martes, 10 de abril de 2012

Seminario Cultural No. 61 Artetipos.

¡Adiós poeta!                 


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Querido Guillermo: Lamento mucho tu partida, me ha llegado de golpe. Estos últimos años no supe nada de ti, las distancias con los amigos comunes fueron acumulándose... ahora sé que no podré ya verte. No olvidaré tus finas atenciones para con mis poemas y te agradezco siempre haber sido uno de los editores de mi librito de versitos en El Ala del Tigre de la UNAM. También recordaré permanentemente aquella noche después del taller de los viernautas cuando fuimos a casa de Vicente Gandía a beber y a conversar sobre poetas. Esa noche Vicente nos enseñó un cuaderno que le regaló a Eliseo Diego y que él mismo devolvió luego a Gandía con algunos poemas caligrafiados de mano propia. Gracias por todo lo que me enseñaste de la vida y de las letras. También por aquella ocasión que estuvimos en tu casa de Toluca, Tol., en compañía de Fréderic Yves, y del Negro Fernando Acosta. Quisiera enviarles a ellos un abrazo porque han de estar muy tristes, y a Vicente Quirarte, con quienes tanto hemos querido. Gracias por Cesare Pavese y Pasolini, por Ungaretti y por Montale, y por muchos otros que te hicieron el mejor italianista en México, no por nada fuiste Caballero de la Orden al Mérito por la República de Verdi. Siempre en mi corazón, poeta enormísimo Guillermo Fernández.

Ricardo Ariza

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Adiós poeta

Un par de días después de darse a conocer la trágica muerte del poeta y traductor mexicano Guillermo Fernández García (Guadalajara, 1932), un grupo de amigos cercanos al artista comentó que, de acuerdo con la forma en que fue encontrado (bajo signos de violencia, amordazado y maniatado), se sospecha que alguien cercano lo mató.

“Lo que suponemos, dadas las circunstancias, es que fue alguien que Guillermo conocía porque la cerradura no estaba violada y había indicios adentro de que Guillermo estaba tomando un trago con esta persona. Es terrible. Los que conocemos a Guillermo sabíamos que él no le abría la casa a nadie. Cuando te decía, vamos a casa era porque te estimaba y tenía la confianza de abrirte las puertas de su casa”, comenta en entrevista la editora Rocío Franco López, perteneciente al grupo de amigos cercano al poeta.

La editora mencionó que Fernández era un hombre “solitario, ermitaño y muy disciplinado con su trabajo. Todos los cercanos sabíamos que no le podíamos hablar entre las 9 de la mañana y las 4 de la tarde porque estaba traduciendo.

De hecho, incluso, si lo llamabas a esa hora él te contestaba muy cortante. Si le llamabas te decía: “qué cosa quieres”. Nosotros, que lo conocíamos no lo tomábamos a mal porque sabíamos que esa era su personalidad, vaya así es el, gruñón, dice Franco como quien aún no se acostumbra a la ausencia de un ser querido.

A las 14:20 del sábado 31 de marzo de 2012, un grupo de amigos muy cercanos al poeta y traductor tapatío lo encontraron muerto en la sala de su hogar ubicado en la calle Guillermo Marconi # 105, colonia Científicos de la ciudad de Toluca, en el estado de México. El hogar está ubicado al interior de una unidad habitacional privada con forma horizontal, con alrededor de seis u ocho departamentos, la cual se mantiene siempre cerrada. Fernández había sido golpeado en la cabeza, maniatado y amordazado con cinta canela.

“NO HABÍA MODO DE RECLAMARLO”

Una vez que encontraron el cuerpo, los amigos se enfrentaron ante un problema:
Al no ser familiares directos no tenían el permiso por parte del SEMEFO (Servicio Médico Forense) de Toluca para poder reclamar el cadáver. La situación era más grave porque Fernández no mantenía contacto con ningún familiar. Salió de Guadalajara desde los 10 años de edad para no volver, sólo hasta que llegó a la juventud y decidió reencontrarse con su madre con quien mantuvo contacto hasta la muerte de ella. Después mantuvo contacto con su hermana Alicia Fernández, quien actualmente es una mujer muy mayor que padece de sus facultades mentales.

Por tal motivo, los amigos del poeta buscaron a algún familiar en los últimos días, hasta que, finalmente, el lunes, encontraron a un sobrino de Fernández quien vivía en Cuernavaca y se trasladó a Toluca para el trámite de reconocimiento. Dicen que lo conoce fundamentalmente por fotografías.

“La forma como murió hizo todo muy complicado. La situación hubiera sido más sencilla si hubiera sido muerte natural. Pero dadas las condiciones, no nos dejaron entrar a identificarlo al SEMEFO ni nos dieron los resultados de la necropsia. En el SEMEFO el cuerpo estaba en calidad de desconocido porque nadie podía entrar a identificarlo”, comenta Rocío Franco.

La editora también comentó que si no localizaban a ningún familiar del occiso ellos iban a seguir presionando, a través de un notario que hiciera el trámite para que ellos pudieran reclamar el cuerpo.

Los amigos aprovecharon para quejarse de otros medios de comunicación quienes difundieron informaciones falsas: “El Sol de Toluca básicamente dice que murió de un balazo y que al parecer el móvil del crimen fue pasional debido a las preferencias sexuales del poeta”, lo que criticaron como absolutamente falso.

EL AUTOMÓVIL ABANDONADO

La mañana del viernes 30 de marzo, otros inquilinos de la privada donde vivía Guillermo Fernández se extrañaron de no ver el automóvil del poeta desde la tarde del día anterior, lo cual era muy extraño porque  Fernández no solía salir de noche, entonces era normal ver el auto estacionado. A dos cuadras de la privada el automóvil de Fernández obstruía la entrada de otro hogar. Los particulares dieron parte a la policía, quienes acudieron a revisar el automóvil que estaba abierto, encendido y con las llaves puestas. Tomaron la tarjeta de circulación y ésta les indicó el domicilio del poeta. Los policías se apersonaron en el lugar, tocaron pero como nadie les abrió se fueron después de estacionar el coche donde no estorbara y llevarse las llaves. En ese momento, los vecinos notificaron a la autoridad que no sabían del paradero del traductor.

El sábado por la mañana, David Trejo, pareja sentimental de Fernández, llegó temprano a casa del poeta, todos los sábados lo visitaba y le ayudaba por gentileza -porque los amigos de Fernández cuentan que tenía una vitalidad envidiable- con las labores del hogar. Ese día Trejo había quedado de ayudarle a arreglar unos azulejos del baño. Cuando llegó, las vecinas lo alarmaron contándole lo del automóvil y a la policía, y que no lo habían visto desde el jueves en la tarde.

Entonces, David Trejo fue a ver el vehículo, confundido, llamó a otro de los amigos de Fernández, Santiago Matías, y él, a su vez, localizó a Blanca Ocampo y Lorena Romero. Acordaron encontrarse en la entrada de la casa de Fernández. Rocío había ido al DF a tomar una clase. Entonces, llamaron a algunas personas que pudieran tener noticia del paradero de su amigo.

Cuando finalmente agotaron las opciones, fueron por un cerrajero quien abrió la puerta y así fue como finalmente encontraron el cadáver de Guillermo Fernández. Lo vieron Santiago Matías, Lorena Romero y Blanca Ocampo. David Trejo no entró. A las 2:40 le llamaron a Rocío para informarle de la situación: “Me vine corriendo en cuanto supe”, dice.

“De pronto es un poco complejo entender esta cercanía con Guillermo porque no somos amigos que estuvieran cada tercer día en su casa. Guillermo era muy especial y no permitía que uno estuviera tan apegado a él, pero como es un grupo de varias personas éramos como satélites que estábamos ahí, de pronto podían pasar tres meses sin que lo viera uno de nosotros, pero sabías que otro lo había visto la semana pasada, etc”.

SIN ÚLTIMA VOLUNTAD

Guillermo Fernández podía desvelarse platicando con sus amigos, leyendo poemas, tomando una copa. Si él veía que los alcanzaría el sol, les decía: “Vamos a ahora al volcán a ver el amanecer”. De vez en cuando Guillermo hablaba de la muerte y les confesaba a sus amigos su última voluntad: quería que lo cremaran y esparcieran sus cenizas en el Nevado de Toluca. Sin embargo esta voluntad quedará en suspenso porque ahora el cuerpo del poeta es una evidencia.
“SI LO CREMAMOS, ENTORPECERÍAMOS LA INVESTIGACIÓN”, DICE LA EDITORA

Toluca era el lugar en el que Fernández había decido morir porque ese modo de vida tranquila se adaptaba a sus requerimientos. Además, el volcán le gustaba. “Guillermo era un hombre muy ágil con una vitalidad infinita”.

04-05


 
Para honrar al poeta, presentamos en esta edición del seminario cultural Artetipos, algunos textos ya publicados en otros medios nacionales.

Exutorio de Guillermo Fernández


El poeta Guillermo Fernández es, en realidad, de nuestras glorias escondidas y acaba de publicar un libro en el FCE con lo mejor de su obra y traducciones. El libro se llama Exutorio.

Me sorprende la vitalidad, el buen humor del poeta Guillermo Fernández cuando llega al salón de los espejos de la FLM. Guillermo es un hombre que pasa de los sesenta años pero hay una vitalidad en su mirada, en la forma como sonríe cuando dice que no sólo ha traducido a Ungaretti, a Montale y a Luzi, sino también a Berlusconi. Lleva en la bolsa del pantalón un pañuelo azul que extrae cada que va a limpiarse las narices. De la bolsa de su camisa sobresale un estuche para anteojos.
Es jueves y un aire frío pasa por la ciudad y se adhiere a las ventanas. Hernán Bravo le da la bienvenida a las instalaciones y después cede la palabra a Luis Jorge Boone, quien tiende un puente entre nosotros y el poeta al hacer alusión a su trabajo como traductor, a su voz poética al decir: "Máximo traductor de la literatura italiana a nuestra lengua, coordinador de talleres, rendido lector de Cernuda, poeta no de culto sino oculto, Guillermo Fernández escribe poemas porque, afirma, es lo más cerca que puede estar de crear música."

Poeta de culto porque su poesía aunque no subterránea, se encuentra dentro de ese registro al que sólo llegan los poetas duros del lenguaje, aquellos que constriñen la palabra hasta darle a su poesía un sentido total, poeta oculto, porque Guillermo Fernández vive oculto de los medios literarios, cercado en la ciudad de Toluca a la que llegó, como bien dice: "hace doce años, tres meses y tres semanas."

Cada que alguien dice algo de mí, me quedo confuso, dice al referirse a las palabras que Boone ha dicho de su obra, y a veces pienso que el hecho de escribir versitos sirve para algo. Me alegra por un lado pero me lastima por otro. Prefiero leer los poemas de mis libros cuando hay público. Es algo especial para mí.

Y nos lee. Le da una fumada breve a su cigarro, lo deja con delicadeza en el cenicero mientras el humo se eleva frágil hacia su nariz. Y Guillermo nos lee: "(Yo sé que la piel tiene palabras de idiomas húmedos/ y extraños todavía,/ láminas de sangre en un tambor oculto/ y espigas bajo el sueño no infinito.)"

Y "a los primeros pasos aprendió/ que los muertos bajo tierra/ hablan de cosas menos tristes que nosotros;/ que quien vive tan sólo para el sueño/ se convierte en un sueño que camina".
Y: "Soy el último resto del naufragio/ Voy a esperarte diez minutos más/ en esta esquina del Océano Atlántico."

Mientras nos lee, Guillermo hace pausas, fuma, lanza la mirada al recuerdo y nos relata de sus viajes a Venecia, de la tarde que conoció casi por accidente al poeta Montalde.

Montalde lo vio y le hizo un juego de palabras y Guillermo, hábil, se lo devolvió. Entonces el poeta, que era chiquitito y gordo, nos dice Guillermo, sonrió y me dijo: es usted un Florentinaco, que era más o menos como un florentino de mierda. Cuando Guillermo le preguntó, ya en otro tiempo de la charla, qué poeta mexicano había leído y le gustaba, el italiano respondió: Jaime Torres Bodet. El resto de la charla pasa entre las lecturas de las traducciones de Ungaretti. Un poeta que a los 20 años ya había escrito libros portentosos, dice.
A ratos, Guillermo suelta frases como: "Nuestra poesía ha estado marcada por el PRI" y "Para mí, Cernuda es el poeta más grande en lengua española desde este joven, Quevedo, pues." O "Frente a la palabra siempre tengo una gran desconfianza. Cuando tengo la fortuna de decir o de encontrar una idea que explotar es fabuloso. El vocabulario no aparece porque no hay idea." "Cuando nos quedamos a medio camino de la escritura del poema... eso no se lo deseo a nadie."
Al finalizar la charla Guillermo nos dice su teoría sobre la proliferación de nuevos poetas. Son como los batracios, dice, en agosto salen como ajolotes, para septiembre ya publicaron su primera plaquette. Para noviembre ya tienen su primer premio y en marzo, son funcionarios culturales.
Nos reímos todos pero al terminar la charla queda en el aire esa sensación de naufragio cuando el poeta parte, cuando nos deja con la sensación de estar en la hora y el sitio cuando la poesía se ha marchado.

Antonio Ramos


Nocturno por un silfo


¿Qué extraño aire viene a henchir de signos a esta tu soledad que hiere como un remordimiento incurable? ¿En qué momento la rosa desnuda el sentido del incendio, abandonándote, a la buena de Dios, en esta boca de lobos que no dice la palabra que te invento?
Dime, hermano invisible, el nombre del camino en que extravías tu rastro.
Dime cuál es el cuerpo de mi sombra, la fidelidad antigua que te ciñe en todos los rincones de esta noche —huérfana rama de pájaros—; el asedio sin fin a la orilla de esta luz que no se toca con el pensamiento y aventura la huella de tu nomadía.
Dime la espiga que se guarda el agobiante cuidado senil de la madre que invierte ensueños y ternuras en el unigénito atardecido entre sus manos.
Dime el santo y seña con que aprehenda la estatura nocturna de tus besos, la deslumbrante geografía que he visto en el floreal mapamundi del sueño.
Seré el color que abra la puerta de tu laberinto en primavera, la nota que enhebraba el suceso de los juegos más tiernos y remotos.
Seré el calendario que vaya nominando, escaño a escaño y sin tregua, la escala inexplorada de tu sangre.
Oigo tu paso perdido entre la noche.
Mi voz no tiene más patria que tu oído.

Guillermo Fernández/ De Visitaciones

 
Fugacidad

Aquella última burbuja, la que vive de tu aliento limpio y suave ¿adónde irá?
Venial y liviana, un soplo apenas de tu irisado abril, obedece la voluntad del viento, inconsciente de su hermosura y de su perfecta humildad. Un instinto sabio la conduce entre tantos rencores implacables, eludiendo aleros, muros, umbrales surtidores de la entraña enemiga y secreta.
Mil asechanzas la miran pasar, cumplir la eternidad relativa de todo lo que es hermoso, y tan leve, que una mirada impura la destruirá.
Aire, vivirá en el aire lo que el aire quiera. Dejará de ser tan pronto y silenciosamente.
Ese aliento tuyo, la existencia en su forma perfecta, la transparencia de su pensamiento y de sus actos ¿adónde irán? ¿Y por qué?
Simple en su verdad ¿qué mortal extrañeza invadirá su vida intocable al diluirse en ese otro mundo que no vemos sino a través del dolor, que nos aplasta y persigue a donde vamos? ¿Con cuáles ojos mirará su desamparo?
Algo de ti desaparecerá con ella. Algo en lo más hondo de mí se rompe y abre un vacío que ya nada habitará.

Guillermo Fernández/ De Visitaciones.
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Primer aniversario, noviembre de 1964.
De La palabra a solas

“La traducción fue mi tabla de salvación”:
Guillermo Fernández / Víctor Ortiz Partida  


«Retratos de familia». Así tituló Guillermo Fernández la sección de versiones en español de poemas de autores italianos que cierra su libro Bajo llave. El poeta tapatío, nacido en 1932, afirma que traducir del italiano fue su tabla de salvación hace más de 30 años, cuando comenzó esta labor en la que sigue ocupándose. Familiares han sido a lo largo de los años sus acercamientos como poeta lector, y como traductor, a Dino Campana, Umberto Saba, Giuseppe Ungaretti, Eugenio Montale, Salvatore Quasimodo y Mario Luzi. Y la lista de poetas traducidos no ha dejado de crecer: Alda Merini, Andrea Zanzotto, Valerio Magrelli.

A esta familia poética creada por Guillermo Fernández también pertenecen grandes narradores: Giuseppe Tomasi de Lampedusa, Alberto Moravia, Cesare Pavese, Tommaso Landolfi, Natalia Ginzburg, Leonardo Sciascia, Italo Calvino y Antonio Tabucchi, entre muchos otros.

Guillermo Fernández publicó recientemente Exutorio. Poesía reunida, 1964-2003 (fce, 2006). Vive en Toluca, donde escribe poesía, traduce y dirige un taller de traducción.

San Francisco y su cántico

El italiano me gustó desde niño. Vivía en Paracho, Michoacán, y ahí un amigo tenía libros en italiano. Me aprendí el «Cántico de las criaturas» de San Francisco. Es uno de los primeros textos líricos en italiano; está lleno de latinismos. Yo lo entendía (lo que no, se lo preguntaba a mi amigo) y me gustaba su musicalidad, me lo sabía de memoria. Ése fue mi primer contacto con el italiano. 

¿Ojos estúpidos?

Dejé la Ciudad de México y viví un año, 1975, en Zamora, Michoacán, donde seguí haciendo publicidad, no en grande como en el df, sino en un changarrito. Estaba yo cansado de la Ciudad de México. Un amigo mío, sacerdote, me dijo que me fuera de Zamora, que esa ciudad no era para mí, que estaba perdiendo años de mi vida. Le pregunté que a dónde me iba. «Te gusta la poesía italiana.  Vete a Italia», me recomendó. Lo pensé con serenidad, era noviembre, y al mes me fui a Italia a aprender el idioma: en diciembre ya andaba yo allá. Viví cinco años en Italia, y aprendí el italiano en la calle, el que hablaban los estudiantes. Antes del viaje había hecho ya algunas traducciones. Mis primeras traducciones fueron unos poemas de Cesare Pavese, que publicó Carlos Montemayor en la Revista de la Universidad (unam), me dijo que eran muy buenas mis traducciones. Pero cuando abrí un ejemplar de la revista me di cuenta de que había cometido un gravísimo error: decía «gli occhi stupiti» y yo leí: «ojos estúpidos», cuando stupiti viene de estupor, de azoro, de asombro. Metí la pata. Fue la primera vez que publiqué algo bilingüe. Creo que hasta la edad de 45 años yo no sabía lo que quería hacer en esta vida. Para mí fue como una tabla de salvación haberme interesado en la traducción. Muy pocas personas han traducido lo que yo he traducido, y yo empecé muy tarde. Desde un principio tuve la fortuna de publicar lo que traducía. Hubo un momento en que yo publicaba cuatro, cinco cosas en una semana en la Ciudad de México, en suplementos literarios, revistas, periódicos, vivía de eso, parecía que estaba abonado a esas publicaciones.

Idiomas cruzados

Hay una cosa grave: el italiano es un idioma muy parecido al español, ya que también es una lengua romance. De las lenguas romances, las más parecidas son el italiano y el español. Si comparas el español con el portugués, no; el portugués es una cosa totalmente distinta, no se puede hablar el portugués sin su cadencia; para mí es una lengua inaccesible, como el francés, para mí son lenguas impronunciables. No soy bueno aprendiendo idiomas. Ahora traduzco y lo hago con fluidez, hay veces que estoy leyendo y no sé si está en italiano o en español, porque en cuanto me quedo a solas pienso en italiano. Veo el fútbol, miento madres o me da gusto en italiano, de pronto se me cruzan los idiomas.

Un jarabe, una melaza

Sí digo una cosa: no me gusta la lengua italiana fonéticamente. Los italianos piensan que es la lengua más hermosa del mundo. Yo les digo que es tan dulce, es un jarabe, una melaza. Todos los italianos la presumen, sobre todo frente a los alemanes; entonces yo les digo que prefiero la lengua alemana. La lengua italiana es una lengua totalmente femenina, desde que llegas y oyes a los cargadores en el aeropuerto. Yo pensé que todos eran homosexuales o afeminados, todos cantan, y además el pueblo italiano es muy afeminado, dicen que es el refinamiento... Quién sabe. Después de haber estado un año en Italia, regresé a México y pasé por el aeropuerto de Barajas, en Madrid, y cuando oí el castellano sentí que se me habían destapado los oídos, y mira que el castellano, castellano a mí no me gusta mucho, es muy golpeado, es una lengua muy salvaje, muy áspera.

Cuando hablo italiano lo hablo como tlaxcalteca. Los alumnos de mi taller (de traducción del italiano) me preguntan por qué no tengo el acento italiano. «Porque me parece ridículo, estamos entre mexicanos, este taller es para traducir, no vamos a cantar aquí», les digo. Mucha gente llega al taller y tiene otras expectativas. Quieren aprender a hablar el italiano; no lo van a aprender. Dos horas a la semana, no, vamos a traducir. «Pero no sé italiano», dicen. «Vamos a aprender», les contesto. Es una cosa que puede hacer hasta un diputado local: el italiano lo puede aprender hasta un político. Traducimos para que puedan leer revistas, periódicos; lo que yo quiero con todo esto es meterlos a la literatura italiana.

Delicadeza mediterránea

De la lengua italiana me gusta la libertad sintáctica que tiene, eso sí me encanta. El italiano te permite unas combinaciones sintácticas que en español serían absurdas, totalmente. Y además me gusta la literatura italiana, me gusta la poesía italiana, particularmente la del siglo xx. Pero me ha pasado una cosa, siento que en los últimos años me he congestionado, con el pasar de los años me cansó la delicadeza de la poesía del Mediterráneo, la italiana y la del sur de España.


No hay recetas para traducir

No he vuelto a Italia; me han invitado tres, cuatro veces, a reuniones de traductores; no quiero ir porque van académicos, y yo con los académicos no tengo de qué hablar, no me interesan, respeto su trabajo, pero prefiero no verlos: pretensiosos, todos llevan sus escritos muy sesudos sobre la traducción. Tengo libros sobre la traducción, teoría y todo eso, los abro y empiezo a bostezar y los aviento. No hay recetas para traducir, no se pueden dar recetas.

El porterito de noche

A mí me gusta repetir que la traducción es un mal necesario. Además, lo digo: no creo en la traducción. Yo he dicho que en lugar de poner «traducción» hay que poner «versión». ¿Cómo le haces para traducir a Sandro Penna? Sandro Penna que es tan musical, con un lenguaje tan sencillo. ¿Cómo le haces para traducir a Leopardi? Leopardi es una maravilla en italiano. Aunque cuides el ritmo, pasan espectros de los poemas. Pero tenemos que leer las traducciones, qué le vamos a hacer. Cuando dicen «Qué buen traductor es fulano», yo digo: «Di que te gustó ese libro, a lo mejor es pésimo traductor, pero es muy buen prosista, que son cosas distintas». «No, él domina el alemán», afirman, pero no hay quien domine un idioma en este mundo, ni Cervantes lo dominó; además no se trata de dominar, si no somos Alejandro de Macedonia ni Julio César: el traductor es el criadito, el porterito de noche de los textos, uno es el servidor.

Yo trato de ser muy literal, lo más posible. He visto las traducciones que hacen de los sonetos de Shakespeare: son poemas distintos. El tema parece que es el mismo, pero no. Además no todos percibimos una palabra de la misma manera. La palabra casa para alguien puede ser algo desagradable y le trae malos recuerdos, pero para alguien más puede ser sumamente agradable: oímos casa y además no la oímos igual todos, unos la oyen de manera más aguda, más llana, quién sabe; una misma palabra no quiere decir lo mismo, y eso lo vemos en la traducción. Ahora, más que con la traducción en sí, estoy muy entretenido con la filología, ahora siempre quiero saber de dónde vienen las palabras, cuál es la raíz. Lo bueno de ser traductor es que la traducción te enseña a conocer mejor tu propio idioma, sobre todo si se trata de lenguas romances: el italiano, el francés. Disfruto mucho, hay veces que me levanto a las tres, cuatro de la mañana porque quiero saber cuál es el étimo de la palabra, de dónde viene.

Carácter internacional

Mario Luzi me gusta mucho, es uno de los grandes, grandes poetas europeos del siglo xx; pero también está Sandro Penna, un poeta lírico maravilloso, intraducible: cuando lo pasas a otro idioma se deshace en las manos. Me gusta Leopardi; he traducido muy poco a Leopardi porque me desespera. Pero hay poetas que se dejan traducir: Mario Luzi se deja traducir muy bien, es un poeta de ideas. ¿Pero cómo le haces con un poeta que, sobre todo, canta? Al pasarlo a otro idioma se perdió casi todo. Leopardi depende tanto de su musicalidad maravillosa... Mario Luzi y otros son poetas que descienden de Eliot, que proceden de una tradición cultural. Yo creo que traducir a Eliot no es difícil, está lleno de ideas. Esos autores puedes traducirlos y no pierden mucho, pero traducir a Umberto Saba, que es tan cantarín... Cardarelli, Mario Luzi, Valerio Magrelli son de lo más fácil de traducir, en una sentada traduzco quince poemas de Valerio Magrelli, que son pequeños, además, pero con la mano en la cintura; es un poeta que quiere comunicar, no quiere agradarte con la música, tiene buen oído, no exagera con la música, es un músico discreto, es una poesía que tiene un carácter internacional, me atrevería a decir.


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Los viajes del Doctor Pasavento

Por Carolina Moreno Echeverry



A lo largo de la historia, el viaje ha sido uno de los motivos centrales de la literatura. Desde la odisea de Ulises, las maravillas de Marco Polo, la peregrinación alegórica de Dante, las andanzas de don Quijote, hasta arribar —tras un extenso etcétera— a las travesías citadinas de Leopold Bloom, por tan sólo mencionar algunos ejemplos, el periplo es por esencia, el pretexto para un sin número de relatos. Los héroes de la Antigüedad así como los contemporáneos se desplazan de sus lugares de origen o permanencia en busca de aventuras, riquezas, objetos sagrados, amores, conocimientos. El mar, el río o el camino se convierten en símbolos de cambio, de tiempo.

Enrique Vila-Matas utiliza el motivo del viaje para muchas de sus narraciones. Así, en Historia abreviada de la literatura portátil (1985), los miembros de la sociedad secreta shandy se desplazan por Europa y África con el afán de crear obras “tan livianas” en clara oposición a las “pesadas” y comprometidas; en El viaje vertical (1999), el protagonista al emprender una travesía por Barcelona, Oporto, Lisboa y Madeira, intenta descubrir su propia naturaleza, la del conocimiento de la cultura y la del arte de romper con todo lo que no es indispensable; en El mal de Montano (2002) un ingenuo soñador al establecer el itinerario de un moderno Don Quijote, pretende luchar contra los enemigos de la literatura; y en París no se acaba nunca (2003), la capital francesa a partir de sus calles y edificios, cafés y librerías, es el principal escenario para que un joven literato encuentre el impulso requerido para componer su primera novela.

Pero voy a detenerme en Doctor Pasavento (2005)[1], novela en la que un escritor cansado de decir “banalidades en periódicos y revistas, incapaz de ser el dueño de la más pequeña partícula de terreno de índole privado” emprende un viaje por Europa tras las huellas de Robert Walser, autor de quien admira su modestia, su falta de ambición, su caligrafía minúscula y cifrada, su plena libertad a la hora de escribir. Para Andrés Pasavento, Walser es un ser “disociado de la vida común”, un perfecto “cero a la izquierda” que odió profundamente la grandeza pública: esa obligación de tener que ser alguien en la vida; es un escritor que no se enteró de nada o al menos fingió no hacerlo, era el “amo y señor del parloteo. De la escritura por la escritura”, el secreto vencedor de aquellas novelas que se exhibían como portadoras de un mensaje.

Ir tras el destino de Walser, significa para Andrés Pasavento retirarse del mundo, huir, desaparecer. De tal forma que al partir de España, inicia su recorrido con la idea de ocultarse mínimo once días como en su momento lo hiciera Agatha Christie, espera que como a la novelista inglesa lo busquen desesperadamente hasta encontrarlo; empero a nadie le interesa su destino. Pero el viaje también implica una oportunidad para crearse a sí mismo. Así, al llegar a Italia, Andrés Pasavento arriba con el propósito de ser el dottore, un reconocido médico en siquiatría; con su misma conciencia pero sin un pasado específico, imagina su infancia, juventud y madurez, inventa otra vida que bien pudiera haber sido la suya. En Francia, nervioso ante la indiferencia que “el mundo entero” había adoptado ante su desaparición, crea también a Ingravallo —“oso babeante y peludo”— que además de recordarle el estado de “bella infelicidad” por el que está pasando, le cuestiona permanentemente el tipo de decisiones asumidas. En Suiza, al visitar el manicomio de Herisau, lugar en donde su héroe moral pasó recluido sus últimos veintitrés años, Andrés Pasavento ansía vivir de alguna manera “la locura creativa” que en su momento cree experimentó Robert Walser a la hora de escribir; y en Lukonowo, con la firme intención de comenzar una nueva vida de siquiatra retirado, se hace llamar doctor Pynchon, aprendiz de escritor que aspira a vivir sin compromisos ni vínculos afectivos, dedicado por completo al placer de la literatura.

Además de huidas y búsquedas, el viaje también posibilita la escritura. A medida que Andrés Pasavento se desplaza por Europa, relata en un diario las experiencias vividas, los acontecimientos importantes e insignificantes, los sueños y pensamientos; sin embargo, más que reflexiones sobre hechos cotidianos, en el diario predomina lo intelectual sobre lo afectivo. A manera de “texto que genera otros textos” se incluyen ensayos, fragmentos de cuentos, comentarios sobre libros leídos y sobre todo, indagaciones sobre lo que implica ser escritor: métodos de escritura, fuentes de inspiración, gajes del oficio.

 El caso de Doctor Pasavento es un ejemplo elocuente de cómo el viaje posibilita tres tipos de desplazamientos: el espacial que supone el traslado físico por España, Italia, Francia, Suiza y Lukonowo; el existencial que implica la búsqueda de identidad y el intelectual, en el que a partir de un diario Andrés Pasavento expresa sus vivencias y reflexiones como escritor a lo largo de sus andanzas por Europa. El tránsito humano, la posibilidad de crearse a sí mismo y el deseo de conocer más a fondo lo que implica ser escritor, conforman entonces la materia principal de esta novela de Enrique Vila-Matas.



[1] Obra con la que Enrique Vila-Matas obtuvo el premio de la Real Academia en el 2006.



08




Cuautla, ciudad histórica

y de relevancia cultural



Durante los festejos del Bicentenario del Ataque y Sitio de Cuautla, se han realizado una serie de eventos culturales en diferentes sedes del municipio. El pasado sábado 7 de abril se presentó la Banda Monumental Juvenil del Bicentenario, conformada por 70 músicos morelenses que interpretan música mexicana. El concierto se realizó con gran audiencia en la Alameda.

El viernes 13, a las 19:00 horas, en la Antigua Estación del Ferrocarril, La Carreta Cine Móvil presenta: El Insurgente (el último virrey). En tanto que el sábado 14, a las 19:00 horas, se presenta el Ballet de Cámara del Estado de Morelos en el Teatro Narciso Mendoza. En esta misma sede, pero a las 20:00 horas, habrá un Concierto para Piano de Jesús María Figueroa, acompañado de María Teresa Montoya (soprano), y Rey Fernández (tenor).

El jueves 19 se realizará la presentación del libro “El Sitio de Cuautla”, de Luis Chávez Orozco, a las 19:00 horas, en el Museo Casa de Morelos. El viernes 20 habrá una exposición de “Galas de Arte Popular”, de la Asociación de Artesanos La Pasión de Frida, a las 18:00 horas, en la Antigua Estación del Ferrocarril.

Del lunes 23 al viernes 27, habrá talleres y cuenta cuentos en la Biblioteca Vagabunda, de las 11:00 a las 18:00 horas, en la Antigua Estación del Ferrocarril. Mientras que el sábado 28 se realizará el estreno de la cantata “Los emulantes”, donde participan los Niños Cantores de Morelos y coros invitados, acompañados de la Orquesta de Cámara de Morelos, en la Parroquia de Santo Domingo, a las 19:00 horas.

La ciudadanía  cuautlense y visitantes en general han disfrutado de los festejos por el Bicentenario del Sitio de Cuautla. En estas vacaciones de Semana Santa los diversos eventos son una buena opción para disfrutar. Y lo mejor es que la entrada es totalmente libre.