Artetipos desde Cuernavaca, Morelos. México. #70
PORTADA
02
Lo que el Diablo me dijo…
FREE PUSSY RIOT
Ángel Armenta López
La música, así como las demás expresiones artísticas a
partir del siglo XVIII, pretenden cumplir con funciones sociales, culturales y
políticas; sinceramente, yo no lo creo necesario. Existe todo un debate en
relación a si existe la obligación o no de llevar acabo dichas funciones. Lo
que me queda claro es que la música se ha llevado de punta a punta, los hilos
de esa falsa máscara de la sociedad. Creo que de eso se trata a la hora de
pensar en voz alta, creo que de eso se tratan las formas de convivencia entre
nosotros, la tolerancia, el respeto y la honestidad nos encaminarán a formar
una sociedad libre, la cuestión aquí es, qué tanto de ello ejercemos, no sólo
como músicos, como pintores o escritores, sino como seres humanos.
Quede claro que en el aspecto social, ya no se trata de
cómo luchar o cómo no luchar, sino de cómo vivir, es decir, hoy en día nos
vemos superados por la información de masas, por el acceso a ella y las
múltiples formas de “comunicarnos” donde la imagen ha sustituido al símbolo,
donde lo mediático ha superado al autoconocimiento y donde todo ya está
prefabricado; sí, incluso las artes y las formas de protesta y de lucha… tal
como lo dijo Nietzsche: “Hablamos como debemos, comemos como debemos,
escribimos como debemos y hasta hacemos revolución como debemos”, y es verdad,
en el mundo observamos formas de protesta que se quedan en los tinteros.
En el caso específico de la banda de punk Pussy Riot, la
cosa va un poco más allá. Si somos cuidadosos, nos encontramos con la
transgresión de un lugar “sagrado”, de un espacio moralmente restringido, un
altar que para los ortodoxos, lo es Todo, sin embargo, es hora de que en pleno
siglo XXI y en un país de “primer mundo” como Rusia se dé por enterado, y aún
más, que se asuma un carácter de pluralidad y no de hegemonía. Alguien tiene
que explicarles a estos señores, dueños de la religión y la fe, que su Dios, no
es el mío ni el de mucha gente, es decir, que existen las diferencias y se
tienen que hacer vale. No podemos seguir permitiendo y solapando actos de
uniformar a la sociedad y mucho menos a la cultura, esta última como un
fenómeno dinámico y cambiante.
Habrá quien diga que las tres integrantes de las Pussy
Riot se merecen su condena de dos añotes, por transgredir a la religión y a la
fe de los creyentes… otros no, sobretodo aquellos que creemos que para el
desarrollo sano de una sociedad y de cada uno de los individuos, se tiene que
ejercer el libre albedrio. Analizando los hechos ocurridos en el pasado mes de
febrero, donde en ropa interior las Pussy Riot cantaron una “oración” en contra
de Vladimir Putin dentro de una iglesia hortodoxa, por las muestras de apoyo de
la iglesia hacia su campaña, me pregunto, ¿qué no es más ofensivo que la
religión siga teniendo que ver con el gobierno de todo un país? ¿Bajo qué normas
morales y éticas se gobernará a un pueblo?
¿Con las de la religión del presidente?
En México este tema ya lo conocemos, el PAN, siendo un
partido político mocho y agachón, se escudaba en la religión católica para
decirnos que los abortos eran malos aunque la madre corriera riesgo, aunque se
quemaran libros de sexualidad en primarias, sumándole el terror que causaba
entre sus filas, los matrimonios gay, y todo, porque la religión no se ha
emancipado del Estado.
Entonces, estimado lector, hasta dónde se puede enjuiciar
el acto de las Pussy Riot como un acto de atentar contra la fe, contra los
creyentes, ¿no es, mejor dicho, que un sector dominante nos hace creer que
ellos poseen la verdad, y los demás estamos tarados? A mí se me hace mucho más grave y peligroso el
hecho de no aceptar las diferencias en una sociedad, que cantar contra los
mismos manchados de siempre. La iglesia y el Estado están a la orden de la
hipocresía, del poder y de las mentiras.
Para finalizar, creo que es importante señalar que si
queremos ser realmente subversivos, tendremos que actuar lo más humanamente
posible, vivimos en un sistema tan deshumanizado, donde las diferencias no
existen, donde la intolerancia predomina, y sobretodo, el poder sigue en manos
de quienes en nombre de la política y de Dios, siguen haciendo de este mundo un
lugar de mentirosos, fascistas y tiranos.
Memorias del Subsuelo
Mario Salazar Parra
*¿Tiene algún color la melancolía?
La lluvia moja la ciudad. Las calles se encuentran
semidormidas teñidas de gris.
No es un día domingo de sol y fiesta. Es sábado 18 del
mes de agosto de 2012. Antes de salir de casa leí un poco los periódicos para
espantar el tedio en un acto de disimulación
contra los fantasmas que siempre vuelven para recordarme que sigo preso
y a merced de las imágenes perdidas en un tiempo laberintico y sin salida.
Sin embargo, hay imágenes que parecen retratos cada vez
más amarillos como una naranja cuando se pierde en un azul en lontananza… desde
niño supe y sentí que la vida en la mayoría de las ocasiones va contra nuestros
más vivos deseos:
Es el campo de fútbol de la Estación. Esa tarde llovía.
Nuestro equipo infantil se preparaba para disputar un campeonato. Nos vestíamos
para la pequeña guerra, en el fondo las casas de cartón, los perros aullando a
nadie… los viejos y altivos árboles esperando con paciencia el ferrocarril eran
el escenario para el desarrollo del partido. Pero algo fallaba; el árbitro no
aparecía. La lluvia continuaba persistente
con necedad fastidiosa.
Nos metimos a la cancha. El balón de cuero y correa no
botaba encharcado en el agua barro… yo levantaba la mirada a cada momento en
busca de un guiño de sol entre las nubes… ¡no aparecía!
Pasó un poco más de media hora esperando que las cosas
cambiaran. El frío dilataba nuestros movimientos cada vez más torpes.
Regresamos a vestirnos cuando nos ordenó el profesor de
la escuela, con las cabezas mojadas y los rostros de no haber encontrado algo
perdido parecido a un hito de alegría y sol. Se suspendió el partido. Mientras
nuestros rivales se retiraban vi a lo lejos unos jóvenes que buscaban entre la basura residuos de
cerveza y alcohol…
Tiempo después, cuando ya no podía correr a la misma
velocidad de un niño o de un joven, leía en un libro (Genio y Artista de Emil
Ludwig) sobre las obras escultóricas y las pinturas de los grandes artistas
plásticos sobre la melancolía, expuestas en los grandes museos de la vieja
Europa. Con toda su belleza y plasticidad no se comparan a la vivencia infantil
que me hizo conocer el sentimiento frustrado de aquella tarde y que dicen se
parece a la melancolía. Existen cosas imposibles de explicar, sin embargo,
desde ese tiempo cuando escucho esa palabra la veo vestida de un color amarillo
pálido.
La imaginación no tiene ni conoce límites, va más allá de
nuestra razón… al menos en apariencia, sale fuera de contexto y vuela sin
brújula y sin control, nos hace sentir un estado placentero o nos pone un muro
infranqueable.
Juan Carlos Onetti
construyó su Puerto de Santa María, otros escritores han inventado
ciudades, sitios, que en un principio sólo a ellos les pertenecía.
A mí se me pierde un lugar entre un sueño o algo
inventado que de manera reiterada aparece cuando menos lo espero: Son las tres
de la mañana. Camino por varias calles de la Ciudad de México… hay muchos
negocios abiertos y, cierto, no hay mucha gente… Se supone que estoy en un
sitio algo escondido frente a la Avenida Juárez. Veo los aparadores donde
venden libros. Me asombro de tanta iluminación en estas horas de la noche. Veo
títulos y busco el nombre de los autores. Sin embargo, tengo la tentación de
entrar a una cafetería que recién descubro. No lo hago. Sigo caminando y
descubriendo colores fuertes en medio de la madrugada. Todo es una rara armonía.
Escucho el chirriar de los viejos tranvías de los años cincuenta y sesenta.
Transitan lentos con sus colores amarillos, con franja verde. No descubro a
través de sus ventanales ningún rostro; Todo es silencio y el tiempo no se
resbala con la velocidad de un reloj con su segundero ruidoso… me pongo
enfrente de una galería admirando un cuadro que se llama la embarcación de los
locos; todos sus rostros se encuentran exaltados, frenéticos y decididos
desafiando el mar que amenaza con hundir la nave. Su ropaje es del siglo dieciocho.
Llevan laureles en las cabezas.
Finalmente, entro a un lugar lujoso donde existen muchos
libros en los anaqueles. El compendio del mundo, me dice una joven mujer que se
encarga de atenderme al tiempo que me pregunta sobre el título del libro que
busco. Me encuentro asombrado, no atino a responder a su pregunta de inmediato.
Ella insiste, le sugiero lo que busca la mayoría de nuestros clientes al tiempo
de mostrarme una lujosa pasta de uno de ellos. Veo el título: Cómo regresar al
excitante mundo de los sentimientos en pleno siglo XXIII. Parece un recetario
en donde se muestran muchos colores de las pastillas. Al verme petrificado por
la falta de saber en realidad de qué se trata, me explica; El asunto es muy
simple, señor. En el siglo pasado la humanidad entró en la plenitud de la
robotización y hoy pagamos las consecuencias los más jóvenes y los niños. Hemos
perdido en nuestro cerebro –la neurociencia- dicen los científicos ancianos,
las fibras más delgadas que lo habitan y en donde radicaban nuestras
sensaciones y sentimientos. Los robots nos siguen desplazando… ¡hoy son los que
mandan y gobiernan en nuestras acciones! Como ve, este libro es clandestino y
pocos saben de su existencia…
Me pierdo en la ubicación del tiempo y del espacio.
Prometo volver a la brevedad posible para darme tiempo y reaccionar sobre los
últimos acontecimientos. Con desenfado se retira dándome la espalda al ver que
no reacciono.
Me retiro del lugar buscando el centro de la ciudad.
Camino mucho y me voy por las calles extraviadas sin encontrar el sitio de
referencia o de algún edificio conocido, sigo admirando sitios y lugares.
Cuando desaparecen las imágenes me interrogo sobre la
posibilidad de haber estado en dicho lugar o es un sueño recurrente, me produce
un sentimiento de melancolía cuando me desprendo de las imágenes pero de algo
estoy cierto, existe un hilo conductor y amarillo entre el juego de fútbol
cuando niño y la ciudad nocturna que no acabo de descubrir y sigo inventando
cobijado en el mismo sentimiento de melancolía infantil perdida en un campo de
fútbol.
P.D. Para mis amigos Francisco Flores Castro y Enrique
Provence; también para Armando Espejel y su esposa Virginia Martínez… para
Concepción.
Ochentas "reloaded"
Por Carlos Freeman
caufree@hotmail.com
La trama parece lejana. Lo es. Data de mediados de los
años 60, cuando nuestro país se preparaba para entrar en una vorágine social,
económica y política que no conocía. Atrás habían quedado los sueños ácidos de
nuestros padres -sobre todo de aquellos cosquilludos - y el mundo laboral los
reclamaba; cambiaron sus pantalones acampanados, rasuraron sus melenas y se
alargaron las faldas. Las oficinas se llenaron y ahora era Travolta y no los "Rolling"
quienes rifaban. "Saturday Nigth Fever" fue también en México, un
despertar amable, de la tremenda cruda sesentera. Insertados de improviso en
una agenda urbana/laboral que a muchos les pareció monótona, se dedicaron al
fino arte de la procreación, amparados por el mítico Manual de Carreño.
Después del acelere y a causa también de él, llegó por
fin la famosa Generación X, los nacidos entre finales de los 60 y hasta
principios de los 80. Éramos muchos y se nos acusó de ser apáticos,
desertistas, agachados, apolíticos, etc. Incluso se nos bautizó como los
resultados imprecisos del "babyboom", un directo resultado de la
teoría de la transición demográfica. Nuestra infancia era moderna desde lo
tradicional, pues aún nos tocó jugar físicamente con otros niños en las calles,
con juguetes de madera y plástico; los juegos eran todos de una simpleza, que
rebosaba una felicidad tangible en cada rostro sucio, en cada par de manos
ansiosas. Muy pronto llegó esa época cosmopolita que significaron los 90,
cuando aquellos otrora cosquilludos melenudos, faldascortas de los 60,
mostraron las primeras señas de una adultez, que se vio acelerada a causa de la
entrada en flor de sus primeros hijos. Los primeros visos de una modernidad
acelerada y lo primero que dio claras muestras de nuestro próximo futuro
electrónico, fue el legendario "Atari". Con él crecimos, con él nos
sentimos groseramente modernos.
La trama es ahora. Comienza con los primeros puentes que
creó el "Internet", la inmediatez de la comunicación, el contacto
barato que después terminó siendo "a tiempo real", cuando las citas
personales se fueron convirtieron en citas "on-line" y al final,
también rescatando el cara-a-cara, mediante el video. Aquel
"latinmail" cavernícola ha evolucionado al "Facebook" y al
"Twitter", excelentes embajadores de la nueva realidad, que impone
nuevos cursos. Hoy, una nueva mentalidad socio colectiva ha empezado a
desechar, los viejos paradigmas de la oscuridad próspera, que significa el
pasado. Pasado viejo, antiguo. Pasado sabio que tuvo que re-crearse y volver a
nacer, dueño ya, de estos nuevos paradigmas que dictó la vida moderna. Y la
vida es dura para el intelectual moderno; la vida es ruda con aquellos
"babyboomers", quienes vimos al pasado, juntarse con el ahora. La
vida de los libros vs las redes sociales. El aquí y el ahora y allá lejos, la
primitiva manera de compartir y acceder a la información. Pensándolo bien, estimo que nuestros años
ochenta han regresado; seguimos siendo testigos de una revolución tecnológica,
que también entonces nos impactó y nos sacó de una realidad para insertarnos en
una nueva.
Hoy ya son lejanas muchas tecnologías y regresa el
sentimiento de soledad, ahora enmarcado en un torbellino de comunicación. Hoy
es difícil estar aislado; pero también es complicado encontrar esos momentos de
soledad que reivindican el carácter del hombre. Vivimos hoy una época similar a
nuestros ochenta, pero al revés, pero desde otro pináculo. Hoy los ochenta
regresan, sólo que ahora lo hacen, conectados a una red global y reproducen
viejas estéticas, viejos mercados, viejas maneras de hacer política y sociedad
acelerada. Hoy vivimos los ochenta recargados. Ojalá aquel
"babyboomer" tenga los elementos necesarios para sortear la tormenta.
Sin límite de tiempo
¡Lucharán… de dos a tres caídas…!
Efrén Galván
La lucha siempre ha existido; existe desde los orígenes
del mundo, es de hecho, uno de los motores
que ha permitido el desarrollo y la evolución (tanto filo, como ontogenéticamente)
de la vida en la tierra, es por ella que sobrevivió el más fuerte, el mas hábil:
"el mejor". También producto de ella, el hombre (y la mujer por
supuesto) se han desarrollado y sofisticado, a través de la lucha. Luchamos por
el alimento, el territorio, el sexo y la reproducción. A esto le podemos
agregar otras refinadas luchas... morales,
religiosas, intelectuales, sexuales, de género, sociales, culturales y
políticas. Aunque algunas de estas
luchas (habríamos de reconocer) no siempre son éticas, no siempre justas, y en
ocasiones francamente absurdas.
Pero La Lucha como deporte-espectáculo (que es la que nos
ocupa) junto con el Atletismo, son probablemente los deportes más antiguos y
populares de la humanidad, sus orígenes se pierden en el tiempo y el espacio, ya
que todas las culturas y en todas las épocas, de una u otra forma se han
practicado. Pero tal vez, el origen de la lucha se encuentre en los Egipcios, los
Etruscos , los Griegos y particularmente (por su majestuosidad e importancia
social ) con los Romanos, en el imponente Coliseo, con sus gladiadores luchando
por su vida y/o su libertad ,contra
esclavos y /o contra una muy variada gama de bestias.
Los Romanos estaban claros, sabían que un pueblo tiene
dos necesidades básicas. La primera es la del cuerpo, sin alimento muere el
hombre. Sí pero el hombre tiene otra necesidad, y ésta es probablemente la que
nos define como seres humanos. Esta necesidad no radica en el cuerpo solamente,
se encuentra fundamentalmente en el alma (sea lo que queramos entender por
esto). El hombre sin diversión, sin entretenimiento, sin fiesta, sin arte, sin
alegría, y sobretodo sin cultura, también muere; se muere de hastío, de
aburrimiento de tristeza y depresión, sumido en sus múltiples problemas, dolores,
penas y carencias cotidianas.
Actualmente La Lucha Libre (término aportado por México ),
además de ser parte de la cultura del pueblo, es un vistoso deporte- espectáculo
que (y no por decir espectáculo sugerimos que es falso sino todo lo contrario),
nos representa y se nos muestra como metáfora de muchas actividades que
realizamos diariamente , La Lucha es entre El Bien y el Mal, entre el héroe y
el villano ,entre los rudos frente a los técnicos, entre la máscara y la
cabellera, finalmente nos presenta y representa nuestra propia vida, con sus
glorias y sus tragedias, con sus triunfos y sus derrotas.
Así, la lucha como espectáculo (supuestamente distinto a
nuestra realidad) paradójicamente actúa (como en pocas actividades) igual que
una metáfora de nuestra propia realidad: La lucha Libre lo tiene todo, y como
cualquier otro espectáculo (o como nuestra realidad cotidiana) cuenta con un
escenario, poderosas luces, suntuosos vestuarios, máscaras, capas, botas, todo
esto realizado por expertos, con gran creatividad y vistosos colores, para dar
paso a la acción, al happening de arte efímero, ya que todo esto puede ser
destruido, desgarrado o roto, se puede perder la cabellera o la máscara y con cualquiera de estas pérdidas... el
poder (como Sansón). Pero de entre todo
este mágico mundo, particularmente la máscara nos fascina, de entrada, por ese
misterio que imprime, por la curiosidad
y el des-control que nos produce, lo que en ella se oculta. Sí... oculta pero
al mismo tiempo revela, es otra cosa, nos muestra lo que oculta, se cubren para
revelarse ante sí, lo que oculta nos
oculta, sí… pero así nos permite mostrar el misterio y la profunda intimidad de
nuestro alter-ego. La mascara permite ser lo que no se es en el mundo real,
pero que también somos, permite exhibir lo que ocultamos y ocultar lo que exhibimos y como un psicoanálisis instantáneo, nos
cubre para por fin así descubrirnos.
Quiero agradecer a los hijos de La Saeta Morelense y a su
familia, por las fotos, programas y revistas prestadas, así como por la valiosa
información, útiles datos y enriquecedoras anécdotas, de su padre ya fallecido.
Sirva pues, esta modesta reflexión, como merecido reconocimiento a la lucha
libre en México y particularmente a los luchadores (en todos los sentidos) del
estado de Morelos.
Todos
los fragmentos…
Mar
Gasca, pintora
Mi
trabajo se centra en las formas orgánicas y en los materiales encontrados en la
naturaleza. Me atraen las formas, los colores y las texturas en los cuerpos de
los organismos vivos, la trama estructural de los mismos, que simulan una red,
que muestra pero contiene lo que hay detrás o dentro de ella.
Cuando
comienzo a pintar, pienso en un elemento primordial de la imagen, patrones
corporales, y a la par decido qué soporte conformará la composición, para que
la forma final de la pieza tenga una congruencia con el elemento que elijo al inicio, y que voy desarrollando conforme trabajo la
pintura en su totalidad. Al emprender el trabajo, doy espacio para que la pieza
hable por sí misma, que las estructuras y sus fragmentos tomen presencia.
En el
caso de las piedras, me interesan por sus elementos estructurales y formales,
sus colores dan pie a la pintura, me atraen por ser un soporte natural y más
allá de poder singularizar a una piedra, la descontextualizo y le doy otro uso,
me gusta mover el material hacia un campo distinto al suyo, pero que de algún
modo pertenece.
Semblanza
Mar Gasca Madrigal, nace en México D.F.,
el 22 de marzo de 1986. Cursa la carrera en Artes Plásticas en la Universidad
Autónoma del Estado de Morelos. En 2009 recibe la beca del Fondo Estatal para
la Cultura y las Artes en Morelos, categoría jóvenes creadores en la disciplina
de gráfica. Ha trabajado en el Taller de Grafica La Siempre Habana en la
manufactura de grabados de artistas como Sergio Hernández y Vicente Rojo.
Colabora en la exposición titulada "Homenaje Nacional a Adolfo
Mexiac". Jardín Borda, Cuernavaca, Morelos. Ha publicado su obra en
diferentes medios impresos y electrónicos. Actualmente vive y tiene su taller
en Cuernavaca, Morelos.
Fichas técnicas
de las obras.
Obra reciente.
·
Cera, 2012
Encausto sobre piedra
·
Seda, 2012
Encausto sobre piedra
29 x 26 cm
·
Ceronte, 2012
Encausto sobre piedra
24 x 36
·
Bajo el agua, 2012
Encausto sobre piedra
29 x 21 cm
Obra anterior.
·
Telaraña, serie “Fósiles Primeros”, 2011
Acrílico sobre piedra
·
Mosca, serie “Fósiles Primeros”, 2011
Acrílico sobre piedra.
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