel Maciel, pintor

Efrén Galván     

Ser bipolar no es para mí, necesariamente, una desventaja, más bien puede ser una gran virtud; este término -déjenme plantearlo así-, proviene de la calificación, o mejor dicho, de la descalificación del juicio -más bien del prejuicio-, de muchos que viven (o vivimos) en la media de los mediocres, de los tibios, o más bien de los aburridos. De los que le temen al cambio, los que le temen a los extremos, proviene de los que se alejan del  dolor y por tanto, le temen también al riesgo implícito que contiene el placer. De los que deciden instalarse en una vida gris y burocrática, que le temen a lo inesperado, a las subidas no medidas o planeadas, y por supuesto, a las escalofriantes bajadas. Los que se apegan a la seguridad en todos los sentidos: Finalmente los que prefieren en una feria, los caballitos, el carrusel, que la montaña rusa .Y  que por tanto viven una vida de hueva, la verdad.
          En estos términos Leonel es bipolar. Leonel acepta y se enfrenta a  los extremos, es más, los provoca, los busca o mejor dicho, le caen encima; acepta el dolor y la soledad, pero también busca y procura la compañía, la amistad, y por supuesto el placer y la fiesta, acepta el riesgo del placer. Leonel opta por el cambio, el proceso, lo inesperado, lo incierto. La vida para él no es una partitura o un guion, él prefiere la improvisación, sin ensayos, aunque, también es rígido en su vida y en su trabajo plástico... o mejor dicho, es terco.
          Todos los sentidos los ejercita a diario, pero lo suyo, lo suyo… es el café (negro),  la comida (toda), el sexo (opuesto), y por supuesto la pintura.
          Pero Leonel es pintor por casualidad (¿o destino?) de cualquier manera, él no lo buscó, no le tocaba, no le interesaba ser pintor. Él nace en el rancho La Soledad, pesca en el rio, duerme en palapa, sigue en directo el ritmo de la naturaleza, sin electricidad, ni agua caliente, sin escuelas, sin radio o televisión (¿como pa´qué?)  No necesita más, tiene toda la naturaleza como jardín. Una madre (rígida, severa e infinitamente tierna... por dentro) que le enseña a leer y a escribir. Un papá campesino, que le muestra cómo se vive amistosamente con la naturaleza y sin quererlo, cómo disfrutar profundamente la fiesta. ¿Qué más se puede pedir? ¿Para mi?, nada.
          Pero la vida le juega una mala y muy buena pasada; por angas o por mangas llega (todavía niño) a la capital más grande del mundo (el DF), y se apantalla, se deslumbra, se lamparea como conejo y con mucha razón, la ciudad la padece profundamente, sí... y al mismo tiempo, también  la disfruta, y tal vez la disfruta y aprovecha mucho, mucho más que la padece, vive o sobre-vive de milagro y vendiendo por la noche dibujos eróticos en las calles del centro histórico, o afuera del Teatro Tíboli. Se forma académicamente sí, pero su propia historia lo templa, le enseña y lo entrena mucho más, y mejor que la academia.
          Tal vez por todo esto Leonel (disfruta y sufre) pintando, (sufre y disfruta) viviendo. Tal vez por esto, vive como vive. Sin pareja (permanente) sin celular, sin carro, sin computadora, sin internet, y demás aparatos tecnológicos (lo cual para muchos, es totalmente imposible e inaudito)... Disfruta y sufre como Neanderthal, pintando en su cueva-casa, caballos, comida, mujeres, diablos- brujos. O cocinando para sus amigos, sin receta fija, un exquisito "cuche-relleno", relleno de todo, incluyendo el dolor, sí... pero principalmente, relleno de placer.




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Siguiendo las huellas de Lowry
                                          Alfredo Cabildo

      En 2011 el Instituto de Cultura de Morelos puso en circulación un libro titulado Archivo Lowry. Firmado por Raúl Ortiz y Ortiz quien fuera traductor de Bajo el volcán. Sin duda, está destinado a convertirse en una pieza clave para todos los seguidores de la obra de Malcolm Lowry, que en nuestro país, y en otras latitudes, se cuentan ya por legiones.
            Podríamos comenzar con la pregunta: ¿Qué es el Archivo Lowry? A lo que puede responderse de las siguientes maneras: una novela biográfica, un rompecabezas literario, una investigación documental, un homenaje a su principal traductor al español, que nos muestra el resultado de su dedicación al autor inglés durante más de cincuenta años… Y de verdad es la combinación de esto y algunas cosas más, todo gracias a las virtudes de la edición.
 Es necesario también prevenir al lector de que no se trata de un material que pueda ser asimilado de una sola vez o de manera sencilla, pues las partes que lo componen dan nuevos puntos de partida cada vez que uno lee sus páginas, de manera que al ir comprendiendo poco a poco el mecanismo del libro, nos vamos sumergiendo placenteramente en la diversidad de materiales escritos y visuales que nos muestran aspectos poco estudiados de Malcolm Lowry.
            Una somera descripción de su contenido y un breve análisis del mismo servirán, sin duda, para que aquellos fanáticos lowryanos que aún no cuentan con un ejemplar, puedan percibir la importancia y el gran aporte que significa esta edición para una mejor comprensión de una de las obras más importantes en la narrativa del siglo XX, sobre todo en lo que toca a nuestro país,  la colosal novela Bajo el volcán.
Siguiendo una lectura lineal de las piezas que componen el Archivo Lowry, lo primero que encontramos es el cuento titulado “Bajo el volcán”, germen narrativo de la novela y que después ocupará el capítulo ocho de la misma. Este relato preludia una influencia que se extendería a un nivel insospechado a lo largo de las ediciones que se han hecho de la obra de Lowry. El cuento se originó, como gran parte de la obra de este autor, a partir de una circunstancia autobiográfica. En el año de 1936, después de un largo peregrinaje por lugares tan distantes entre sí como Bombay, Singapur, New York y Hollywood; llega Lowry a la ciudad de Cuernavaca. Se trata de un joven y brillante escritor que en ese entonces apenas empezaba a ser conocido en su país por su primera novela titulada Ultramarine. El rasgo autobiográfico constituye una de las claves más importantes para acercarnos a la obra del escritor inglés, ya que es enorme la importancia que tienen los elementos autorreferenciales en la obra de Lowry, para quien vida y literatura estaban siempre unidas. El mejor ejemplo de esto es el Cónsul, el personaje principal del cuento y la novela, ese ebrio quijotesco, extranjero y caído en desgracia, que es en buena medida el reflejo de su autor. Esta situación lleva a Lowry a encarnar la imagen del artista que vive y bebe para escribir, ya que como lo dice Juan García Ponce en un ensayo sobre su obra: “…Bajo el volcán es una de esas novelas estrictamente personales, que nos lleva a su creador de una manera inevitable”.
La siguiente parte del libro corresponde a una serie de manuscritos del autor inglés  y de algunas de las traducciones de Ortiz y Ortiz. Las imágenes del manuscrito mecanografiado y vuelto a corregir con múltiples cambios marcados por el traductor, denota una de las maneras en que se presenta el aspecto visual de este libro; así; no sólo vemos el capítulo nueve tachonado por el perfeccionismo del traductor, quien por cierto nos cuenta que corrigió su traducción en el Monasterio Benedictino de Santa María de la Resurrección en Morelos. También tenemos los manuscritos en los que está presente el Lowry viajero, representado en su grado más creativo, al que podemos ver en algunos ejemplos que se exponen en este apartado, como el menú sobre el que escribió y dibujó y que está descrito en una memorable página de su novela o algunas de sus notas con ideas para el final.
Encontramos en este libro una selección muy interesante de cartas, la primera de ellas la dirige el escritor a su abogado y resulta especialmente importante porque este texto está en el origen de la novela de Lowry titulada La mordida (inédita en español), en la que cuenta la desafortunada experiencia de su segundo viaje a México, acompañado de su esposa, quien también fue novelista, Margerie Bonner Lowry. De esta novela, en el Archivo Lowry  está reproducido el primer capítulo en su manuscrito original sobre el que trabajaron Ortiz y Ortiz y la viuda de Lowry varios años después. La inclusión de estos materiales añade otro punto de interés pues además contribuye a hacer más atractivo el aspecto visual del libro al permitirnos observar de manera directa el work in progres implícito en una obra de esta envergadura. Como queda de manifiesto en el título elegido por Lowry en esta novela, algunos de los aspectos que sobresalen son la prepotencia y corrupción de las autoridades mexicanas de las cuales el escritor fue víctima injustamente una y otra vez.
También se reproducen algunas cartas entre Margerie Lowry y Ortiz y Ortiz mediante las que se puede apreciar el inicio, florecimiento y maduración de una relación de amistad. Además, gracias a ellas nos enteramos del proceso de traducción y las dificultades para la publicación de Bajo el volcán
 A partir de la sección de entrevistas con Raúl Ortiz y Ortiz (hechas por Francis Marmande y Carlos Miranda), el Archivo Lowry se concentra cada vez más en la presencia y la labor del traductor. Se le puede ver con cierta cercanía y descubrir en él al hombre de letras, al melómano empedernido, al cinéfilo conocedor y al gran conversador que resulta ser Ortiz y Ortiz, por lo que podemos observar en sus respuestas. Así, no solo tenemos la impresión de acceder a su archivo, creado a través de años de paciente labor, sino también la de estar  asistiendo a uno de sus cursos o en su casa, pasando los ojos por su biblioteca y por las imágenes que ha coleccionado con devoción.
Complementan esta edición una bibliografía extensa de obras de Malcolm Lowry en una gran cantidad de traducciones, además de una bibliografía indirecta bastante nutrida y pertinente, encontramos también una cronología con algunos de los acontecimientos más importantes en la vida y obra del autor de Bajo el volcán.
Finalmente, hay que destacar el apartado dedicado a la iconografía, a través de cuyas imágenes podemos ver una especie de documental de la estancia de Lowry en Morelos. En especial llama mi atención una fotografía del autor en su primer viaje a Cuernavaca en la que aparece acompañado por su primera esposa Jan Gabrial. En esta foto me parece reconocer al personaje de Yvonne tal y como la describe Lowry en las páginas de su novela. También resultan atractivos los fotogramas tomados de la película que John Huston rodara en 1984 a partir de  Bajo el volcán, especialmente la fotografía del juego mecánico conocido como “martillo”, en el que se reconoce claramente “la máquina infernal” de la trama. Otras fotografías interesantes son las que muestran a Raúl Ortiz y Ortiz en Essex Inglaterra, frente al lugar donde el escritor tuvo su última casa llamada The white cottage y frente a su tumba, cual ferviente seguidor del culto lowryano.
 La publicación del Archivo Lowry es una ocasión de celebración para los lectores de este escritor. Aquí está a la mano un acercamiento múltiple al autor y a su traductor, a su vida y a su obra. Este libro abre nuevos caminos para acercarnos a su figura, que, por lo visto, no dejará de sorprendernos nunca.

                              

Archivo Lowry
Raúl Ortiz y Ortiz
Instituto de Cultura de Morelos
2011
288pp.




Lowry: viajero de sí mismo

Diana del Ángel

    La obra de Malcom Lowry se reinventa y actualiza con los años. Aunque es más conocido como novelista, también escribió poesía. Bajo el volcán (1947) atrajo pocos años después de su publicación el interés de la crítica y del público, de ahí que se considere su obra maestra. Como es bien sabido, esta novela fue inspirada por su estancia en México, particularmente en Cuernavaca, sin embargo muchos otros escritos también fueron concebidos en tierras mexicanas. Prueba de ello es México y otros infiernos, publicado en  la colección La Sombra del Viajero del Instituto de Cultura de Morelos. Como en números anteriores de la serie, este volumen destaca la íntima relación entre la escritura y el lugar que la suscita, pone de relieve el misterioso vínculo entre el autor y el espacio callado donde surge su palabra. La selección y traducción del libro estuvo a cargo del dramaturgo y novelista Juan Tovar, quien también nos ofrece un breve pero sustancioso prólogo para encaminarnos por un sendero poco conocido del universo lowryano.
Como apunta Juan Tovar, la visión de Lowry en Bajo el volcán no es la de un extranjero, “…sino el ser alucinado inmerso en la vivencia del paisaje, de la gente; en la extrañeza de irse reconociendo allí, en la barbarie…”. Este mismo enfoque es el que nos presentan varios de los poemas incluidos en el libro, es decir, la compenetración profunda entre el ser del escritor británico y las vivencias de la gente y del paisaje de Morelos y Oaxaca, regiones que lo marcaron significativamente. En “Muerte de un oaxaqueño”, uno de sus poemas más conocidos, vemos no sólo la identificación con el peón asesinado, sino una fuerte presencia del sentimiento de angustia y pena traducido en la aridez del paisaje: “Tanta es la pena de Dios / en la planicie de cactos / que lo oí llorar  ahí…”.
La lectura de los veinticinco poemas publicados da una idea del impacto que supuso para Lowry su paso por las ciudades mencionadas, ya que su acercamiento no fue el de un turista, sino el de un ser humano que se reconoce y se encuentra en una realidad aparentemente lejana de su origen. “Delirio en Veracruz”, “Treinta y cinco mezcales en Cuautla”, “Trueno sobre el Popocatépetl”, “En una iglesia mexicana”, “En la cárcel de Oaxaca” y “Xochitepec” son algunas de las huellas que nuestro país dejó en su itinerario poético.
La selección de los textos, nos dice el traductor, proviene de los Selected poems (1962), que a su vez es la cuarta parte del libro de poesía inacabado en el que Lowry trabajó durante varios años. “Gran poeta de la prosa, anda a tientas en el verso…” nos dice Juan Tovar al referirse a la factura de los poemas. Aunque éstos no son comparables con Bajo el volcán, cabe decir que, en tanto intención o esbozo, obedecen a la misma fuerza y necesidad creadora del viajero inglés.
“Para Bajo el volcán”, por ejemplo, es una larga y densa acumulación de sentimientos, emociones y escenas: “Un limón muerto: vieja con rebozo agazapada en el frío. / Un blanco pilón de sal y las moscas sobrevuelan / la mesa anaranjada…”. Más que un poema parecieran los fragmentos de un diario de apuntes. Otro texto relacionado con la novela es “Tras la publicación de Bajo el volcán”, donde el autor reniega del éxito obtenido: “La fama, como un borracho, consume la casa del alma”, dice para expresar otro de sus infiernos. Así, uno de los valores de esta edición estriba en la apertura que significa para los lectores de Lowry el conocimiento de otra faceta de su universo creativo.
Gracias a la experiencia de Juan Tovar como traductor de W. B. Yeats y Gerald Manley Hopkins, entre otros, las versiones de este libro son más que afortunadas. “He tratado de seguir en buen castellano la corriente de la conciencia del poeta, el hilo de su embriaguez, la sintaxis de su espíritu tortuoso y entrañable…”, advierte el dramaturgo mexicano en el prólogo. La edición es bilingüe, por lo que es posible cotejar la propuesta de Tovar con los textos originales; lo cual es otra virtud del libro. Aunado a ello, el criterio para la selección de los poemas, es decir, el viaje del escritor por nuestro país, también resulta atractivo para el lector, quien al sumergirse en los poemas emprende un viaje llevado por los ojos del novelista inglés.
México y otros infiernos se suma al esfuerzo loable del Instituto de Cultura de Morelos que; con la colaboración de Raúl Ortiz, traductor de Bajo el volcán; ha publicado recientemente el cuento homónimo de la novela y el Archivo Lowry (2011). Este tercer libro constituye un valioso material para los lectores del poeta que “…vivió de noche y bebió de día / y murió tocando el ukulele.”


México y otros infiernos
Malcom Lowry
Selección, traducción y prólogo de Juan Tovar
Instituto de Cultura de Morelos
2011
76 pp.




México y otros infiernos
Malcom Lowry 
Poemas 


Joseph Conrad

This wrestling, as of seamen with a storm
Wich flies to leeward –while they, united
In that chaos, turn, each on his nighted
Bunk, to dream of chaos again, or home-
The poet himself, struggling with the form
Of his colied work, knows; having requited
Sea-weariness with purpose, invited
What derricks of the soul plunge in his room.
Yet some mariner’s ferment in his blood
-Though truant heart will heart the iron travail
And song of ships that ride heir easting, down-
Sustains him to subdue or be subdued.
In sleep all night the grapples with a sail!
But words beyond the life of ships dream on.


Joseph Conrad

Este forcejeo, como de marinos con la tormenta
que vuela a sotavento –mientras ellos, unidos
en el caos, vuelven, cada uno en su litera
nochecida, a soñar en el caos, o en el hogar-
el poeta mismo, luchando con la forma
de su obra enroscada, lo conoce; pues ha pagado
con su propósito fatiga de océano, puesto en marcha
las grúas del alma que calan en su recinto.
Y todavía un fermento marinero en la sangre
-así quiera el corazón vagabundo oír el hierro
 y el canto de los barcos que toman rumbo al este-
lo sostiene porque venza o sea vencido.
Toda la noche, durmiendo, batalla con una vela;
pero más allá de la vida de los barcos, las palabras sueñan.

Selección, traducción y prólogo de Juan Tovar



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Lo que el diablo me dijo…
Ángel Armenta López

          Esa tarde salí de clase más temprano que de costumbre, me asomé a las jardineras fuera de la puerta de la universidad, no había nadie, nadie quien me pudiera rolar un toquesin, un tren, un algo. Necesitaba una buena dosis antes de ir a trabajar, soportar el calor del metro, sus empujones y contratiempos, lo estridente de los ambulantes y los discos pirata, y después de sobrevivir a toda aquella marea de estrés, llegar a cumplir mis ocho horas obligatorias de trabajo… sí, sí, pero no había nadie quien me rolara ese toque. Así que decidí despacharme solo, ir a ver al dealer del barrio y comprar un gallo armado; así que tomé camino y puse música a mis oídos, la tarde estaba calurosa, sudaba y caminaba. Doblé a la derecha, dos cuadras en línea recta, otra vez a la derecha, pasar por el puesto de carnitas, dvd´s, corbatas y plumas, enseguida los límites de la colonia guerrero, ya sabía cómo y por dónde caminar, sutil como gato de vecindad, seguir por la acera derecha hasta llegar a “la cueva” mi dealer vive en el cuarto número 23, así que me pasé como Juan por su casa, crucé los 57 medidores de luz, of course, todos con diablito.
          Subí las escaleras y toqué como se debe, con la señal de que vas por el vicio, tres veces y fuerte… nadie atendió; no dejé que la angustia me invadiera y mientras sudaba aún más, logré observar que algunos malandros de la vecindad ya me veían con la mirada pesada, y para ser sinceros, estar dentro de una vecindad en la Warrior, era de sudarse; así que como si nada, regresé la mirada a la puerta y toqué de nuevo, esta vez con más convicción, infortunadamente, nadie salía, y de los malandros de a poco sentía cómo planeaban algo en contra mía, tal vez eran los nervios, las ansias, qué chingados sé, pero empecé a sentir el estómago flojo, las piernas tambaleantes; los malandros -que eran como 4- desaparecieron de mi vista, y enseguida como impulso volví a tocar con la esperanza de que este cabrón abriera, cuando vi venir en bola y pica hielo en mano a estos compas la puerta de la nada se abrió, sin pensarla me avente pa´ dentro y cerré con seguro, respiré por fin.
         Cuando por fin me sentí a salvo, enseguida a mi mente vino el cómo fue que la puerta se abrió sin ayuda de nadie, y aún más, cómo fue posible que haya ocurrido en el momento exacto, por fin adentro.
Grité en voz bajita –Panchoooo- ; parecía la casa estar totalmente sola, jamás había llegado adentro cada vez que venía por mota, siempre recibía mi dotación en la puerta y salía tan rápido como entraba. Sabia que mi propio dealer podía hacérmela de tos estando adentro, pero todo era mejor que estar afuera, y quién sabe si pa´ contarla.
          El departamento era más pequeño de lo que se muestra por fuera, apenas lugar para un sillón rojo satinado que al sentarme expulsó polvo cual cancha de fútbol llanero, un comedor para dos personas, una televisión como de 80 pulgadas, claro, claro, el vicio deja. Apenas me di cuenta que el lugar se iluminaba por un triste foco de luz amarilla, las pocas ventanas obligaban al lugar a tener prendida la luz todo el día. La casa era adornada por un fuerte olor a… híjole, como a huevo pegado en la sartén, justo cuando dejaba que el olor fluyera, una persona  salió de la habitación: me quede frío, aunque parecía que él ya sabía que yo estaba ahí, salió directo a la cocina, abrió el refrigerador y trajo una manzana.Seguía pasmado, hasta donde yo estaba enterado, el Pancho sólo vivía con su madrecita. El tipo, con más de un metro ochenta, moreno, corpulento, de cabello y barba blanca y rala, todo de blanco y manta, sin decir nada se sentó a mi lado, me miró y soltó una risa que jugaba entre la ironía y la cortesía, yo lo primero que pensé fue en preguntar por el pinche Pancho, pero ni siquiera, puede terminar de decir la primera palabra cuando él ya me había contestado -no, él no está y tardará en llegar, así que ponte cómodo-, y me golpeó con su palma en la pierna izquierda, me quedé aún más frío. Sin que lo esperara, empezó a hablar, con un tono de voz que imponía, pero a la vez invitaba a seguir escuchando, y una lengua envolvente, tan pronto habló que lo seguí como serpiente embrujada, me dijo- tal vez me has visto antes, o seguro has oído hablar de mí, soy el diablo-. Por alguna razón ajena a la lógica, le creía, y es que su personalidad escapaba a toda imagen vulgar vertida sobre él, un aspecto de terrible condescendencia, sobriedad, una sonrisa que sólo él podría mostrarnos. - ¿Sabes?, abajo he de confesar que me aburro, de vez en vez, subo para visitar a los humanos; han dejado de reconocerme, pasan a mi lado, algunos, aún con cortesía sonríen y saludan, la otra mayoría, son un objeto andante, también te he de confesar que los humanos me han aburrido, la mayoría han perdido la medula de la vida, esa sangre que les hacia fluir como río en cause, buscando siempre la vida, ahora, los tiempos cambian entiendo, pero son un una repulsiva copia de la copia de la copia. Yo me mantenía atento a sus palabras, maravillado por su presencia temblaba y lo miraba a los ojos, que podrían describirse del color del desierto, y continuó.
       -Lo único en lo que ahora me refugio, es la música, ese lenguaje que es universal, como la comida, tú sabes, no importa donde estés, una pieza musical puede hacerte sonreír o llorar aún, cuando no has ido a clases en una academia, la música es la expresión más directa, entra por los oídos, y corre directo a tu corazón, casi sin darte cuenta, te enamoraste o sufres con alguna melodía, la emoción viaja mucho mas rápido que la razón, ¡ah!, querido amigo, la música es el mapa del alma, ¡escuchaste ya a Wagner? ¿Qué me dices de Paganini? Muchos aseguran que yo le concedí ese don de tocar con el alma, y sabes, he de confesar que muchas veces lo fui a ver tocar, pero jamás nos encaramos.
       Me pareció que me encontraba ante una figura enigmática, pero sutilmente bella, él, emotivo, continuo diciéndome: -La música, ha sido la creación más perfecta de Dios. No lo culpo de haberme arrojado del paraíso, en su caso, yo hubiera hecho lo mismo, pero tres veces más enfurecido el castigo; de igual forma siempre me han gustado sus formas. Con la charla el tiempo voló, me ofreció un trago de mezcal, y de forma súbita, me invitó a caminar, yo temía por los malandros de afuera, sin embargo, la noche había caído y la vecindad parecía inundada de oscuridad, puedo asegurar que toda la noche, lo único que hicimos fue hablar de música, nuestro itinerario era viajar por la historia de la música, hasta el amanecer, nunca me canse de oírle, y tuve la fortuna de memorizar, lo que el diablo me dijo…








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