lunes, 30 de julio de 2012

Seminario cultural en Morelos, México.

Artetipos # 68




02



Sin título
Efraím Blanco
Cómo no vivirte agradecido
si tú los recoges por un instante
y los vuelves parte de tu voz interior,
de tu respiración
y el rítmico fluir de tu sangre.
“Los versos de la calle”, J. E. Pacheco

          El poeta camina avenidas rescatando versos de las banquetas, señalándolos para que no se esfumen en la nada, los plasma en paredes, los redacta en el teclado. Roberto Monroy, en cambio, siembra palabra por palabra como si fueran, cada una, una preciada cosecha de maíz, y acomoda en el paisaje de los ojos un melancólico campo de siembra: el páramo en discurso de aves terrestres y sus sombras proyectadas con el sol de la tarde; un rincón de su rostro y su mirada. Así entrega Páramo en conferencia, primera reunión de textos para lenguadediablo editorial, y publicados bajo la colección almadegatopoesía, como una bella carta de presentación plagada de imágenes.
            El canario sentado frente al escritorio se desviste en versos, destinta su pluma con notas profundas y graves; trina abismos, realidades. Roberto niño se asoma a espiarlo, susurra semillas a la tierra fría, dicta lento y seguro la intensidad de esas mañanas, la mirada de su abuela, el parto de su padre. Pájaro retórico que recuerda nombres invisibles sale a jugar con serpientes. En el centro del poema crece el olivo y entre sus ramas trepa una hiedra. El autor invita en la segunda estancia a dar la vuelta por el jardín que dibuja con velas de una luz que enceguece, que entierra la caída de las palabras.
            Un cuervo abre su vientre y muestra el dolor de la ausencia, la dolorosa distancia de un par de manos que no pueden tocarse, un encuentro con la muerte. El ritmo de la noche se pierde en un silencio.  Una furia hacia Dios quema por dentro, todo arde. La soledad nos hace sentir que somos mientras ensordecemos. “No hay una segunda impresión / cuando enseñas el rostro”, dice el cuervo cansado de la rutina.
          La poesía de Monroy responde a un grupo de locos tristes con la llama encendida de la revolución, y mira a su alrededor preguntando qué otra cosa podría sucederle al mundo. Parece tener un espíritu de cincuenta años, y con ello, el desencanto de la escuela del poeta del jardín, Ricardo Castillo, quien no se avergüenza en afirmar que “no hay tristes que sean pendejos”. Y es así, una tristeza sublime, que en lugar de marchitarse, embellece pensamientos que se afinan tras una jornada de arar con el corazón la palabra: inteligencia que cuestiona y no se conforma con lugares cálidos y conocidos, sino intenta crear un paisaje propio, y al escribirlo, de todos.
            El páramo vuelto papel grita bandada de lechuzas, el verano entre los dedos funciona de oyente. Es justo que se entinte tu voz y que tus versos se queden suspendidos entre los surcos de espigas que crecen y destellan. Que el olivo se eleve para que te columpies. Es justo que la poesía sobreviva y nos haga vivir, a pesar del tremendo futuro que nos espera. Justicia que poemas vean la luz en estos momentos donde sabemos que dejar de trabajar las ideas nos aseguraría la ruina, una mala cosecha. Todo este cuaderno: limpio, sencillo, rojo, aporta un puñado de tierra fértil al arte de la nueva literatura mexicana.
            El poeta camina la calle llena de versos, los escoge y guarda en su bolso hasta encontrar una pluma para grabarlos en su mano derecha, lento los recoge hasta llenar también su boca. Roberto Monroy sobrevolará nuestras cabezas después de leerlo: cuervo pájaro canario en la certeza del viento que sopla el páramo,  ya sentimos caer tus plumas, nos acarician el rostro. 


03




El jinete

Todos somos migrantes, migramos de personas, migramos de emociones, migramos nuestros pensares y también ¿por qué no? de geografías. Migramos por hartazgo, ¿o migramos para buscar?  Migramos de cualquier permanencia o ¿migramos para huir principalmente de nosotros?
Pero tal vez no migramos, tal vez sólo cambiamos, "por cambiar nomás" o tal vez por ser ésta, la esencia misma del cosmos.

El caso es que Víctor Gochez migró (¿o cambio?) en el sentido opuesto a la mayoría: Pasó de una ciudad como el “defectuoso”, que lo tiene todo, a  lo rural, en donde escasea todo lo urbano. La vida lo lleva a la provincia, y así se reconoce también en lo rural, lo atrae,  no por el canto  de sirenas, sino por los corridos de José Alfredo. Busca lo rural hasta en la provincia, actualmente vive en "El Pueblito", que es un conjunto de casa en medio de donde las rutas pasan por la Avenida Morelos de Cuernavaca, conjunto de casas de viejos ladrillos y tejas, casa abandonadas (¿por ser rurales?) de techos caídos. Su casa mantiene el techo (¿por  milagro?) No, yo creo que es por la energía de  su alma infantil,  por su sabia ingenuidad, que sin proponérselo lo sostiene. O tal vez (y sobre todo)  por la defensa que él hace sin darse cuenta, de un mundo que nosotros extinguimos desgraciadamente, de muchas formas día a día.

Por dentro, su casa no es una casa, es un set-taller, un teatro lleno de presencias, máscaras, disfraces, personajes nerviosos y ansiosos por salir a la tercera llamada (como en la gran ciudad).
Víctor Gochez es muy urbano... Tiene ojos urbanos y manos rurales, piensa como urbano y siente como rural, esto es su problema y su mayor virtud. Por esto, inevitablemente, la realidad la padece, o apenas la soporta; la única salida que tiene es el humor negro para migrarse del mundo y de sí mismo. El Humor y  la creatividad  lo salvan de la realidad (¿real-urbana?) Por eso Víctor Gochez  se transporta (o migra) y nos transporta (o nos migra) a través de sus cuadros, como en el espejo de Alicia, donde el pensar (urbano) se transmuta en sentir (rural), nos lleva a un mundo lleno de misterio, en el que  persigue a Leonardo Da Vinci, quiere arrancarle el misterio del sfumato y resolver así y de una vez por todas, el misterio de la sonrisa en la comisura de ojos y  labios de la Mona Lisa. Así nos invita a pasar al misterio, a partir o mirar a otra dimensión, donde todo sea posible o mejor dicho, nada sea imposible, donde lo imposible sea la realidad… Donde la realidad-real quede fuera, y la fantasía-realidad sea la realidad real. Y sobretodo (y esto, habríamos de agradecerle) transforma como un Chaman  lo urbano en rural.

Víctor Gochez es un ateo religioso, que  sorprende con su facilidad  de reír (o burlarse) de todo, o casi todo. Su obra últimamente (rural como ella sola) no tiene límites, ni pudor para crear  vacas bipolares, toros que vuelan, Zapatas clonados por todos lados y jinetes que vagan (como todos nosotros) solitos en el mundo.

Finalmente Víctor Gochez representa en esta ocasión, tal vez una de las últimas oportunidades para re- apreciar en lo que vale, lo rural; sus cuadros huelen a campo llovido, a ocote, a café de olla, a tortillas del comal, a frijoles con epazote ,también suenan y mucho, a corridos revolucionarios, nos muestra una ruralidad que desgraciadamente perdemos, segundo a segundo, cuando migramos o cambiamos, todo (y en todos los sentidos) de lo rural a lo urbano; Víctor Gochez  es un grito a campo abierto, en  favor de lo perdido, ¿irremediablemente? 
 
                                                                                    EFRÉN GALVÁN


04 y 05




Josu Landa
El caminar de la poesía
Ricardo Venegas

Josu Landa (Caracas, 1953) es catedrático en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, en áreas como filosofía de la literatura y ética. Esta labor se advierte en sus libros Más allá de la palabra (1996) y Poética (2002). Es autor de varios poemarios entre los que destaca Treno a la mujer que se fue con el tiempo (1996, Premio de Poesía Carlos Pellicer). La editorial Monte Ávila publicó en 2006 Estros, la antología que mejor representa su labor poética. También ha publicado Zarandona (2000), primera novela endógena de la diáspora vasca que comenzó en 1936, a raíz del alzamiento franquista contra la República Española. Es autor, asimismo, del relato experimental Y/O (Ensamble) (2004). Tradujo al euskera Piedra de sol, el gran poema de Octavio Paz, lo cual la valió el reconocimiento del autor.

¿Cómo llegaste al camino de la poesía?
Comparto con los griegos una idea amplia, significada por la palabra «poesía». No sólo el tipo de escritura que comúnmente se entiende hoy por «poesía», sino todo acto de creación artística. En ese sentido, empecé a sentirme poeta en la medida en que notaba que mi visión del mundo, mis respuestas a problemas y situaciones específicas eran «inventadas» por mí, aunque estuvieran lejos de ser verdaderamente nuevas. Esa independencia frente a todo, esa autonomía, me parece que constituye la base de una auténtica actitud poética. En mí, la conciencia de esta actitud fue tardía. Mucho después de los 15 años, que es cuando me pareció -tiempo después, cuando empecé a mirar hacia atrás, tratando de hallar un sentido a mis primeras andanzas en el mundo- que empezaba a tener eso que suele llamarse «uso de razón». Y mucho más tardía aún resultó la expresión de esa actitud y esa conciencia en una escritura con vocación estética. O sea que empecé a escribir poemas -de pésima factura, por cierto- más o menos a los 23 o 24 años.
            Comparo esto con las historias de otros colegas y amigos y observo que mi entrada en la escritura poética se dio con mucho retraso. No es algo que me preocupe en lo más mínimo. En sí mismo, no es ni bueno ni malo. Cada quien tiene su historia y su destino.
¿Crees en la poesía como en un “modo paralelo de vida”?
Desde que trato de pensar con cabeza propia el hecho poético, procuro evitar hablar de la poesía como si fuera una esencia independiente, una realidad objetiva y absoluta. Para mí, no existe «la poesía», salvo como fenómeno cultural que se manifiesta en cierta escritura con voluntad estética y en cierto movimiento vivo de lectura, diálogo y afines, en torno a esa escritura. Los grandes poemas legados por la tradición, determinadas maneras de asumir el lenguaje para suscitar ciertos resultados o efectos estéticos, en una comunidad de referencia, la labor de ciertas personas interesadas en concretar una serie de valores poéticos, es decir, los poetas, en fin... toda una serie de propuestas, procesos y hechos verbales unidos por cierto aire de familia es lo único que admite, con propiedad, el nombre de «poesía».
            Ahora bien, considero que ser poeta, o sea, ser parte de esa atmósfera y dedicarse en cuerpo y alma a gozar de ella y a sostenerla, por medio de la lectura, la escritura y el diálogo en diversas modalidades, es algo que penetra en las fibras de la existencia, en la vida. Así que no logro concebir una idea como la que pretende expresar esa frase sobre la poesía como un “modo paralelo de vida”, lo que sea que signifique. A mi modo de ver, si se es poeta, se vive en la poesía y para la poesía. Y ser poeta es una actitud específica ante el mundo y la vida, de manera parecida a como sucede con toda persona que vive conforme a una genuina vocación, un «llamado» tan poderoso como enigmático. En todo caso, «paralelos» serán los otros modos de vivir a que normalmente se obliga al poeta, en este mundo tan poco dado a entender, amar y respetar la poesía.
Se ha dicho que la poesía mexicana tiene tintes crepusculares, ¿cómo convives con esta tradición, en qué contexto situarías tu propia obra?
No me parece que el adjetivo «crepuscular» califique bien la gran tradición poética mexicana. El crepúsculo pertenece a la simbólica de la decadencia y no encuentro nada que se le asemeje en la poesía de sor Juana, Othón, López Velarde, Pellicer, Gorostiza, Owen, Paz, Lizalde y tantos otros poetas mexicanos de primera categoría. Otra cosa es la presencia más o menos frecuente de cierto tono melancólico. Pero la melancolía no es necesariamente decadente. Y, por encima de todo, rehúyo toda tentación de generalizar. La tristeza de algún buen poema no basta para endilgarle a nadie el marbete de poeta triste y la aparición de algunas composiciones lúgubres en una o muchas generaciones tampoco justifica que se tilde así a toda una tradición poética. Supongo que algo tendrán que ver las circunstancias en que el poeta hace su labor, para que se escriban más o menos poemas de esa índole. Son muy pocos los momentos en que los vaivenes de la historia han sido meridianamente amables con este país y me imagino que, de muchas maneras, eso tiene alguna repercusión en el ánimo del poeta, por mucho que trate de huir de las presiones y exigencias coyunturales. Pero es que incluso esa clase de reserva ya denota una incidencia del tiempo, del clima histórico, en la sensibilidad del poeta. Además, no estará de sobra recordar la observación de Valéry, en el sentido de que todo poema que se precie difícilmente puede evitar un punto, por mínimo que sea, de tristeza.
            Como sea, al margen del énfasis que pongan algunos en cierta vibración melancólica de sus mejores composiciones poéticas, esa tradición, sobre todo la imponente tradición del poema extenso cultivado en México, ha sido determinante en la formación y el rumbo que ha tomado mi poesía. Desde luego, debo mucho a Virgilio y Lucrecio, para hablar de dos clásicos decisivos para mí, pero lo mismo digo de «Primero sueño», de «Muerte sin fin», «Piedra de sol» o «Tercera Tenochtitlán», entre otros poemas compuestos en suelo mexicano. Y, por supuesto, no sería justo si no hiciera el mismo reconocimiento a la poética de alto vuelo y voltaje presente en grandes obras como «Mi padre el inmigrante» y «Tierra muerta de sed», de los venezolanos Vicente Gerbasi y Juan Liscano, respectivamente. Y ya encarrerado, también debo incluir entre los númenes tutelares que han imantado mi debilidad por el poema de largo aliento, a poetas como Huidobro, Martín Adán, Pablo de Rokha, Lezama y varios más. Y una vez entrado en gastos, también aprovecho para reconocer lo que, en este punto, debo a Francisco de Aldana, Garcilaso, Quevedo y Góngora.
            Debo aclarar que, cuando hablo de deudas -es decir, de influencias- me refiero sobre todo a actitudes ante el mundo y ante el lenguaje. No a la fijación mimética en tal o cual recurso sintáctico, retórico, prosódico o afín. Los poetas que te nombro -esa nómina a la vez apabullante y siempre incompleta- me enseñan que han recorrido un camino. Un camino que es, en el fondo, el mismo que a mí me toca recorrer, con mis grandes limitaciones y mis escasas virtudes. Me importa mucho establecer cómo lo han recorrido, pero no para pisar las marcas que ellos han dejado, sino para hollar yo mismo esa tierra con mi paso inseguro y trastabillante. Es ahí, en ese plano de actitudes ante las cosas del mundo y la palabra, donde la tradición poética mexicana ha desempeñado un papel de primera importancia para mí.
Se habla de una gran influencia del sueño -lo que sueñan y lo que añoran- en lo que escriben los poetas, ¿qué opinas de ello?
La reivindicación del sueño ha respondido a una de las derivas más ambiciosas -espiritualmente ambiciosas, quiero decir- y fecundas de la modernidad. La confluencia de la visión romántica del mundo con el triunfo avasallador de lo que lo mismo puede llamarse «filosofía de la subjetividad» o «filosofía de la experiencia», o sea, el curso que toma el pensamiento a partir de Descartes trajo consigo una revaloración de lo onírico. Con Schopenhauer y Nietzsche, ese universo adquiere un estatuto ontológico tan digno como el de la vigilia, pero a partir del reconocimiento de antecedentes como el de Calderón de la Barca y su intuición de que la vida es sueño. Esa dignificación de lo onírico conecta con el reconocimiento obnubilado que los románticos como Novalis, Lichtenberg, los hermanos Schlegel y otros -no sólo los alemanes, por cierto- del potencial espiritual y artístico de los sueños, en contra del proyecto ilustrado. El freudismo supo aprovechar al máximo esos antecedentes y ello contribuyó a una expansión muy amplia de la conciencia del valor que tiene esa rama de la experiencia psíquica. Esto puede explicar la omnipresencia de motivos relacionados con los sueños y es natural que la poesía no haya escapado a ese fenómeno.
            En lo personal, considero que los sueños, en tanto que posibilidad de la experiencia humana, como parte de lo que Kant llamaba «el sistema de la experiencia», pueden ser legítimamente tematizables por los poetas. En la medida en que los resuelva conforme a valores estéticos estimables, me parece lícito que el poeta componga poemas con motivos oníricos, de manera análoga a como lo haga con textos referidos a asuntos eróticos, políticos, espirituales o de cualquier otra clase. Pero también deben respetarse las reservas de autores como Antonio Machado, quien no veía con buenos ojos el tratamiento de temas oníricos con intención poética. En último término, el tema, el qué se dice, es secundario ante la resolución artística en el lenguaje, el cómo se dice.
La experiencia vital, la vivencia en el acto creativo, ¿es importante en tu obra?
Tengo que empezar por advertir que me identifico con la acepción más amplia de «experiencia», eso que Hegel en la introducción a su Fenomenología del espíritu entendía como todo movimiento y alteración de la subjetividad, del alma. Después de ascender a cumbres como la del Tepozteco y presenciar los valles y montañas circunvecinos, el alma no queda igual que antes. Eso es «experiencia», en el contexto de la conciencia moderna del mundo. Efectivamente, podría componer un poema sobre el Tepozteco sin haber estado nunca allí. Sería igualmente un acto auténtico, porque la escritura misma es una experiencia en el sentido que acabo de señalar, pero el contenido de lo que diga necesariamente variará respecto de si ciertamente he estado allí y he vivido esa sublimidad, ese peculiar vértigo de haber remontado alguna de sus laderas o me nace sólo de referencias prestadas o de un simple ejercicio de la imaginación. En general, procuro que mis poemas respondan a esa doble experiencia y la sostengan. Digo “doble” porque hay una que resulta de vivir cierta circunstancia, mientras que la otra procede de la necesidad de expresar y comunicar eso vivido -siempre de manera muy limitada- por medio del lenguaje poético. Esto hace más difícil que el resultado final del acto expresivo sea vacuo, inocuo, carente de vida.
¿Qué importancia tiene la poesía en un mundo tan complejo como el que nos toca vivir? 
La poesía podría ser vista como expresión del impulso erótico entendido al modo platónico, una búsqueda del otro –el lector, el “símbolo”, el que encarna la parte que me falta- y del mundo exterior, en cuya realidad y poderes quiero creer profundamente.
            Así que, para mí, la palabra poética se me ofrece como una vía para intentar desbordar los límites actuales de la conciencia del ser humano, tal como ha venido tomando forma desde los albores de la Modernidad y permanece en lo esencial, pese a la comprensible reacción de los posmodernistas.
            Me parece que ahí está el sentido más hondo y la contribución más fecunda de la poesía en nuestro tiempo. En lo personal, he llegado a la convicción -desde luego, siempre sujeta a cuestionamiento- de que la poesía es una de las pocas posibilidades de reconciliación con el mundo que nos quedan. Y si estoy mínimamente en lo cierto, eso coloca en un plano por completo secundario consideraciones como la supuesta «dificultad» de la mejor poesía actual, como si la barbarie y la incultura generalizadas no fueran crudamente evidentes. También cierta pretensión anacrónica de exigir a la poesía de hogaño funciones sociales y políticas de la de antaño.
Eres de origen venezolano y te criaste en el País Vasco, pero tu obra ha germinado en México, ¿cómo es tu relación con los poetas mexicanos de tu generación?
No soy un apátrida, sino un hombre de muchas patrias y, por ello mismo, de una sola verdadera: el universo y su emanación: el logos poético. Tengo familiares muy cercanos y amigos íntimos en los tres países, pero mi patria última es la palabra poética y teórica. No soy un desarraigado, sino alguien con muchas raíces en muchas tierras e incluso en el aire, si al caso viene. Y vivo esto con enorme satisfacción. Entiendo que esto no es lo normal. También comprendo que, entre la gente de una o muy pocas referencias identitarias, abunden las actitudes de recelo, temor, etcétera, frente al extraño. La corrección política actualmente en boga apenas logra encubrir esta verdad, ante la cual estoy más que habituado. Siempre me ha resultado muy llamativo que el extranjero que aparece con un papel protagónico en ciertos diálogos platónicos muy influyentes fuera llamado así: «xenós», «extranjero», pese a que procedía de Éfeso, es decir, territorio griego. El hecho de que no fuera ateniense, ya lo marcaba como extraño en un grado significativo, frente a los que se identificaban con este último gentilicio.
            Si eso sucedía en una comunidad tan abierta, culta y protocosmopolita, como la que daba curso a la actividad filosófica en la Grecia antigua, no debe sorprendernos lo que puede suceder y de hecho sucede en punto a este asunto, en contextos fuertemente cimbrados por la barbarie. En la era de esta todavía nueva globalización, particularmente extensa y agresiva, el cosmopolitismo auténtico no aflora por ningún lado. El ecumenismo cristiano daba pie a que en momentos históricos como la larga Edad Media, un clérigo procedente de Aosta, población situada en lo que hoy es Italia, detentara poderes terrenales y espirituales en Inglaterra, como fue, por ejemplo, el teólogo Anselmo, arzobispo de Canterbury. Hablo de sólo un caso y hoy es del todo inimaginable algo que se parezca en ningún país del mundo. A muy poca gente le entra en la cabeza, hoy, que todavía en 1932 y 1933 un venezolano pudiera ser gobernador de las provincias de Almería y Navarra, en el estado español, como fue el caso del escritor Rufino Blanco Fombona. Por ejemplo, a algunos mexicanos de finales del siglo XX, con suficiente peso como para promulgar una ley, les pareció inconcebible que quienes se han naturalizado mexicanos, después de pasar por todos los filtros a ese respecto y pese al tiempo que lleven residiendo en México, en esa condición, pudieran ser siquiera funcionarios de casilla en las elecciones. Sin embargo, junto a esas limitaciones de la generosidad humana que traen muy aparejadas las expresiones más mediocres del muy moderno nacionalismo, también se halla la apertura de las mentes y las almas más sensibles.
            Tengo excelentes relaciones con los más reconocidos exponentes de la generación de los 50 en México -e incluyo a quienes viven aquí, pero vienen de otros países. Lo mismo digo respecto de algunos de los mejores poetas mexicanos de otras generaciones. Mantengo un fecundo diálogo con ellos -no viene al caso mencionar nombres-, pero no pertenezco a ningún grupo y, sin habérmelo propuesto adrede, no ejerzo la misma poética. Valoro demasiado la independencia personal y la autonomía estética, como para no intentar afirmarme en mi soledad artística. No me ufano de esto, simplemente me asumo de esa manera porque así he nacido y así soy. Y, por supuesto, esto no puede entenderse como una negación de las numerosas influencias que he recibido y sigo recibiendo. Pero, en realidad, el bosque de la poesía no está formado por árboles de la misma especie, así que mi muy relativa singularidad, respecto de lo que se hace en México, en cuanto a poesía, no me convierte en un poeta aislado ni, menos aún, en un marciano.

           
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Lo que el Diablo me dijo…
Ácidos Latinoamericanos
Vade Ultra
-ángel armenta lópez

Rolar por el “deefe” y sus callejones, sus pulcatas y por sus mezcalerías anónimas (no esas pulcatas legales y con grafitis en las paredes, no, no, ¡anónimas!); banquetear y rolarla por donde se nos dé la gana, “On the road” diría Kerouac, me ha traído tantas anécdotas como tesoros, y uno de esos caminos me llevó a una de esas joyas; rolándola por el nada lejano tianguis sobre ruedas de acá de Santo Domingo, me topé con uno de esos puestecitos donde no existen las estructuras de metal, ni las mantas verdes, sólo una lona vieja en el piso basta pa’ tenderse y vender desde los libros de texto gratuito de la primaria, lámparas viejas, muñecas calvas, una pila de jabones Venus, toallas del Sport City, fibras para trastes y demás alhajas . Entre toda esa gama de utensilios, me topé con una joya del rock, qué digo del rock, ¡de la música toda! Una rarísima y extravagante compilación  de bandas Underground de Latinoamérica, bandas que rayan en la psicodelia y el garage, y de los países menos pensados de nuestro continente. La colección abre con un rolón de cabaret interpretado por Isela Vega, esa que muchos recuerdan por andar sin calzones. Su pieza “Little baby” nos atrapa por la primera oración: “¿Qué puedes encontrar en una cantina? ¡Hombres que han olvidado que son Dios”, y después la entrega total del cuerpo! (Algunos dicen que en esa rola el mismísimo Jodorowsky toca el bajo).

Después un cover en español de la famosísima canción Spill the Wine que tan sabrosamente interpretaba Eric Burdon & War. El cover corre a cargo de la banda Rabbits & Carrots, qué rola digna de repetirse y fumarse una y otra vez.  Otra de las piezas para señalar es la del combo Xingú con su cover al Zeppelin Moby Dick, bastante interesante y fresca. Otra rola que recuerdo y me marcó, es Meshkalina, de la banda peruana Traffic Sound, la usaba para fondear mi programa de radio (qué tiempos), rock peruano.  ¿Quién lo diría?
Otra de las bandas que me causaron gran interés fue la de  Los Tepetatles, bandón integrada por Carlos Monsiváis, Alfonso Arau y Chava Flores, con la canción de Teotihuacan A Go Go, aunque la más famosa, puede ser referida a Tlalocman, letra a cargo del monkiky; esta banda fue comparada con los Xochimilcas por el contenido de las canciones de carga irónica y temáticas prehispánicas, así también, podría decirse que fue el inicio de la legendaria banda Botellita de Jerez.
La lista sigue con bandas como Los locos, Juan el Matemático, los Dhag Dhag´s, Los Vidrios Quebrados, y esa bandota mexicana llamada Los monjes, con su temita “todo el mundo tiene problemas en la mente”. ¡¡Ufff!!

Así merengues, otra canción, es la de Frankie, Alfredo & París, una canción totalmente absurda. ¿El tema? El chile ¿El coro? : Chile no, como no, ¡porque irrita! Y así se la lleva 3 minutos 1/2.  Después Los Pets, una banda que hace otro cover, esta vez a las puertas de Yim Morrito con Hola, Te amo.  Y de ahí otro rolón, Rebelde Radioactivo, interpretado por la bandota de Los Sinners, esa rola que sale al final del mediometraje de Luis Buñuel “Simón del desierto”, la misma donde sale Silvia Pinal enseñando una teta de manera muy fresa, pues sí, al final como digno desenlace de Buñuel, Claudio Brook termina por ver bailar a la Chivis con esa delicia de los Sinners, y con eso concluye el viaje por esas bandas que jamás vieron la luz en sus países, mucho menos en el continente, y que de alguna o mejor dicho, de muchas formas, tenían algo qué decir, covers, versiones sicodélicas y letras extravagantes es lo que distingue a esta colección.

La compilación fue obra y gracia de Carlos Icaza de 1967 al 73, y como lo dice al interior del disco:
“Fértiles en creación y fuerza interpretativa, son buen argumento de contra historia musical latinoamericana. Bandas Underground que durante años pasaron desapercibidas por la historia oficial del rock. En el caso mexicano la historia fue escrita por autores con un gusto no muy educado y no muy informado”.
Esa oración dice mucho de cómo se ha construido la historia, no sólo del rock, sino en general, esa historia llena de prejuicios y adoctrinamientos de las cuales el rock tampoco pudo escapar, por fortuna, los medios de hoy en día nos permiten el acceso a esa historia, y mejor aún, crear el propio criterio sobre lo que escucha y disfruta.

Para concluir este texto, recordemos que el rock no es ni un género musical, ni un movimiento social, es una forma de vida, de salir a la calle, de convivir y “conbeber”, de subirse los pantalones, las faldas y hacerle frente a todo y todos aquellos que pretendan mancharse.
¡Súuuubele al volumen carajoooo!



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miércoles, 18 de julio de 2012

Artetipos #67.


PORTADA


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Adagio contra mi país

Adán Santamaría Ochoa

… dice mi padre que un solo traidor puede con mil valientes;
él siente que el pueblo, en su inmenso dolor
hoy se niega a beber en la fuente clara del honor.
v
Alfredo Zitarrosa, Adagio a mi país.

El sabor de desconsuelo y la certeza de que en México no puede ocurrir nada limpio en política, quedan al ver en perspectiva el periodo de las campañas electorales y de las elecciones para designar a diversos funcionarios públicos, ocurrido en julio de 2012. La pobreza de las propuestas hechas por candidatos que -el que más, el que menos- son o ignorantes, o delincuentes sociales o miembros de cárteles políticos coludidos con lo peor que tiene el país: su clase política. Me da asco y vergüenza ser mexicano. Tengo la certeza de que lo que queda del país es un proyecto de suicidio colectivo muy exitoso. Tengo miedo de salir a la calle, de encontrarme con el vecino que anda armado o con los jovencitos que me pusieron una pistola en la sien para sacarme casi nada de la bolsa en la puerta de mi casa. No he hecho nada para que esto ocurra, mi vida ha transcurrido en la cultura, el fomento a la lectura, la difusión de las ideas, de la libertad intelectual, de la inteligencia. Los panistas de El Yunque me han despedido de mi trabajo ¡por no declararme creyente de Cristo crucificado! Veo el país que habito y no es en el que yo nací. Las cosas están de plano descompuestas y lo único que habita en mi ser son las ganas de huir a algún lugar a donde no conozcan el nombre de México.

Lo ocurrido en las elecciones de 2012 lo único que ha logrado en mí son las ganas de no hacer nada más por México ni en México y no me he ido porque no tengo dinero para hacerlo. La noticia de que el ganador de la presidencia de la República es un personaje de telenovela que nos hará padecer un régimen de neofascismo en versión charra, me asusta, me desanima, me aterra. El cártel priista que dice que ganó las elecciones, pero que hizo trampa, nos amenaza con una pax draconiana o porfirista: el que se mueva no sale en la foto y se va a la cárcel, como en Atenco, previa violación con tolete. López Obrador, con todo y el tufo de zurda -porque en México falta mucho para que haya izquierda- que lo acompaña, no era el proyecto de Estados Unidos ni de sus aliados. La etapa superior del imperialismo, que eufemísticamente llaman mercado, ha decidido que el pueblo no existe, que no debe contar ni participar en la elección de sus servidores, que no autoridades.

México está en un momento muy delicado, porque no cuenta con los elementos para hacer un cambio que signifique el bienestar de la mayoría. Lenin, aunque a muchos no les guste, dijo una gran verdad: la masa está desarticulada, desinformada, debilitada, ignorante, desorganizada. Su estado no es capaz de sustentar ningún cambio permanente y consistente hacia un mejor país. De hecho, esto no es un país, sino una parcela de más de 2 mil kilómetros cuadrados, encomendados a un cártel que usufructuará los beneficios de sus recursos, humanos, materiales y financieros. El epiléptico de Simbirsk dijo que para que la masa se convierta en pueblo había que hacer un trabajo de educación, para que el pueblo esté articulado, informado, fortalecido, sepa qué hacer con su destino y sepa organizarse para lograrlo. Este trabajo de educación estaría a cargo del Partido Comunista Soviético. Lamentablemente este órgano educativo se volvió un Estado represor, absolutista, corrupto, enorme e ineficiente. Pero la tesis de Lenin es brillante: convertir la masa en pueblo. No suena mal. Gabriel Zaid, el hombre de quien Octavio Paz dijo que era la persona más inteligente que había conocido, dijo que México no necesita otro gobierno: necesita otro pueblo. Y para que esto ocurra, lamentablemente creo que deben pasar cosas punto menos que atroces, descarnadas. Algo así como un baño de sangre, una catástrofe que abarque a la nación entera para que recapacite. Europa recién se está integrando más o menos pacíficamente después de un sinnúmero de conflictos armados locales y tres continentales que pusieron en riesgo la integridad hasta física de los países de este continente.

La vocación de masoquistas de los mexicanos es notable, es detestable. Odio a los pobres. ¡Pobres pobres! Han cambiado una tarjeta de Soriana por una oportunidad de desarrollo. El proteccionismo del asistencialismo le ha ganado a la promesa del desarrollo, de la posibilidad de tener organización y trabajo. La huella de Martha Sahagún y de los panistas ha hecho mella en la masa. Odio su mezquindad, su cortedad de miras, su debilidad. Son la masa sin cantera. Son la vergüenza de la desorganización, del miedo colectivo, son los padres/madres de los lidercillos, de los padrotes de los grupos sociales, de los que los desprecian y, sin embargo, los utilizan y les son indispensables para lograr sus cochinadas. ¡Qué vergüenza de gente tenemos! ¡Qué indignante ver a estas masas de imbéciles ante la gloria que tuvimos en las magníficas culturas de los olmecas, de Teotihuacan, de Tenochtitlan, de Cacaxtla, de Tula! Nuestro pasado prehispánico nos habla cada vez más fehacientemente de grandes culturas organizadas sabiamente. Sin pretender que fueron supermanes con plumas ni participar del esoterismo barato de los mexicayotes de la mexicanidad, estos ancestros nuestros comportaron un desarrollo sorprendente. Teotihuacan era tan compleja, guardando las proporciones, como Nueva York, ¡una ciudad pluricultural y pluriétnica que sostenía relaciones con gente de Alaska y de Tierra de Fuego y que trazó línea política, religiosa, militar y comercial por más de 900 años en Mesoamérica completa! Supieron armar un mosaico político ordenado y digno. No desprovistos de abusos y de los subproductos de las guerras, el saldo entre ellos fue mucho más positivo que negativo. ¿Cómo se perdió? ¿Qué ocurrió para que hoy tengamos estas masas de holgazanes, ignorantes, imbéciles, manipulables, prescindibles? Son como los describe Eduardo Galeano en Los nadies:

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.
Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.
Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:
Que no son, aunque sean.
Que no hablan idiomas, sino dialectos.
Que no profesan religiones, sino supersticiones.
Que no hacen arte, sino artesanía.
Que no practican cultura, sino folklore.
Que no son seres humanos, sino recursos humanos.
Que no tienen cara, sino brazos.
Que no tienen nombre, sino número.
Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.
Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

(El libro de los abrazos, Siglo XXI Editores, México 1991, pág. 59.).

Hace unos años yo pensaba que Carlos Fuentes había exagerado, como a veces muchos escritores lo hacen, abusando del lenguaje y acentuando una realidad quizá perceptible para seres hipersensibles como él. Hoy pienso que se ha quedado corto en este trozo de postal que nos ofrece hace no mucho tiempo:

Las heridas de México se asoman por todas partes. Unas son muy antiguas y parecen haber cicatrizado. Otras, a pesar de su antigüedad, aún no se cierran. Las más recientes se confunden con las más viejas. Las más dolorosas son las que laten bajo la piel del país, a punto de brotar y mezclar su sangre con la de las demás; México es una sola, larga herida, un muro tatuado de metralla, un nopal cortado a navajazos, un altar de lágrimas doradas.

(Les carnets mexicains d´Henri Cartier-Bresson 1934 - 1964. Escrito en 1995)


Hoy pienso que México es como los alcohólicos: nunca hará nada en su propio beneficio hasta no tocar fondo. No quiero ser pájaro de mal agüero, pero si se revisa la historia, México se parece mucho a pueblos que no aprendieron la lección de la pacificación y del acuerdo social y político hasta no padecer dictaduras como las de la Cortina de Hierro o la de España, por ejemplo. Que Dios los bendiga. Yo me voy a la primera que pueda…


… en mi país somos duros
el futuro lo dirá.

Alfredo Zitarrosa, Adagio a mi país.




04 y 05



Editar a Malcolm Lowry

Son varias las razones por las que un libro como el Archivo Lowry, de Raúl Ortiz y Ortiz (Instituto de Cultura de Morelos, 2011) trasciende las circunstancias temporales de su publicación. El motivo principal es que este libro representa un nuevo acceso a la obra del autor de Bajo el volcán que sirve para dar otra lectura a ciertos aspectos de esta novela tan importante para México.

Malcolm Lowry (1909-1955) es el tipo de novelista que logra dar en sus libros una experiencia de lectura orgánica en estrecha relación con su experiencia vital, lo que lo ha  mantenido vivo en el interés de sus lectores no sólo por su calidad literaria, sino también porque parece mostrar siempre un ángulo nuevo desde dónde observarlo a él y a su obra. En este sentido, “Bajo el volcán”,  el cuento que Lowry escribiera en 1936, en su primera visita a México, es un punto de quiebre a partir del cual cambiará toda su obra narrativa. Escrito a partir de una experiencia personal, la narración puede verse como el testimonio de un hombre muerto a la orilla de la carretera, circunstancia que será el germen de una cantidad de rasgos que más adelante Lowry desarrollaría a plenitud en su gran novela y en obras posteriores como Oscuro como la tumba donde yace mi amigoLa mordida, al igual que en muchos poemas de tema mexicano. Se trata del famoso capítulo VIII, del que el mismo Lowry había dicho a su editor Johnathan Cape en 1946: “…pienso que se trata de uno de los mejores capítulos; a pesar de que requiere una lectura cuidadosa, el lector quedará recompensado. El hombre que muere en el camino junto al caballo herrado con el número 7, es, por supuesto, el individuo que habíamos visto sentado en la pulquería en el IV, que ha aparecido cantando en el VII cuando el Cónsul se identifica con él. Es evidentemente la humanidad entera que agoniza…”
En 2006 el Instituto de Cultura de Morelos publicó en un pequeño volumen el cuento “Bajo el volcán”, traducido por Raúl Ortiz y Ortiz, quien es también el traductor de la novela, con un ensayo del novelista mexicano Juan García Ponce. Ambos textos habían sido publicados por primera vez en el número monográfico que organizó Jaime García Terrés en la Revista de la Universidad, como un homenaje al escritor inglés en noviembre de 1964 para celebrar la traducción de Bajo el volcán, publicada por la editorial ERA. A partir de la edición del cuento en 2006, en el estado de Morelos y en particular en el Fondo Editorial del ICM, ha habido un renovado interés por publicar nuevos materiales de la obra de Malcolm Lowry y dar a conocer facetas poco conocidas de su obra y su persona.

La elaboración de un libro como el Archivo Lowry  implicó diversos  trabajos y la participación de varias personas. A partir de una idea que se fue modificando a medida que se elaboraba el libro, al tiempo que iban apareciendo nuevos materiales en los archivos del maestro Raúl Ortiz y Ortiz, el resultado acabó siendo muy distinto de la propuesta inicial. Como participante en la elaboración de este libro, además de haber tenido un peculiar acercamiento a la obra de Lowry debido a las circunstancias de edición, pude darme cuenta del enorme trabajo que hubo que realizar para llevar a cabo un libro como éste, en el que todo un grupo de gente participó en la consecución de una cantidad de aspectos convergentes.

En primer lugar, cabe mencionar el trabajo que el poeta Alfonso D’Aquino realizó en la coordinación de los distintos aspectos que estuvieron en juego para la consecución del libro: desde el impulso inicial para llevar a cabo esta edición, la asesoría en cada uno de los trabajos técnicos, hasta la realización del diseño editorial, en el que cobra relevancia lo que podríamos llamar el montaje de los distintos materiales que componen el libro. Por su parte, Ángel Cuevas, coordinador editorial del Instituto de Cultura de Morelos, y quien ha estado encargado de organizar y clasificar los distintos materiales que componen el archivo del maestro Ortiz y Ortiz, hizo de ellos una selección de los más atractivos para armar, escribió las notas a la correspondencia entre Margerie Lowry y Ortiz y Ortiz y elaboró la bibliografía y la cronología de Malcolm Lowry. También contribuyeron de distinta manera las siguientes personas: Francis Marmandre y Carlos Miranda, en las entrevistas hechas a Raúl Ortiz y Ortiz;  Bob Schaljkwijk, con las fotografías de distintos sitios de Cuernavaca; Óscar Menéndez, con los fotogramas de su documental Malcolm Lowry en México (1987). En la parte técnica se contó con la colaboración de Julia Jayme en la digitalización de manuscritos y con la de Elvia Campuzano en el retoque de las imágenes. Asimismo, cabe señalar que la traducción de la correspondencia entre Raúl Ortiz y Ortiz y Margerie Lowry fue realizada por Ezequiel Ramos Aparicio. En cuanto a mi participación, además de encargarme de los aspectos técnicos de formación y cotejo de los materiales, trabajé como asistente de D’Aquino en las distintas etapas del proceso editorial, entre las que destacan la selección y la organización de los textos y los materiales gráficos a fin de diseñar con todos ellos el libro tal y como quedó.

Cabe señalar que el Archivo Lowry, publicado dentro de la serie La Sombra del Viajero, participa de las características que dicha colección impulsa desde hace más de tres años al publicar obras poco conocidas de escritores mexicanos y extranjeros que han vivido en el estado de Morelos,  presentando junto con ellas, textos indirectos y materiales gráficos que de otra manera seguirían permaneciendo ignorados y volviendo  a poner en circulación a sus autores en el panorama editorial actual. Así, los títulos que la componen van abasteciendo una llamativa y acertada serie de libros sobre tema mexicano: Homero en Cuernavaca, de Alfonso Reyes, Gethsemani Ky, de Ernesto Cardenal, Pueblo rechazado, de Vicente Leñero, Un drama en México, de Julio Verne y Fascinación por México, de Gutierre Tibón, así como la primera edición de El Zarco, de Ignacio Manuel Altamirano en Morelos. De esta forma, Archivo Lowry integra casi todos los registros que un lector contemporáneo requiere para enriquecer su experiencia de lectura: evidencia documental de la labor de traducción al español; herramientas bibliográficas para acercarse a su lectura; entrevistas; una nutrida sección iconográfica e incluso, debido al montaje de los materiales, una trama novelística latente.

Además del deleite que implica la lectura y el acceso a ciertos documentos y materiales de la célebre biblioteca del traductor de Bajo el volcán, el Archivo Lowry abre algunos grados más el ángulo de perspectiva con que se lee la obra del escritor inglés en nuestro país. Este impulso editorial va rindiendo frutos al marcar una pauta que ha derivado tanto en la reanudación de la entrega del premio de ensayo “Malcolm Lowry”  (interrumpido desde 2006), como en la publicación de distintos libros, como es el caso de Cuauhnáhuac: el bosque de símbolos (ICM, 2009), de Francisco Rebolledo y la publicación de México y otros infiernos (ICM, 2011) integrado por poemas de Lowry de tema mexicano en una edición bilingüe traducida por el novelista Juan Tovar. A los libros publicados se suman diversos proyectos en proceso que prometen seguir sorprendiendo a sus lectores con materiales desconocidos del escritor inglés durante sus distintas estancias en México, tanto en Morelos como en Oaxaca.

 El logro de los editores ha consistido en haber hecho que los materiales no sólo tomaran la forma de libro sino que además fuera un volumen que se puede leer como un archivo real dentro de una dinámica de documental cinematográfico, que ofrece tanto nuevos acercamientos a aspectos ignorados de Lowry y su obra, así como momentos enigmáticos que invitan a su relectura, haciendo eco de recursos novelísticos que enlazan de manera inusitada los materiales. En este sentido, el Archivo Lowry es fiel al trabajo creativo y editorial que el escritor inglés dedicaría a su principal novela, quien decía a su editor Johnathan Cape que  Bajo el volcán lo había “diseñado, contradiseñado y soldado de tal modo que puede leerse un indefinido número de veces, sin agotar todos sus sentidos, su drama o su poesía…”.


Marco Antonio Cuevas

 Archivo Lowry
Raúl Ortiz y Ortiz
Instituto de Cultura de Morelos, 2011
p.p.288



Lo que el diablo me dijo…
Osvaldo Bayer, Antorcha y la Expropiación Anarquista


-ángel armenta lópez

Osvaldo Bayer es uno de los periodistas más importantes, pero no por ello aceptado en la Argentina, es uno de los anarquistas más constantes en América Latina; estudiado en Alemania, regresa a su país para dirigir algunos periódicos como “El Clarín” y “La Chispa”, fue quien autodenominó el primer periódico independiente de la Argentina y la revista “Todo es historia”. La cúspide de su carrera e ideología se vio reflejada en esta misma revista donde publicó las primeras investigaciones de la matanza de obreros en  su país natal, investigación que más tarde se convertiría en el eje de su primer libro “La Patagonia Rebelde” y tiempo después, una de sus obras más importantes para los anarquistas “Los Anarquistas Expropiadores”, una obra que registra los sucesos ocurridos en Argentina, Uruguay, Cuba y México, con respecto a la violencia y el intento de revindicar la anarquía en el sur del continente. Osvaldo Bayer cuenta con un sinfín de libros, artículos y guiones para cine, por ejemplo “La Amiga” y “Amor de América” en 1989, en el 91,      “El Vindicador” en una coproducción Alemania-Argentina, y regresando a las letras, en 1998 se reedita en editorial Planeta, el libro “Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia” donde se plantea el uso de la violencia en contra del Estado.

Y aquí, la segunda parte importante de este texto, la banda de rock mexicana Antorcha, quien en el año de 1976 deciden separarse, no sin antes hacer un disco de rareza para los temas de aquel tiempo, es verdad que bandas como Pace and Love o Love Army, ya hacían rolas de protesta y mensaje subversivo, pero ninguna como tal había empleado un disco completo a la ideología anarquista. Así  Agustín Cortés, Gonzalo Lara, Chantal López y Omar Cortés junto con Víctor Motta y Alberto Salcedo, en un periodo de 5 meses aproximadamente, lograron copilar diálogos de la película “La Patagonia Rebelde”, que proporcionó Ricardo Mestre, fragmentos de la canción “Hijos del Pueblo”  así como la canción “Amarrados a la Cadena”, canción que compusieron anarquistas presos en Montjuich Barcelona y que gracias a Bayer el material fue utilizado de un modo más accesible a los jóvenes, y a todos aquellos a quienes les caía el disco en las manos.

Esta disco titulado “Anarquismo”  recopila desde canciones de rock, milongas, tangos y breves explicaciones de cómo nació y se propagó el movimiento anarquista, una obra realmente tentativa y sugestiva para estos tiempos y los que vienen, los anarquistas son a los que más ha temido el Estado, y es que ya no se trata de cómo luchar o cómo no luchar, sino de como VIVIR, buscar a toda costa la conciencia y la humanización de nuestra vida, ante la deplorable situación del Estado. La música, la palabra, la reflexión y el acto serán las mejores armas contra el orden establecido, definidamente, en estos tiempos tan oscuros para nuestro país, debemos cerrar el puño y preguntarnos, ¿Qué hacer con aquellos que nos quieren destruir?


06


Estado laico en México

Entrevista con fray Julián Cruzalta
Ricardo Venegas

Teólogo y especialista mexicano en temas de fe, política y Estado laico, fray Julián Cruzalta es profesor de moral social y moral sexual. Participó recientemente como experto en Estado laico en la Asamblea constituyente de Bolivia y en la de Ecuador.

Comentabas que el Estado laico tiene nociones más amplias…

Empiezo por decir qué no es el Estado laico, se dice que es un Estado sin valores, sin ética, lo cual no es cierto. Sí tiene valores, lo que no tiene es una moral religiosa, que es diferente. Es una ética de mínimos, y estos mínimos valores son un conjunto que forman el patrimonio común de una sociedad, independientemente de su religión, por eso la República se construye con una ética pública que va más allá de las morales religiosas, no va contra ninguna moral religiosa, pero el Estado laico no se basa en ninguna moral religiosa sino en una ética pública. Es un Estado de valores y son los de la democracia, de respeto al mundo plural diverso: pluralidad religiosa, sexual, étnica, cultural… Sus valores son cada uno de los derechos humanos y todos los derechos humanos en sí. Sí tiene valores y ética.

Se ha dicho que es un estado anárquico, ultra libertino…

Eso no tiene sustento, ya que permite el máximo desarrollo de las personas y de los grupos porque sujeta al marco de la ley a todas las personas y a todos los grupos, recordemos que el Estado es una abstracción jurídica, por lo tanto, no puede tener creencias, son las personas las que tienen creencias, tampoco va a misa, van las personas, el Estado laico respeta la libertad religiosa y la libertad de conciencia. No es un estado antirreligioso. Las iglesias tienen derecho a participar proponiendo leyes, pueden opinar pero no pueden imponer su visión, por lo tanto, el Estado no puede apoyarse en las iglesias.

Se dice que es relativista, sin valores absolutos, sin ninguna verdad fundamental…

Acordémonos que este es un problema epistemológico, las verdades se construyen, se analizan, se interpretan, se observan dependiendo de la situación, de la edad de la persona, de la edad del conocimiento fechado y sexuado, no hay una verdad absoluta y plena. El Estado trata de respetar todas estas interpretaciones de la verdad, por eso las democracias son regímenes deliberativos donde se respetan todos y cada uno de los derechos humanos, ahí está precisamente el asunto de la libertad de pensamiento, de expresión, de la libertad de asociación, son valores democráticos, por eso es el que promueve el ejercicio de las libertades, lo afecta, es un proceso y es diferente a  la secularización, este es un asunto de las personas en una sociedad, el Estado laico es una institución del estado. Para ser democrático, tiene que ser laico, sino, no es democrático. Entonces sí hay una separación orgánica de funciones y autonomía administrativa entre las iglesias y el estado. El Estado laico tiene neutralidad e imparcialidad ante los contenidos religiosos, no opina en asuntos religiosos.

Sin embargo se le ha visto con una óptica católica, se le ha canonizado…

México en América Latina es uno de los países con más tradición. Esto no significa que sea un valor absoluto, no somos un estado religioso, pero en los últimos años nos hemos comportado -no de derecho-,  pero sí de hecho, como un estado religioso, en el cual las diferentes iglesias tratan de que sus verdades religiosas, los contenidos de su religión, sus dogmas, pasen a las leyes; un estado sin dogmas no lo puede permitir porque la moral de quién se va a volver la moral del Estado, se agrede a otras morales, porque en el terreno de la moral hay muchas morales y la ley es una para todos; un Estado que basa sus leyes en la moral agrede otras morales, a veces se nos dice en México que se va a privilegiar la moral de la mayoría, el problema es que el Estado está para garantizar los derechos humanos a mayorías y minorías, está obligado a garantizarlos a todos. Se violaría esto cuando la moral de las mayorías se vuelve la moral del Estado. Está muy clara en el Estado mexicano la separación de funciones, las iglesias pueden opinar y participar en procesos electorales, pero no pueden imponer ni pedir nada a los votantes, lo que no existe es el voto católico.

Asistimos a una gran campaña del feudo religioso, para muestra tenemos la visita de Benedicto XVI a México, que Carlos Fazio ha llamado “la guanajuatización de México” en su libro más reciente…

A los organismos del estado les toca garantizar el Estado laico, el COFIPE es muy claro en los asuntos de delitos electorales, a la Secretaría de Gobernación le concierne garantizar esto, pero en los casos en los que ha habido violación en asuntos electorales ha permanecido en silencio o han sido insignificantes las multas, es muy parcial porque se le olvida que estamos en un Estado laico y funciona como institución de Estado Católico Romano. Se tiene que tener mucho cuidado en la participación activa de las iglesias, pero sin violar la ley.

Ha perdido credibilidad la Iglesia por sus intervenciones contra el Estado laico…
Hay una serie de problemas que traen un grave desprestigio a la imagen pública de la Iglesia católica romana. Hay una relación entre el desprestigio de esta iglesia y los derechos humanos:  Hoy la gente no quiere caridad sino respeto a sus derechos, una institución que se proclama maestra en la defensa de la dignidad humana está siendo golpeada porque resulta que es incoherente, hay una incongruencia entre lo que dice y lo que hace, por desgracia son muchas iglesias las que la acompañan en esta incongruencia del bien común, de la búsqueda de la verdad, hay intereses de parte de todas las iglesias y el Estado debe ser el garante en esta separación entre la Iglesia y el Estado, porque aún en esto hay diversidad.



 07




Inauguran “La Aventura” de
Leonel Maciel en el Borda

El pasado viernes 13 del mes en curso, en las salas José María Velasco y Rufino Tamayo del Centro Cultural Jardín Borda, se dieron cita decenas de espectadores -entre los que se encontraban familiares, amigos y miembros de la comunidad artística-, para acompañar al pintor guerrerense Leonel Maciel en lo que fuera la inauguración de “La Aventura”, muestra de su obra pictórica que estará abierta al publico hasta el domingo 19 de agosto.


Maciel

Leonel Maciel nació el 21 de marzo de 1939, en el municipio de Petatlán, Guerrero. Estudió en la Escuela de Pintura, Escultura y Escultura “La Esmeralda”, del Instituto Nacional de Bellas Artes, en México, D.F.
Es un dedicado lector e investiga los temas que se propone manejar, sean históricos, mitológicos o de otra índole. Aunque siempre hay lugar para la fantasía y los aportes de la naturaleza, como ocurre en esta serie barroca hasta el delirio, delirante hasta la ternura. La pintura de Leonel Maciel es puro gusto. Este antropólogo de las comidas atesora las especias recetas y saberes sin tener que viajar hacia las Indias, si no llegando directamente desde el corazón de América. En sus trabajos, la luminosidad es clave. Orgullo indígena ancestral habita en la personalidad de Leonel y se revela como estructura de sus obras.

Ha expuesto su obra en diversos países: Islandia, Estados Unidos, Francia, Japón, Portugal, Venezuela, Brasil y Guatemala. Así como en diferentes estados de México: Guadalajara, Morelos, Michoacán, Aguascalientes, Ciudad de México, por mencionar algunos.

Actualmente Leonel Maciel vive en Morelos, donde asegura haber encontrado un espacio tranquilo que le permite inspirarse en sus creaciones.


Leonel Maciel
Dionisio Morales

La obra pictórica de Leonel Maciel, después de más de cincuenta años de labor, y de haber viajado por varias partes del mundo, recorre algunos registros temáticos que nos hablan de su visión interior nacida en la mirada natural de sus ancestros; también nos hace partícipe, con formas, coloridos y resoluciones modernas y extraordinarias, de un universo vasto, atrapado en la contemporaneidad de sus propuestas con técnicas –pintura, dibujo, grabado, sobre todo- de siempre, pero con un aliento libertario y novedoso.

Desde sus inicios, los temas de su obra son variados, es cierto, pero nunca pierde, abandona, o deja de lado su reciedumbre pictórica basada en un dibujo íntegro y solidario y en un deslumbrante conocimiento de los colores. Los colores de Leonel Maciel –no importa que sean oscuros-, desde siempre, nos hablan de una luminosidad esplendorosa, como un canto a la vida, un tributo a la naturaleza. Dentro de este panorama, ha sabido manejar con maestría el arte figurativo y el arte abstracto, dos puntos que  algunos consideran irreconciliables en un mismo pincel.

El viaje por la exposición de la obra de Leonel Maciel nos sumerge en un mundo diversificado por sus temas, en donde encontramos manejadas con maestría, gracia y sapiencia, las técnicas más cercanas a su expresión: el íleo, la acuarela, el collage, el grabado, la serigrafía, el dibujo, entre otras. Dentro de  estas propuestas pictóricas sobresalen su pasión por el eterno femenino; el paisaje de la naturaleza que se funde con el paisaje humano y del corazón; la sensualidad, el erotismo, la cachondería, y la pornografía –que no son la misma cosa-, y que van, con un sentido nuevo, de la célebre dibujística japonesa al Kama-sutra indio. En casi toda esta obra acompaña a los cuadros de Maciel su corrosivo y divertido sentido del humor, que trastoca todo lo que toca, todo lo que ve, todo lo que imagina.

Leonel Maciel inicia su obra pictórica cuando estaba en su apogeo, con varios años de retraso en México, el abstracto, allá por los años sesenta. En las pinturas abstractas que en esta ocasión nos presenta el artista, nacido guerrerense pero con un relevante sentido universal, estamos ante una obra deslumbrante, moderna, visionaria, geométrica en sus profundidades, que con el conocido dominio de su paleta y de un talento expresivo que lo sitúan en un primer plano en la pintura contemporánea de México, hurga el no siempre conquistado mundo de la poesía.  


08






martes, 3 de julio de 2012

Seminario cultural

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Antonio Machado



Artetipos
#66

Portada, Leonel Maciel pintando



02



03




Leonel Maciel, pintor

Efrén Galván     

Ser bipolar no es para mí, necesariamente, una desventaja, más bien puede ser una gran virtud; este término -déjenme plantearlo así-, proviene de la calificación, o mejor dicho, de la descalificación del juicio -más bien del prejuicio-, de muchos que viven (o vivimos) en la media de los mediocres, de los tibios, o más bien de los aburridos. De los que le temen al cambio, los que le temen a los extremos, proviene de los que se alejan del  dolor y por tanto, le temen también al riesgo implícito que contiene el placer. De los que deciden instalarse en una vida gris y burocrática, que le temen a lo inesperado, a las subidas no medidas o planeadas, y por supuesto, a las escalofriantes bajadas. Los que se apegan a la seguridad en todos los sentidos: Finalmente los que prefieren en una feria, los caballitos, el carrusel, que la montaña rusa .Y  que por tanto viven una vida de hueva, la verdad.
          En estos términos Leonel es bipolar. Leonel acepta y se enfrenta a  los extremos, es más, los provoca, los busca o mejor dicho, le caen encima; acepta el dolor y la soledad, pero también busca y procura la compañía, la amistad, y por supuesto el placer y la fiesta, acepta el riesgo del placer. Leonel opta por el cambio, el proceso, lo inesperado, lo incierto. La vida para él no es una partitura o un guion, él prefiere la improvisación, sin ensayos, aunque, también es rígido en su vida y en su trabajo plástico... o mejor dicho, es terco.
          Todos los sentidos los ejercita a diario, pero lo suyo, lo suyo… es el café (negro),  la comida (toda), el sexo (opuesto), y por supuesto la pintura.
          Pero Leonel es pintor por casualidad (¿o destino?) de cualquier manera, él no lo buscó, no le tocaba, no le interesaba ser pintor. Él nace en el rancho La Soledad, pesca en el rio, duerme en palapa, sigue en directo el ritmo de la naturaleza, sin electricidad, ni agua caliente, sin escuelas, sin radio o televisión (¿como pa´qué?)  No necesita más, tiene toda la naturaleza como jardín. Una madre (rígida, severa e infinitamente tierna... por dentro) que le enseña a leer y a escribir. Un papá campesino, que le muestra cómo se vive amistosamente con la naturaleza y sin quererlo, cómo disfrutar profundamente la fiesta. ¿Qué más se puede pedir? ¿Para mi?, nada.
          Pero la vida le juega una mala y muy buena pasada; por angas o por mangas llega (todavía niño) a la capital más grande del mundo (el DF), y se apantalla, se deslumbra, se lamparea como conejo y con mucha razón, la ciudad la padece profundamente, sí... y al mismo tiempo, también  la disfruta, y tal vez la disfruta y aprovecha mucho, mucho más que la padece, vive o sobre-vive de milagro y vendiendo por la noche dibujos eróticos en las calles del centro histórico, o afuera del Teatro Tíboli. Se forma académicamente sí, pero su propia historia lo templa, le enseña y lo entrena mucho más, y mejor que la academia.
          Tal vez por todo esto Leonel (disfruta y sufre) pintando, (sufre y disfruta) viviendo. Tal vez por esto, vive como vive. Sin pareja (permanente) sin celular, sin carro, sin computadora, sin internet, y demás aparatos tecnológicos (lo cual para muchos, es totalmente imposible e inaudito)... Disfruta y sufre como Neanderthal, pintando en su cueva-casa, caballos, comida, mujeres, diablos- brujos. O cocinando para sus amigos, sin receta fija, un exquisito "cuche-relleno", relleno de todo, incluyendo el dolor, sí... pero principalmente, relleno de placer.




04-05


Siguiendo las huellas de Lowry
                                          Alfredo Cabildo

      En 2011 el Instituto de Cultura de Morelos puso en circulación un libro titulado Archivo Lowry. Firmado por Raúl Ortiz y Ortiz quien fuera traductor de Bajo el volcán. Sin duda, está destinado a convertirse en una pieza clave para todos los seguidores de la obra de Malcolm Lowry, que en nuestro país, y en otras latitudes, se cuentan ya por legiones.
            Podríamos comenzar con la pregunta: ¿Qué es el Archivo Lowry? A lo que puede responderse de las siguientes maneras: una novela biográfica, un rompecabezas literario, una investigación documental, un homenaje a su principal traductor al español, que nos muestra el resultado de su dedicación al autor inglés durante más de cincuenta años… Y de verdad es la combinación de esto y algunas cosas más, todo gracias a las virtudes de la edición.
 Es necesario también prevenir al lector de que no se trata de un material que pueda ser asimilado de una sola vez o de manera sencilla, pues las partes que lo componen dan nuevos puntos de partida cada vez que uno lee sus páginas, de manera que al ir comprendiendo poco a poco el mecanismo del libro, nos vamos sumergiendo placenteramente en la diversidad de materiales escritos y visuales que nos muestran aspectos poco estudiados de Malcolm Lowry.
            Una somera descripción de su contenido y un breve análisis del mismo servirán, sin duda, para que aquellos fanáticos lowryanos que aún no cuentan con un ejemplar, puedan percibir la importancia y el gran aporte que significa esta edición para una mejor comprensión de una de las obras más importantes en la narrativa del siglo XX, sobre todo en lo que toca a nuestro país,  la colosal novela Bajo el volcán.
Siguiendo una lectura lineal de las piezas que componen el Archivo Lowry, lo primero que encontramos es el cuento titulado “Bajo el volcán”, germen narrativo de la novela y que después ocupará el capítulo ocho de la misma. Este relato preludia una influencia que se extendería a un nivel insospechado a lo largo de las ediciones que se han hecho de la obra de Lowry. El cuento se originó, como gran parte de la obra de este autor, a partir de una circunstancia autobiográfica. En el año de 1936, después de un largo peregrinaje por lugares tan distantes entre sí como Bombay, Singapur, New York y Hollywood; llega Lowry a la ciudad de Cuernavaca. Se trata de un joven y brillante escritor que en ese entonces apenas empezaba a ser conocido en su país por su primera novela titulada Ultramarine. El rasgo autobiográfico constituye una de las claves más importantes para acercarnos a la obra del escritor inglés, ya que es enorme la importancia que tienen los elementos autorreferenciales en la obra de Lowry, para quien vida y literatura estaban siempre unidas. El mejor ejemplo de esto es el Cónsul, el personaje principal del cuento y la novela, ese ebrio quijotesco, extranjero y caído en desgracia, que es en buena medida el reflejo de su autor. Esta situación lleva a Lowry a encarnar la imagen del artista que vive y bebe para escribir, ya que como lo dice Juan García Ponce en un ensayo sobre su obra: “…Bajo el volcán es una de esas novelas estrictamente personales, que nos lleva a su creador de una manera inevitable”.
La siguiente parte del libro corresponde a una serie de manuscritos del autor inglés  y de algunas de las traducciones de Ortiz y Ortiz. Las imágenes del manuscrito mecanografiado y vuelto a corregir con múltiples cambios marcados por el traductor, denota una de las maneras en que se presenta el aspecto visual de este libro; así; no sólo vemos el capítulo nueve tachonado por el perfeccionismo del traductor, quien por cierto nos cuenta que corrigió su traducción en el Monasterio Benedictino de Santa María de la Resurrección en Morelos. También tenemos los manuscritos en los que está presente el Lowry viajero, representado en su grado más creativo, al que podemos ver en algunos ejemplos que se exponen en este apartado, como el menú sobre el que escribió y dibujó y que está descrito en una memorable página de su novela o algunas de sus notas con ideas para el final.
Encontramos en este libro una selección muy interesante de cartas, la primera de ellas la dirige el escritor a su abogado y resulta especialmente importante porque este texto está en el origen de la novela de Lowry titulada La mordida (inédita en español), en la que cuenta la desafortunada experiencia de su segundo viaje a México, acompañado de su esposa, quien también fue novelista, Margerie Bonner Lowry. De esta novela, en el Archivo Lowry  está reproducido el primer capítulo en su manuscrito original sobre el que trabajaron Ortiz y Ortiz y la viuda de Lowry varios años después. La inclusión de estos materiales añade otro punto de interés pues además contribuye a hacer más atractivo el aspecto visual del libro al permitirnos observar de manera directa el work in progres implícito en una obra de esta envergadura. Como queda de manifiesto en el título elegido por Lowry en esta novela, algunos de los aspectos que sobresalen son la prepotencia y corrupción de las autoridades mexicanas de las cuales el escritor fue víctima injustamente una y otra vez.
También se reproducen algunas cartas entre Margerie Lowry y Ortiz y Ortiz mediante las que se puede apreciar el inicio, florecimiento y maduración de una relación de amistad. Además, gracias a ellas nos enteramos del proceso de traducción y las dificultades para la publicación de Bajo el volcán
 A partir de la sección de entrevistas con Raúl Ortiz y Ortiz (hechas por Francis Marmande y Carlos Miranda), el Archivo Lowry se concentra cada vez más en la presencia y la labor del traductor. Se le puede ver con cierta cercanía y descubrir en él al hombre de letras, al melómano empedernido, al cinéfilo conocedor y al gran conversador que resulta ser Ortiz y Ortiz, por lo que podemos observar en sus respuestas. Así, no solo tenemos la impresión de acceder a su archivo, creado a través de años de paciente labor, sino también la de estar  asistiendo a uno de sus cursos o en su casa, pasando los ojos por su biblioteca y por las imágenes que ha coleccionado con devoción.
Complementan esta edición una bibliografía extensa de obras de Malcolm Lowry en una gran cantidad de traducciones, además de una bibliografía indirecta bastante nutrida y pertinente, encontramos también una cronología con algunos de los acontecimientos más importantes en la vida y obra del autor de Bajo el volcán.
Finalmente, hay que destacar el apartado dedicado a la iconografía, a través de cuyas imágenes podemos ver una especie de documental de la estancia de Lowry en Morelos. En especial llama mi atención una fotografía del autor en su primer viaje a Cuernavaca en la que aparece acompañado por su primera esposa Jan Gabrial. En esta foto me parece reconocer al personaje de Yvonne tal y como la describe Lowry en las páginas de su novela. También resultan atractivos los fotogramas tomados de la película que John Huston rodara en 1984 a partir de  Bajo el volcán, especialmente la fotografía del juego mecánico conocido como “martillo”, en el que se reconoce claramente “la máquina infernal” de la trama. Otras fotografías interesantes son las que muestran a Raúl Ortiz y Ortiz en Essex Inglaterra, frente al lugar donde el escritor tuvo su última casa llamada The white cottage y frente a su tumba, cual ferviente seguidor del culto lowryano.
 La publicación del Archivo Lowry es una ocasión de celebración para los lectores de este escritor. Aquí está a la mano un acercamiento múltiple al autor y a su traductor, a su vida y a su obra. Este libro abre nuevos caminos para acercarnos a su figura, que, por lo visto, no dejará de sorprendernos nunca.

                              

Archivo Lowry
Raúl Ortiz y Ortiz
Instituto de Cultura de Morelos
2011
288pp.




Lowry: viajero de sí mismo

Diana del Ángel

    La obra de Malcom Lowry se reinventa y actualiza con los años. Aunque es más conocido como novelista, también escribió poesía. Bajo el volcán (1947) atrajo pocos años después de su publicación el interés de la crítica y del público, de ahí que se considere su obra maestra. Como es bien sabido, esta novela fue inspirada por su estancia en México, particularmente en Cuernavaca, sin embargo muchos otros escritos también fueron concebidos en tierras mexicanas. Prueba de ello es México y otros infiernos, publicado en  la colección La Sombra del Viajero del Instituto de Cultura de Morelos. Como en números anteriores de la serie, este volumen destaca la íntima relación entre la escritura y el lugar que la suscita, pone de relieve el misterioso vínculo entre el autor y el espacio callado donde surge su palabra. La selección y traducción del libro estuvo a cargo del dramaturgo y novelista Juan Tovar, quien también nos ofrece un breve pero sustancioso prólogo para encaminarnos por un sendero poco conocido del universo lowryano.
Como apunta Juan Tovar, la visión de Lowry en Bajo el volcán no es la de un extranjero, “…sino el ser alucinado inmerso en la vivencia del paisaje, de la gente; en la extrañeza de irse reconociendo allí, en la barbarie…”. Este mismo enfoque es el que nos presentan varios de los poemas incluidos en el libro, es decir, la compenetración profunda entre el ser del escritor británico y las vivencias de la gente y del paisaje de Morelos y Oaxaca, regiones que lo marcaron significativamente. En “Muerte de un oaxaqueño”, uno de sus poemas más conocidos, vemos no sólo la identificación con el peón asesinado, sino una fuerte presencia del sentimiento de angustia y pena traducido en la aridez del paisaje: “Tanta es la pena de Dios / en la planicie de cactos / que lo oí llorar  ahí…”.
La lectura de los veinticinco poemas publicados da una idea del impacto que supuso para Lowry su paso por las ciudades mencionadas, ya que su acercamiento no fue el de un turista, sino el de un ser humano que se reconoce y se encuentra en una realidad aparentemente lejana de su origen. “Delirio en Veracruz”, “Treinta y cinco mezcales en Cuautla”, “Trueno sobre el Popocatépetl”, “En una iglesia mexicana”, “En la cárcel de Oaxaca” y “Xochitepec” son algunas de las huellas que nuestro país dejó en su itinerario poético.
La selección de los textos, nos dice el traductor, proviene de los Selected poems (1962), que a su vez es la cuarta parte del libro de poesía inacabado en el que Lowry trabajó durante varios años. “Gran poeta de la prosa, anda a tientas en el verso…” nos dice Juan Tovar al referirse a la factura de los poemas. Aunque éstos no son comparables con Bajo el volcán, cabe decir que, en tanto intención o esbozo, obedecen a la misma fuerza y necesidad creadora del viajero inglés.
“Para Bajo el volcán”, por ejemplo, es una larga y densa acumulación de sentimientos, emociones y escenas: “Un limón muerto: vieja con rebozo agazapada en el frío. / Un blanco pilón de sal y las moscas sobrevuelan / la mesa anaranjada…”. Más que un poema parecieran los fragmentos de un diario de apuntes. Otro texto relacionado con la novela es “Tras la publicación de Bajo el volcán”, donde el autor reniega del éxito obtenido: “La fama, como un borracho, consume la casa del alma”, dice para expresar otro de sus infiernos. Así, uno de los valores de esta edición estriba en la apertura que significa para los lectores de Lowry el conocimiento de otra faceta de su universo creativo.
Gracias a la experiencia de Juan Tovar como traductor de W. B. Yeats y Gerald Manley Hopkins, entre otros, las versiones de este libro son más que afortunadas. “He tratado de seguir en buen castellano la corriente de la conciencia del poeta, el hilo de su embriaguez, la sintaxis de su espíritu tortuoso y entrañable…”, advierte el dramaturgo mexicano en el prólogo. La edición es bilingüe, por lo que es posible cotejar la propuesta de Tovar con los textos originales; lo cual es otra virtud del libro. Aunado a ello, el criterio para la selección de los poemas, es decir, el viaje del escritor por nuestro país, también resulta atractivo para el lector, quien al sumergirse en los poemas emprende un viaje llevado por los ojos del novelista inglés.
México y otros infiernos se suma al esfuerzo loable del Instituto de Cultura de Morelos que; con la colaboración de Raúl Ortiz, traductor de Bajo el volcán; ha publicado recientemente el cuento homónimo de la novela y el Archivo Lowry (2011). Este tercer libro constituye un valioso material para los lectores del poeta que “…vivió de noche y bebió de día / y murió tocando el ukulele.”


México y otros infiernos
Malcom Lowry
Selección, traducción y prólogo de Juan Tovar
Instituto de Cultura de Morelos
2011
76 pp.




México y otros infiernos
Malcom Lowry 
Poemas 


Joseph Conrad

This wrestling, as of seamen with a storm
Wich flies to leeward –while they, united
In that chaos, turn, each on his nighted
Bunk, to dream of chaos again, or home-
The poet himself, struggling with the form
Of his colied work, knows; having requited
Sea-weariness with purpose, invited
What derricks of the soul plunge in his room.
Yet some mariner’s ferment in his blood
-Though truant heart will heart the iron travail
And song of ships that ride heir easting, down-
Sustains him to subdue or be subdued.
In sleep all night the grapples with a sail!
But words beyond the life of ships dream on.


Joseph Conrad

Este forcejeo, como de marinos con la tormenta
que vuela a sotavento –mientras ellos, unidos
en el caos, vuelven, cada uno en su litera
nochecida, a soñar en el caos, o en el hogar-
el poeta mismo, luchando con la forma
de su obra enroscada, lo conoce; pues ha pagado
con su propósito fatiga de océano, puesto en marcha
las grúas del alma que calan en su recinto.
Y todavía un fermento marinero en la sangre
-así quiera el corazón vagabundo oír el hierro
 y el canto de los barcos que toman rumbo al este-
lo sostiene porque venza o sea vencido.
Toda la noche, durmiendo, batalla con una vela;
pero más allá de la vida de los barcos, las palabras sueñan.

Selección, traducción y prólogo de Juan Tovar



06


07



Lo que el diablo me dijo…
Ángel Armenta López

          Esa tarde salí de clase más temprano que de costumbre, me asomé a las jardineras fuera de la puerta de la universidad, no había nadie, nadie quien me pudiera rolar un toquesin, un tren, un algo. Necesitaba una buena dosis antes de ir a trabajar, soportar el calor del metro, sus empujones y contratiempos, lo estridente de los ambulantes y los discos pirata, y después de sobrevivir a toda aquella marea de estrés, llegar a cumplir mis ocho horas obligatorias de trabajo… sí, sí, pero no había nadie quien me rolara ese toque. Así que decidí despacharme solo, ir a ver al dealer del barrio y comprar un gallo armado; así que tomé camino y puse música a mis oídos, la tarde estaba calurosa, sudaba y caminaba. Doblé a la derecha, dos cuadras en línea recta, otra vez a la derecha, pasar por el puesto de carnitas, dvd´s, corbatas y plumas, enseguida los límites de la colonia guerrero, ya sabía cómo y por dónde caminar, sutil como gato de vecindad, seguir por la acera derecha hasta llegar a “la cueva” mi dealer vive en el cuarto número 23, así que me pasé como Juan por su casa, crucé los 57 medidores de luz, of course, todos con diablito.
          Subí las escaleras y toqué como se debe, con la señal de que vas por el vicio, tres veces y fuerte… nadie atendió; no dejé que la angustia me invadiera y mientras sudaba aún más, logré observar que algunos malandros de la vecindad ya me veían con la mirada pesada, y para ser sinceros, estar dentro de una vecindad en la Warrior, era de sudarse; así que como si nada, regresé la mirada a la puerta y toqué de nuevo, esta vez con más convicción, infortunadamente, nadie salía, y de los malandros de a poco sentía cómo planeaban algo en contra mía, tal vez eran los nervios, las ansias, qué chingados sé, pero empecé a sentir el estómago flojo, las piernas tambaleantes; los malandros -que eran como 4- desaparecieron de mi vista, y enseguida como impulso volví a tocar con la esperanza de que este cabrón abriera, cuando vi venir en bola y pica hielo en mano a estos compas la puerta de la nada se abrió, sin pensarla me avente pa´ dentro y cerré con seguro, respiré por fin.
         Cuando por fin me sentí a salvo, enseguida a mi mente vino el cómo fue que la puerta se abrió sin ayuda de nadie, y aún más, cómo fue posible que haya ocurrido en el momento exacto, por fin adentro.
Grité en voz bajita –Panchoooo- ; parecía la casa estar totalmente sola, jamás había llegado adentro cada vez que venía por mota, siempre recibía mi dotación en la puerta y salía tan rápido como entraba. Sabia que mi propio dealer podía hacérmela de tos estando adentro, pero todo era mejor que estar afuera, y quién sabe si pa´ contarla.
          El departamento era más pequeño de lo que se muestra por fuera, apenas lugar para un sillón rojo satinado que al sentarme expulsó polvo cual cancha de fútbol llanero, un comedor para dos personas, una televisión como de 80 pulgadas, claro, claro, el vicio deja. Apenas me di cuenta que el lugar se iluminaba por un triste foco de luz amarilla, las pocas ventanas obligaban al lugar a tener prendida la luz todo el día. La casa era adornada por un fuerte olor a… híjole, como a huevo pegado en la sartén, justo cuando dejaba que el olor fluyera, una persona  salió de la habitación: me quede frío, aunque parecía que él ya sabía que yo estaba ahí, salió directo a la cocina, abrió el refrigerador y trajo una manzana.Seguía pasmado, hasta donde yo estaba enterado, el Pancho sólo vivía con su madrecita. El tipo, con más de un metro ochenta, moreno, corpulento, de cabello y barba blanca y rala, todo de blanco y manta, sin decir nada se sentó a mi lado, me miró y soltó una risa que jugaba entre la ironía y la cortesía, yo lo primero que pensé fue en preguntar por el pinche Pancho, pero ni siquiera, puede terminar de decir la primera palabra cuando él ya me había contestado -no, él no está y tardará en llegar, así que ponte cómodo-, y me golpeó con su palma en la pierna izquierda, me quedé aún más frío. Sin que lo esperara, empezó a hablar, con un tono de voz que imponía, pero a la vez invitaba a seguir escuchando, y una lengua envolvente, tan pronto habló que lo seguí como serpiente embrujada, me dijo- tal vez me has visto antes, o seguro has oído hablar de mí, soy el diablo-. Por alguna razón ajena a la lógica, le creía, y es que su personalidad escapaba a toda imagen vulgar vertida sobre él, un aspecto de terrible condescendencia, sobriedad, una sonrisa que sólo él podría mostrarnos. - ¿Sabes?, abajo he de confesar que me aburro, de vez en vez, subo para visitar a los humanos; han dejado de reconocerme, pasan a mi lado, algunos, aún con cortesía sonríen y saludan, la otra mayoría, son un objeto andante, también te he de confesar que los humanos me han aburrido, la mayoría han perdido la medula de la vida, esa sangre que les hacia fluir como río en cause, buscando siempre la vida, ahora, los tiempos cambian entiendo, pero son un una repulsiva copia de la copia de la copia. Yo me mantenía atento a sus palabras, maravillado por su presencia temblaba y lo miraba a los ojos, que podrían describirse del color del desierto, y continuó.
       -Lo único en lo que ahora me refugio, es la música, ese lenguaje que es universal, como la comida, tú sabes, no importa donde estés, una pieza musical puede hacerte sonreír o llorar aún, cuando no has ido a clases en una academia, la música es la expresión más directa, entra por los oídos, y corre directo a tu corazón, casi sin darte cuenta, te enamoraste o sufres con alguna melodía, la emoción viaja mucho mas rápido que la razón, ¡ah!, querido amigo, la música es el mapa del alma, ¡escuchaste ya a Wagner? ¿Qué me dices de Paganini? Muchos aseguran que yo le concedí ese don de tocar con el alma, y sabes, he de confesar que muchas veces lo fui a ver tocar, pero jamás nos encaramos.
       Me pareció que me encontraba ante una figura enigmática, pero sutilmente bella, él, emotivo, continuo diciéndome: -La música, ha sido la creación más perfecta de Dios. No lo culpo de haberme arrojado del paraíso, en su caso, yo hubiera hecho lo mismo, pero tres veces más enfurecido el castigo; de igual forma siempre me han gustado sus formas. Con la charla el tiempo voló, me ofreció un trago de mezcal, y de forma súbita, me invitó a caminar, yo temía por los malandros de afuera, sin embargo, la noche había caído y la vecindad parecía inundada de oscuridad, puedo asegurar que toda la noche, lo único que hicimos fue hablar de música, nuestro itinerario era viajar por la historia de la música, hasta el amanecer, nunca me canse de oírle, y tuve la fortuna de memorizar, lo que el diablo me dijo…