martes, 24 de enero de 2012

Amigos, es una enrome felicidad estar aquí de nuevo con ustedes. Disfruten mucho el número 55 porque está que arde. Ya saben, al final de las páginas ( que es tal cual en su versión impresa) están los textos, para que los lean, los impriman y los piraten a sus anchas. Va que va. Un abrazo a quienes nos leen.


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EDITORIAL
Apreciables lectores: Para el seminario cultural Artetipos es un honor poder contar a partir de este número, con la invaluable participación del Doctor Braulio Hornedo Rocha, anarquista, filósofo y pensador mexicano radicado en Cuernavaca; él nos presentará en estas páginas a lo largo de nuestras diferentes publicaciones, un tema amplio que desmenuzó en el Centro de Investigaciones y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos y que conforma su tesis de doctorado en Filosofía Política.



Zaid, el poeta lector

Catorce tragos dicen que es soneto


Ricardo Venegas

Desde Los demasiados libros (1996), Gabriel Zaid insistió en la importancia de la lectura como hábito, sobre todo en los estudiantes de las universidades que escriben tanto y leen muy poco o casi nada (salvo lo que la obligación académica les impone): “Lo cual implica (porque la lectura hace vicio, como fumar) que nunca le han dado el golpe a la lectura”, (Zaid, sic). 
Con la publicación de La poesía en la práctica (1985), Gabriel Zaid abordaba desde el ensayo una de sus más caras preocupaciones en un planeta de escasos lectores: la distancia que hay entre el mundo pragmático y la idea de éste sobre la poesía. Tendemos a creer que la poesía es algo ligado a la inutilidad (como vano puede parecer el hábito de leer) y, nos devela el bardo, en realidad todo se mueve por ella.
Un fenómeno de actualidad en las escuelas y facultades de letras es el de la paraliteratura, textos de análisis literario que abren perspectivas y muestran contextos, puntos de referencia y comparación. El estudiante recurre con más frecuencia a ésta para no abordar la obra en sí con el afán de ahorrar tiempo y esfuerzo. Esto sugiere que nuestra experiencia se basa hoy en conocer más un gran poema por lo que otro escribe que por la impresión directa del lector ¿honesto? Sabemos más sobre la obra por la opinión de otros que por la experiencia propia del viaje de la lectura. ¿En dónde queda esa experiencia personal? Algo similar sucede con la vida de un autor. Se lanzan juicios inmerecidos sobre escritores relacionándolos con su biografía y se les conoce prejuiciosamente. A nadie le sirve saber lo peleonero que fue Ricardo Garibay a la hora de leer su obra, tampoco sirve de mucho saber que sor Juana tenía una esclava dedicada a sus servicios, eso no mejorará la apreciación que tengamos a la hora de leer sus liras.
No es extraño que un poeta ejerza una defensa de la lectura y predique con el ejemplo. El nombre de Gabriel Zaid es ya un icono en la formación de varias generaciones que han conocido la Asamblea de poetas jóvenes de México (1980) o el Ómnibus de poesía mexicana (1971), sendas ediciones que muestran panoramas iluminadores de tradición y actualidad de la poesía mexicana.
Si son pocos los poetas que hoy practican las formas clásicas como el soneto, verbigracia, es tal vez porque la “tradición de la ruptura” sigue viva y, por qué no decirlo, parece haber un rechazo –¿desconocimiento, miedo a la contaminación, ausencia de lecturas?- hacia la arquitectura de los catorce versos que, nos lo recuerda Lope de Vega: “dicen ser soneto”, sobre todo en los poetas de las generaciones más recientes. No quisiera aventurarme diciendo que esta es la década del verso libre o que la prosa haya encontrado su mejor expresión en el verso (Arreola encontró en la “varia invención” un punto catártico de lo inclasificable), pero es cierto que novelistas como el recientemente fallecido Daniel Sada, encontraron vetas de verdadera aportación literaria al explorar la fusión de los géneros, lo cual se traduce, para muchos, en un mayor interés por la lectura.
Celebro que Zaid sea un personaje que huye de las cámaras fotográficas, de los cocteles y de las farándulas; esta es, sin duda, una de las mejores enseñanzas: estar en la obra propia (y ser descubierto en ella) es todo lo que un escritor debe hacer.  

Ricardo Venegas nació en San Luis Potosí, SLP, en 1973, aunque siempre ha vivido en Cuernavaca, Morelos. Estudió Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y la Maestría en Literatura Mexicana por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, BUAP. Ha sido becario del Centro Mexicano de Escritores -2003-2004- (con la asesoría de Carlos Montemayor y Alí Chumacero) y del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (2005-2006). En 2008 le fue concedido el Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta.

Apreciables lectores: Para el seminario cultural Artetipos es un honor poder contar a partir de este número, con la invaluable participación del Doctor Braulio Hornedo Rocha, anarquista, filósofo y pensador mexicano radicado en Cuernavaca; él nos presentará en estas páginas a lo largo de nuestras diferentes publicaciones, un tema amplio que desmenuzó en el Centro de Investigaciones y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos y que conforma su tesis de doctorado en Filosofía Política.

El mito del progreso
Braulio Hornedo Rocha

“En un sentido muy real, somos pasajeros náufragos
a la deriva en un planeta condenado”. (1) Norbert Wiener

1. Presentación
De las dos clases de progreso inteligible en el caos del universo contingente quiero establecer de entrada una primera división entre dos formas conceptuales bien diferentes, aunque estrechamente vinculadas entre sí. Estas dos formas teóricas gravitan alrededor del concepto de progreso. Dos formas de naturaleza distinta y muy diferente evolución histórica, pero que suelen confundirse en una sola idea y llevar, en consecuencia, a erróneas conclusiones.
El “Progreso” como fenómeno natural antientrópico.
En primer lugar, el “Progreso” entendido como un fenómeno físico natural, puede ser conceptualizado desde la perspectiva científica de las matemáticas, la física y la cibernética. Esta concepción del “Progreso” deriva de una característica fundamental de ciertos sistemas naturales en los que se da una forma de “orden o progreso” tal que, local y temporalmente se oponen al imperio de la entropía. Este concepto de entropía es derivado de la segunda ley de la termodinámica en la que se establece, y lo digo de forma muy simplificada, que en el universo (conocido), la desorganización aumenta y el orden disminuye. Tales sistemas homeostáticos o “islas antientrópicas” son de muy particular interés para el género humano, pues el fenómeno al que damos el nombre de "vida" queda incluido en esta clase de sistemas físico naturales. Aunque a raíz del incipiente desarrollo de la cibernética, ese fenómeno antientrópico ocurre también en sistemas artificiales tales como los servomecanismos o los ambientes de la llamada inteligencia artificial.
La idea de un universo contingente, a diferencia de un universo rígidamente determinado por la razón humana, es de muy reciente concepción en las ciencias físicas y naturales (dado el predominio hegemónico de la física newtoniana, que reinó absolutista desde finales del siglo XVII hasta fines del XIX). Permanecen las secuelas de la idea de un universo determinista hasta el progresista siglo XX con Einstein y De Broglie quienes, por ejemplo, como una especie de “emisarios del pasado” defendieron esta concepción "determinista" del pensamiento científico.
Este predominio absolutista, conformó el sustento de la “creencia científica” en un universo regido por leyes determinadas y descifrables por el hombre, con vigencia eterna desde el micro hasta el macrocosmos (origen probable de la noción moderna del progreso positivista formulado por Auguste Comte). Esa tradición en declive, está dando paso a una nueva cosmovisión en la cual “la física ya no se ocupa de lo que ocurrirá siempre, sino más bien de lo que pasará con una probabilidad muy grande.” (2).
Dos personajes, entre muchos otros, contribuyeron de forma decisiva en este cambio del paradigma científico de las ciencias fisicomatemáticas a fines del siglo XIX: Ludwig Eduard Boltzmann (1844-1906) en Alemania y Josiah Willard Gibbs (1839-1903) en los Estados Unidos. Trabajando por su cuenta, lograron dejar de lado la arrogancia “universalista” de la concepción newtoniana, a cambio de la nueva cosmovisión de un universo contingente, probabilista, discernible a través de las teorías matemáticas de la medida, la estadística y la probabilidad, que se desarrollaron de forma paralela e independiente a la física durante el siglo XIX. Dice Norbert Wiener:
“...la novedad de Gibbs consistió en considerar, no un universo, sino todos los que son respuestas posibles a un conjunto limitado de cuestiones que se refieren a nuestro medio. Lo fundamental de su idea consiste en discernir hasta que punto son probables en un conjunto mayor de universos las respuestas que podemos dar a ciertas preguntas para algunos de ellos. Gibbs creía además que esa probabilidad tendería naturalmente a aumentar con la edad del universo. Se llama entropía a la medida de esa probabilidad, cuya característica principal es ser siempre creciente.
Al aumentar ella, el universo, junto con todos los sistemas cerrados que contiene, tiende naturalmente a empeorar y a perder sus caracteres distintivos, a pasar del estado menos probable al más probable, de un estado de organización y de diferenciación, en el cual existen rasgos y formas, a otro de caos e identidad. En el universo de Gibbs el orden es menos probable, el caos es más probable. Pero mientras el universo en su totalidad, si existe en cuanto total, tiende a ese estado definitivo, existen enclavados locales, cuya dirección parece opuesta a la del universo como un todo en los cuales hay una tendencia temporal y limitada a aumentar la complejidad de su organización. La vida encuentra asilo en alguno de esos enclavados. Ligada instintivamente a esa idea desde un principio, se inicia el desarrollo de la nueva ciencia: la cibernética.” (3)
La biología, la física, las matemáticas, la neurofisiología, la teoría general de sistemas, la robótica y particularmente la cibernética dan sustento a esta noción de progreso a la que necesariamente haré alusión de forma recurrente, para deslindar con frecuencia entre las simpatías y diferencias de estas dos ideas centrales del saber contemporáneo: la información desde la perspectiva matemática y sistémica de la cibernética, y la del conocimiento desde la postura de la tradición epistemológica de la filosofía. Ante esta primera acepción del “progreso científico”, universal, perenne e ineludible, “que nadie puede parar”, dice Gabriel Zaid:
“Nadie va a parar el progreso: tiene miles, millones de años. Ni la ciega voluntad de progreso, que tiene apenas unos siglos. Hasta sin saberlo, o sin quererlo, somos ejecutantes de esa voluntad que se extiende por el planeta. Sólo podemos exigirle autocrítica: volverla nuestra de una manera menos ciega; hacerla progresar, enfrentándola a sus resultados. Ningún progreso parece hoy más urgente que superar la ciega voluntad de progreso.”(4)
Es entonces menester diferenciar el “Progreso”, como el nombre propio de un fenómeno natural identificado y descrito por las ciencias físicas, matemáticas y naturales, nombre que utilizo convencionalmente en mayúscula y entrecomillado para diferenciarlo de la ciega fe en el progreso, entendida como un fenómeno ideológico, político cultural derivado de aquel. Esta tarea se inicia, en primer lugar, por dos historias no sucesivas, sino paralelas a veces y entrecruzadas casi siempre.
La historia del “Progreso” pasa por la historia de la cibernética a partir de la génesis y evolución del saber racional, cimiento de la noción de número y su evolución conceptual en el pensamiento matemático, por la posterior capacidad mental de cálculo y finalmente el desarrollo de instrumentos de cómputo, comunicación y control, tales como calculadoras, computadoras, medios de comunicación artificiales, servomecanismos y robots, hasta ese matrimonio en ciernes del acoplamiento entre el cerebro y la computadora.
En segundo lugar, me ocuparé de la más breve y compleja historia de la gradual transformación del “Progreso” en la “ciega fe en el progreso”. Como un fenómeno histórico ideológico cultural, económico y político que culmina en nuestros días en la “cultura del progreso”. Cultura emblemática de esa tribu invisible pero omnipresente, de nosotros los evangelizadores universitarios al servicio del mercado global y la sacrosanta ley que garantiza la reproducción y acumulación del capital, característica de la modernidad y de sucedánea constancia en la posmodernidad.
La historia de la idea de progreso abarca, en mi limitada mirada, apenas los tres mil años a los que nos exhorta el poeta Goethe. “El que no sepa dar cuenta de al menos tres mil años está condenado a la miopía del día a día”. Y ¿qué son tres mil años en los cuatro millones de historia como homo erectus? ¿O en los quinientos mil años de la apropiación humana del fuego? Mito primigenio. ¿O en los diez mil años del conocimiento de la agricultura? ¿O en los cinco mil años de los primeros vestigios de ciudades? Tres mil años es apenas un parpadeo en esta larga historia del género humano y la evolución de sus creencias al saber y conocer modernos. El largo transitar cíclico del mito a la religión y la ciencia.
La idea del progreso se encuentra profundamente enraizada en los meandros de, al menos, los pasados tres mil años de historia de la Cultura Occidental, (greco romana y judeo cristiana, eurocentrista e imperialista, racionalista, cientificista y escolarizada).
Particularmente desde los pasados mil años en que florece la práctica del comercio entre regiones distantes y surge la moneda, el mercado y el capitalismo. De los pasados quinientos años en los que el espíritu renacentista acuna el espíritu laico racional, científico y cientificista. De los recientes doscientos cincuenta años en que la revolución industrial y el mito del progreso nos han colocado en el umbral del suicidio universal del todavía arrogante género humano.
La historia de la Cultura Occidental es la historia de la cultura del progreso. En Homero, Hesíodo y algunos presocráticos, encontramos ya los gérmenes de la idea de que en el saber humano acumulado reside la simiente donde florece el primer peldaño en el ascenso de la humanidad hacia la felicidad y el progreso. Hasta llegar a nuestros días donde el desarrollo científico y tecnológico, ligado con el desarrollo económico y el desarrollo urbano, como engendros del Dios Padre del progreso, dan pie a esos excesos ideológicos que maquillan y ocultan sus desastrosas consecuencias.
La idea del desarrollo sustentable por ejemplo, además de ingenua políticamente, casi tanto como deseable económicamente, es profundamente peligrosa para la supervivencia humana, pues como las buenas intenciones en el proverbio, conduce directamente al pavimentado camino del infierno.
En este trabajo mostraré el papel que los universitarios jugamos en la actualidad como la culminación de ese otro “espíritu absoluto en el devenir de la historia”. La gente de libros, los expertos profesionales, somos los portavoces de la moderna fe universal, y proveedores certificados de progreso en el mercado global. Pues cuando por fin logramos ser reclutados por el poder del capital (léase tener un empleo bien remunerado), dejamos las aulas, listos para predicar la buena nueva del progreso al alcance de “todos”, empezando, desde luego, por nosotros mismos, al cambiar gustosos, créditos académicos por créditos bancarios. Los universitarios bien domesticados y entrenados como obedientes caballitos de circo, somos fabricados como uno más de los subproductos del orden económico que nos domina y determina brutalmente, al grado que aceptamos gustosos la esclavitud voluntaria, pero eso sí, jurídica y políticamente matizada (sólo por ocho horas al día y con “week end”, conquista sin duda progresista).
Pero entonces ¿por qué diantres cuestionar al progreso, como indica el impertinente título de este sitio?
Porque “el futuro, ese desfiladero hacia el que apunta el progreso moderno” (5) nos lleva irremediablemente a ver perderse en el abismo a las ovejas encomendadas a ese modesto “pastor del ser” cuya tarea fundamental es precisamente “ser en el mundo”. “El hombre no es el déspota del ente. El hombre es el pastor del ser.”(6)
¡No! no somos los amos, ni cúspides de la creación divina. La Tierra no nos pertenece, nuestro destino es pertenecer a la Tierra; apenas y somos un aleatorio y prescindible instante sin tiempo en la insondable vastedad de lo inefable. Náufragos condenados ineludiblemente al habitar trágicamente como vecinos del ser para después sucumbir.


Referencias

(1) Norbert Wiener. Cibernética y sociedad. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1969, p. 38
(2) Ibidem, p.12
(3) Ibidem, p.14
(4) Zaid, Gabriel. El progreso improductivo. El Colegio Nacional. México, 2004, p. 13
(5) Constante, Alberto. Los monstruos de la razón. FFyL UNAM, ITESM. México. 2006, p. 33
(6) Heidegger, Martin. Carta sobre el humanismo. Ediciones Peña hermanos. México. 1998, p.98
(7) Castañón, Adolfo. Cielos de Antigua. Artemis-Edinter. Guatemala, 1997, p.31
(8) Zaid, Gabriel, Cuestionario. Fondo de Cultura Económica. México 1966. p. 87

Agradecimientos:
Este proyecto de investigación académica fue realizado como tesis de posgrado en Filosofía, originalmente en la UNAM, pero concluido en el Centro de Investigación y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos CIDHEM, bajo la guía de mis admirados maestros los doctores: Alberto Constante, Elsa Cross, Adolfo Castañón, Carlos Melesio Nolasco, Carlos Montemayor, Ricardo Pérez Montfort, Vicente Quirarte, Jean Robert, Octavio Rodríguez Araujo, Antonio Ruiz Taviel, Álvaro Sánchez González a quienes agradezco sus enseñanzas y magistral ejemplo, permanente estímulo para ir construyendo con sus observaciones y críticas este trabajo. Ambrosio Velasco Gómez aceptó dirigir esta tesis desde la práctica espléndida de su infatigable docencia y escrupuloso aliento a la libertad. A Verónica Peinado y Luis Tamayo agradezco además de su generoso magisterio la impecable amistad y sus pacientes e implacables lecturas y correcciones a lo largo de la elaboración del manuscrito. Agradezco también con mi devota admiración y perenne afecto a: don Alfonso Reyes, Iván Illich, Jorge Luis Borges, Ricardo Mestre, Jaime García Terrés, José Luis Martínez, José Emilio Pacheco, Fausto Vega y Gómez Gabriel Zaid y Braulio Hornedo Farriol por fungir como mis más íntimos y permanentes mentores a lo largo de casi toda mi existencia. Igualmente agradezco a: Renato Galicia Brito y Enrique Palacios Martínez por la calidad de hermanos consejeros y la calidez de solidarios compañeros en el transcurrir del día a día. A mis hijas: Jazmín, Mila Citlalli, Montserrat Nayelli y Andrea Maricruz por la dicha de hacer habitable mi vida con su festiva compañía, en particular debo mencionar a Monchini Chirimbombini que en un dibujo profético anticipó todo este proyecto. A las compañeras: Geraldina, Fina, Manina, Andrea y Cecilia por su infinita e imprescindible paciencia. Finalmente, aunque siempre como principio, a mis padres: Braulio Hornedo Cubillas y Marycruz Rocha Hernández pues su ejemplo, fue y ha sido, que la lectura placentera conduce a la sencilla poesía en la práctica de la libertad.
Créditos
(Nota del grupo editorial). Hemos realizado todos los esfuerzos a nuestro alcance en la búsqueda y acreditación de las fuentes y referencias de las obras reproducidas en este sitio sin más propósito que contribuir a la creación de una cultura humanista en una sociedad tecnológica. Pedimos una excusa anticipada por cualquier omisión o error involuntario en este sentido. Nos sentiremos muy complacidos de actualizar o corregir cualquier error o irregularidad en esta obra a partir de sus observaciones y sugerencias.






Bajo la fronda poética de Kenia Cano

Por Diego José
Sólo la auténtica poesía es producto de la inspiración, y cuando la inspiración proviene de la fuerza entrañable que proporcionan los ciclos del amor y de la vida, cuando celebra los misterios de la tierra, la palabra y el mito, entonces sus expresiones se convierten en una energía que toca y modifica el corazón humano. Para el bardo Robert Graves: «La verdadera práctica poética exige una mente tan milagrosamente afinada e iluminada que puede transformar las palabras, por medio de una serie de más que coincidencias, en una entidad viviente, en un poema que puede actuar por sí solo (durante siglos después de la muerte del autor, tal vez) afectando a los lectores con su magia almacenada». Por otra parte, Octavio Paz reconoció con cierta humildad que «al escribir aposté por la más frágil y preciosa facultad humana: la memoria. Aposté no por la perduración de mi persona sino por la de unos cuantos poemas». ¿Qué podemos esperar de un libro de poesía?: Que fuere memorable. ¿Qué le exijo a sus páginas más allá del interés momentáneo, el entusiasmo y la elocuencia?: Que fecunde mi imaginación, que propicie un encuentro con sus temas, que me revele alguna variación interior de mi ser y de la existencia humana.
Tengo la creencia de que todo poeta que se entrega al servicio de la poesía, funda con su lenguaje un espacio personal, habitado por los símbolos que la naturaleza, la experiencia de vida y la tradición le proporcionan.
El orden físico es el detonante de su sensibilidad y la fuente de sus metáforas, la vida —no sólo como testimonio sino como conocimiento— fortalece sus cualidades emotivas que son el origen íntimo de la necesidad poética, y por último, su identificación con la obra de los maestros poetas de todos los tiempos, le proporciona un camino, una referencia y una carta de navegación que le sirven para desarrollar sus habilidades y su técnica —no sólo como expresión literaria sino como consciencia de su realidad.
Con su libro, Las aves de este día, Kenia Cano logra algo que muchos escritores ambicionan, pero que sólo aquellos cuya tenacidad, entrega y predisposición, les permite consignar, esto es, constituir el universo de su imaginario poético, fundar un espacio desde donde su voz puede oírse en el concierto de la poesía. Me alegra descubrir que dicho espacio coincide con la imagen del jardín simbólico que tantos poetas utilizamos como metáfora del universo interior y exterior. También me alegra saber que en el jardín de Kenia Cano se celebra a la Musa bajo sus distintos rostros y manifestaciones: Naturaleza, Eros, Thanatos, Destino, Azar, Mito, Misterio.
Por arrojar un puñado de versos, tomados de distintos poemas del libro, donde se vislumbran estos temas: «El cuerpo de los amantes no tiene raíces», «Cada movimiento estaba / escrito en el árbol», «Si salían del amor ilesos fue porque nunca entraron al amor”», «El abismo tiene las manos largas y huele a ti», «El zumbido de Dios en una diminuta manzana», «Todo lo que toca fondo nace de la duda». Imágenes afortunadas que transitan con libertad el mundo de lo concreto y se adentran en las honduras de la existencia y sus enigmas.
El primer verso del libro es iluminador, en él cifra el árbol totémico de sus páginas: «En el centro del mundo hay un laurel». Bajo su fronda ocurre la vida, se dan cita los deseos, se anhelan los hubiera, se resguarda el misterio, se evoca a los muertos y a los que aún no son, pero sobre todo: se escribe el poema y el libro. Dentro de la simbología del laurel destaca su condición profética y su vigor sexual: las sacerdotisas de la Madre Tierra masticaban hojas de laurel para estimular sus visiones. Cuando el culto a Apolo suplantó los oráculos de la diosa, en Delfos, el dios solar ostentó la primera corona de laurel y la pitonisa era la única que podía masticarlo.
Tres cualidades formales acompañan a cada una de las secciones que ordenan a Las aves de este día: preponderancia en el ritmo interior o cadencia de los poemas, riqueza verbal o amplio manejo del lenguaje, y, afinidad por un discurso simbólico altamente evocativo.
Voy a detenerme un momento en dos poemas.
El primero pertenece a la sección «Los días que se caen de la mano». Se trata de un ejercicio de autocomprensión y esclarecimiento. La poeta asume: «Nací un día que los pájaros / se sostenían de un alambre», bello trazo para iniciar un autorretrato. Más adelante se describe como «hidra partida por el deseo», signo de alguien que posee una necesidad perenne. El poema avanza y termina declarándonos su vocación poética: «Nací un día que no pasaba nada raro / pero todo era pegunta // Un día que tenía todo en su lugar / pero los objetos pedían otro nombre». Muchas veces se ha dicho que la misión del poeta es intentar responder a la pregunta de la Esfinge y nombrar las cosas del mundo.
El otro poema que cito es «Abejas», incluido en la sección que clausura el libro. Otra vez una imagen nos sorprende al comenzar la lectura: «Las abejas visitan la magnolia como preguntas». Sin duda, cada quien ve lo que quiere ver, pero de acuerdo al sentido que sugiere el texto: ¿qué clase de preguntas puede representar una abeja? Pues bien, la abeja es un animal consagrado a la diosa por varios motivos: son las productoras de la miel, uno de los frutos más apreciados y bendecidos de la Madre Tierra. Según el mito, el hijo de Rea, el supremo dios de los olimpos, sobrevivió alimentado con la leche de Amaltea y la miel de la reina abeja Melisa. El nombre que reciben las sacerdotisas de Deméter en los cultos eleusinos es justamente ‘Melissai’ (las abejas), por lo tanto, las portadoras del mensaje de la Diosa o Musa, simbólicamente son las abejas.
Además, en su poema, Kenia Cano alude particularmente a «las abejas de Yeats», uno de los poetas inspirados por la Musa, se refiere a unos versos del excelso poema Meditaciones en tiempos de guerra civil, en el cual, las abejas cumplen con la misión de suplir el nido abandonado del estornino con una colmena, o bien, restaurar la desolación del mundo por la guerra. ¿Cómo?: a golpes de inspiración. También se refiere a las abejas de Merwin, cuya presencia le resulta curativa en el hospital de St. Vincent´s.  En el poema de Cano, las abejas también son restauradoras del orden espiritual, por esta razón, Ella les pide que limpien su casa, que «entren y salgan despacio por la ventana / auque sea amargo el amor». Así como, portadoras del mensaje: «Ella recoge las abejas y las coloca secas sobre la mesa / tal vez después llegue el poema».
Debo confesar que, entre mis poetas tutelares, el irlandés W. B. Yeats tiene un lugar predominante, así que agradezco la coincidencia. Yeats dice algo que me parece importante recordar, sobre todo en tiempos en que tanta poesía dice tan poco: «la poesía conmueve debido a su simbolismo». En este cuaderno descubro destellos luminosos que reivindican la tarea del poeta, gracias a su carga metafórica. La voz que escucho en este conjunto de poemas me resulta familiar, cercana, distinguida, sólida, transparente, conmovedora. Lo cual es decir mucho de un poeta.
Sinceramente espero seguir participando de la obra de Kenia Cano, le deseo una cosecha poética vigorosa más allá del prestigio, y le comparto estas palabras de otro importante maestro, Robert Graves, que sin duda comprende: «Los poetas auténticos convendrán en que la poesía es una iluminación espiritual impartida por un poeta a sus iguales, no una técnica ingeniosa para influir en el ánimo de un auditorio popular o para entretener a los comensales embriagados de un banquete». Dichosos aquellos que pueden acercarse a una obra auténtica y hermosa como el libro que hoy celebramos.

Tlayacapan, Morelos, Verano de 2011 


Lavorare stanca          Versión al castellano de Gustavo Martínez
Cesare Pavese

Traversare una strada per scappare di casa
lo fa solo un ragazzo, ma quest’uomo che gira
tutto il giorno le strade, non è più un ragazzo
e non scappa di casa.
Ci sono d’estate
pomeriggi che fino le piazze son vuote, distese
sotto il sole che sta per calare, e quest’uomo, che giunge
per un viale d’inutili piante, si ferma.
Val la pena esser solo, per essere sempre più solo?
Solamente girarle, le piazze e le strade
sono vuote. Bisogna fermare una donna
e parlarle e deciderla a vivere insieme.
Altrimenti, uno parla da solo. È per questo che a volte
c’è lo sbronzo notturno che attacca discorsi
e racconta i progetti di tutta la vita.
Non è certo attendendo nella piazza deserta
che s’incontra qualcuno, ma chi gira le strade
si sofferma ogni tanto. Se fossero in due,
anche andando per strada, la casa sarebbe
dove c’è quella donna e varrebbe la pena.
Nella notte la piazza ritorna deserta
e quest’uomo, che passa, non vede le case
tra le inutili luci, non leva più gli occhi:
sente solo il selciato, che han fatto altri uomini
dalle mani indurite, come sono le sue.
Non è giusto restare sulla piazza deserta.
Ci sarà certamente quella donna per strada
che, pregata, vorrebbe dar mano alla casa.




Trabajar cansa

Cesare Pavese
Atravesar una calle para escapar de casa
lo hace sólo un niño, pero este hombre que anda
todo el día por las calles ya no es un muchacho
y no escapa de casa.

Hay tardes de verano
en que hasta las plazas son vacías, tendidas
bajo el sol que está por caer, y este hombre que llega
a un sendero de plantas inútiles, se detiene.

¿Vale la pena estar solo, para estar siempre más solo?
Caminar solamente; las plazas y las calles
son vacías. Es preciso detener a una mujer,
y hablarle y persuadirla de vivir juntos.

De otra manera, uno habla a solas. Es por esto que a veces
el borracho nocturno emprende un discurso
y recuenta los proyectos de toda la vida.
No es cierto que esperando en la plaza desierta se encuentre a alguno; pero quien va por las calles hace una pausa de vez en cuando. Si fueran dos, aunque andando las calles, la casa estaría donde aquella mujer y valdría la pena.
En la noche, la plaza vuelve a quedarse desierta y este hombre que pasa no mira las casas entre inútiles luces, ya no levanta los ojos: sólo mira el empedrado que han hecho otros hombres de manos endurecidas, como las suyas.
Ciertamente habrá esa mujer por la calle
que, orando, quiera echar una mano a la casa.


Cesare Pavese
Nació el 9 de septiembre de 1908 en Santo Stefano Belbo (Cúneo) y fue el último de cinco hijos de una familia pequeño burguesa de origen campesino. Cuando sólo tenía seis años, murió su padre. Cursó estudios en Turín y, entre sus profesores de la escuela media superior, cabe señalar a Augusto Monti, figura de relieve del ambiente antifascista de la ciudad, amigo de Piero Gobetti y Antonio Gramsci. En 1932 se licenció en letras con una tesis sobre Walt Whitman; en esa misma época, empezó su actividad de traductor con Moby Dick de Melville y La risa negra de Sherwood Andersoni. Tradujo también a Gertrude Stein, John Steinbeck y Ernest Hemingway, y comenzó a escribir crítica literaria.
Fue uno de los fundadores de la editorial Einaudi, en la que permaneció como editor hasta su muerte.
En 1934 lo nombraron director de la revista "Cultura", donde publicó sus escritos antifascistas. En mayo de 1935 fue detenido por motivos políticos y confinado en Brancaleone Calabro. En 1936 regresó a Turín y publicó el libro de poesía Lavorare stanca. Durante la guerra, se refugió con su hermana en Serralunga y, cuando aquélla terminó, se inscribió en el Partido Comunista Italiano.
La narrativa de Pavese trata, por lo general, acerca de conflictos de la vida contemporánea, entre ellos la búsqueda de la propia identidad, como en La luna y las fogatas (1950), considerada como su mejor novela.
Víctima de repetidas crisis depresivas, Cesare Pavese se suicidó el 27 de agosto de 1950 en un hotel de Turín, ingiriendo doce sobres de somníferos.



Texturas del subsuelo
Senderos interpretativos: Chimalacatlán, tradición oral
Mauricio Gasca Heredia

Enclavada en tres puntos estratégicos entre la zona sur del Estado de Morelos, Puebla y Guerrero se ubica este pueblo y zona arqueológica descubierta alrededor del siglo XVIII, nos adentramos a estos nuevos senderos que muy recientemente se encuentran abiertos al público en general, aunque es zona escabrosa y de difícil acceso a razón del nada vasto democrático servicio urbano, corrimos con buena gloria y suerte, al caer en manos de la familia de abolengo apellido Brito, quien en batuta y hacedor de historias varias Pablo Brito fue nuestro guía, en diversas interpretaciones a esta anécdota que hoy es escrita.
Chimalacatlán es pueblo chico con un aproximado de 600 personas habitando esta zona alrededor de los cerros de la Sierra de Huautla, el Cerro del Venado y el Cerro de la Aguja, se intuye como refugio zapatista por su altura y por su descubrimientos de cuevas, como lo es el caso de su cueva encantada la cual arraiga en su haber restos de origen prehistórico fosilizados, también abierta al público, su población ejerce ámbitos comerciales a la producción de elote y semilla que en su caso se ocupa para alimentación personal y para forraje para ganado mayor 100% natural y orgánico, los frutos y semillas a sembrarse son variados o por temporadas pues están expuestos a la gracia del dios Tláloc, comentando que su veneración data de siglos atrás pues bien en su zona arqueológica fueron encontrados restos y ofrendas en su memoria, indicativos de que la lluvia era factor preponderante para la producción de semillas y frutos tanto como de hierbas naturales para la curación homeópata natural y holística propiedad sin duda de la sinergia de las personas quienes habitaron dicha zona; los frutos que encontramos en su momento fueron papaya, tamarindo y chico zapote.
El maíz predomina aunque se encuentran en un desabasto de agua que hoy comienza a convertirse en problemática de importancia, fue a razón de jalar agua que fue descubierta la zona digamos recientemente con un trabajo del INAH Morelos de más de cinco años, gracias a los pobladores en general que también invirtieron su tiempo para armar los basamentos piramidales que hoy serán parte de la contemplación de un poblado y patrimonio de la entidad mexicana.
Esta zona ha sido declarada como una de las más antiguas del periodo preclásico y con presencia  Olmeca presenta basamentos piramidales que van desde un pequeño juego de pelota en su inicio de exploración, hacia su cúspide con demasiados lineamientos que marcan los posibles basamentos a un por escarbar y descubrir, áreas que nos invitan a la reflexión de espacios habituados para la comercialización o trueque de mercancía, entre la orfebrería y lo comestible, algunos orificios enclavados que alucinamos fueran pequeños acueductos de agua o entierros ceremoniales, en esta subida al cerro se percatan un basamento piramidal enorme con una piedra nada común  de la zona, piedras megalíticas que conforman unas escalinatas enormes de una piedra sin sedimento aún, refleja la intuición de culturas del occidente asentadas en dicho lugar y la muy popular interrogante ¿Cómo cargaron o trajeron esas piedras hasta los cerros más altos de Morelos?
Casi a un costado de esta pirámide enorme encontramos una planicie donde fueron encontrados estos restos ceremoniales al Dios Tláloc que consisten en unas vasijas de barro, collares de piedra caliza y conchas que se pueden observar en su museo de sitio ubicado al centro del pueblo, cabe mencionar que en un supuesto esta zona  fue minera, aunque no observamos aún la extracción de las mismas hay un encuentro con estos minerales en sus descubrimientos más recientes, encontramos también que arbustos como las cactáceas dan presencia de agua en el subterráneo, y a sus orillas retiradas presencia del Río Balsas tanto como el Amacuzac, con dosis de mantos acuíferos como ojos de agua.
A punta de cielo, sobre, denominemos, la pirámide principal se pueden observar todos los cerros antes mencionados, se respira aire puro, una panorámica impresionante, un mirador como muy pocos por supuesto, como también son pocos los venados que abundan en la zona, predominan aún el venado de cola blanca y el denominado de nueve picos que es muy similar a la de la efigie de bronce que ostenta la UAEM.
A este magnífico senderismo le atribuimos mucha magia, recomendamos se llegue temprano sus rutas salen 11:30 am en punto entre 2:30 pm y 3:30 pm y sólo hay un regreso a las 5:30 pm se recomienda llevar auto, de preferencia camioneta o doble tracción la cumbre es borrascosa; la zona arqueológica se encuentra abierta todos los días, es necesario ir con mucha muy buena vibra es una expedición para aventureros, sus pobladores son afables con la gente que les visita, creen en nuevas formas de comercio, como el justo y las nuevas tendencias alternativas ecológicas y turísticas en cuanto a reproducción y comercialización de sus productos totalmente orgánicos y naturales , hoy apuestan su tiempo dinero y su esfuerzo a la siembra del copal florido, Linaloe para la aplicación medicinal y dermatológica, esperando pronto apoyo de nuestros gobiernos, sin más es este sólo un breve anecdotario de lo vivido con Bianca Islas de la familia Brito que nos acogió y adoptó desde el primer instante que tocamos Jojutla, queda cuenta de este sendero interpretativo en voz de Pablo Brito, en el cual cabe la tradición oral cronista del pueblo de  Chimalacatlán y que hoy asentamos por escrito.  


martes, 17 de enero de 2012

Seminario cultural No. 54. Estimados lectores, al final de las páginas del suplemento, se pueden leer los contenidos de cada edición. Un saludo y feliz lectura.


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Queridos lectores: Aquí tenemos la entrega número 54 del seminario cultural Artetipos, que estrena el Taller de Creación Literaria, ojalá nos acompañen a través de nuestras páginas semanales. Un fuerte abrazo.

Ricardo Ariza Jaimes
Editor






El Golem

... a pesar de tan alta hechicería,
no aprendió a hablar el aprendiz de hombre.
Jorge Luis Borges, “El Golem”

Eduardo Hurtado

México vive uno de los momentos más peliagudos de su historia. A más de cinco años de la guerra declarada sin reflexión ni cálculo por Felipe Calderón, el número de muertos resulta ominoso. La responsabilidad de los ciudadanos de cara a los comicios de este año es mayúscula: elegir al encargado de llevar adelante las políticas necesarias para recomponer el camino.
Uno de los principales candidatos es el producto de una campaña coordinada por los poderes fácticos, con Televisa al timón. Atenta al modelo foxista (que consistió en llevar a cabo una precampaña intensiva durante seis años), a partir de 2007 la cadena televisiva se ha encargado de poner en primer plano la figura de un joven priísta de viejo cuño, Enrique Peña Nieto, ex gobernador del Estado de México. Las herramientas principales, junto a los spots disfrazados de noticias y las noticias configuradas como spots, han sido las encuestas. Desde entonces “el apuesto y muy eficaz político mexiquense”, según reza el perfil más socorrido, no cesa de sacar ventaja en las preferencias de los mexicanos.  
El hombre fuerte del PRI es un mito diseñado y difundido desde las pantallas. Ante la falta de acciones distintivas, ciertos hechos recientes (la selección adecuada de su sucesor en el gobierno del estado y el consecuente triunfo de su partido en las elecciones) se han publicado como ejemplos de virtuosismo. Exiguas muestras, si lo que buscan es dar cuenta de las destrezas de un político que se vende como excepcional.
Como sea, la perseverancia en la estrategia ha dado frutos: durante años, millones de mexicanos se han mantenido en la certeza de que si un líder encarna la posibilidad de un gobierno “ordenado”, ese es el heredero de Arturo Montiel y el grupo Atlacomulco. Para sostener tal esperanza, sin embargo, es preciso olvidar muchas cosas ―Atenco, por ejemplo, ese episodio en el que la administración de Peña impuso el orden al más rancio estilo autoritario: a punta de catorrazos y vejaciones. Las expectativas de los peñanietistas no parecen fundarse en hechos verificables. Si alguien le pidiera a un puñado de adeptos referir una acción o una frase destacadas del susodicho, el rubro “No sé” alcanzaría un porcentaje inexplicable.
Atenido a las aclamaciones de sus promotores, el candidato resplandeció en los escenarios políticos sin necesidad de un discurso. Le alcanzó con recitar unas pocas líneas más o menos trilladas, con cadencia, ademanes y léxico de político setentero. Pero la circunspección ha dejado de ser alternativa para él, dada la enorme demanda de puntos de vista sobre los más variados temas que hoy está obligado a enfrentar. Y ha sucedido lo ineludible: el original no empata con el simulacro.
En la FIL Guadalajara 2011, durante la presentación de uno de esos proyectos para la construcción de un nuevo México que acompañan a todo presidenciable, un reportero del diario español El Mundo le lanzó una pregunta muy básica, que para el mexiquense resultó venenosa: puesto que estamos en un espacio dedicado a los libros, mencione usted tres que hayan influido en su vida. Titubeante, el Licenciado comenzó por mencionar, no sin cierto desparpajo, La Biblia. “No toda, por supuesto”, explicó de inmediato, bajo el reclamo insidioso de su mala conciencia.
Lo que siguió fue peor: incapaz de obtener “algo” de los archivos vacantes de su memoria, ensayó traer a cuento un par de títulos de cierta actualidad, sin atinar a nombrarlos de manera correcta y sin poder referir la identidad de sus autores. El episodio se prolongó durante varios, agónicos minutos. El hombre resbalaba como caballo en un iceberg, farfullaba desconcertado, miraba el piso y luego el techo con ojos de espanto, mientras las risas de los asistentes oscilaban entre la mofa y el nerviosismo.
Horas más tarde la escena circulaba por las redes sociales, condimentada con todo género de chascarrillos sangrientos. Para los millones de mexicanos que no tienen acceso a Internet el asunto ha quedado, gracias al empeño invertido en paliar la ignorancia y la falta de reflejos exhibidas, en un hecho anecdótico. Para quienes hemos atestiguado el realismo casi obsceno del video, el derrapón dice más: don Peña no pudo transportar, a su memoria primero y a sus labios después, tres títulos de la literatura universal.
¡El Rey va encuerado! El hallazgo se propaga a velocidad cibernética.
Los impulsores del espejismo peñanietista se han prodigado en excusas. Leer, arguyen, está sobrevaluado. Que un político rehuya tan prescindible actividad no tiene por qué perjudicar el desempeño de su labor. Por lo demás, agregan, dado que la inmensa mayoría de los mexicanos no lee, aquellos que se han echado en montón a ridiculizar la ignorancia del priísta, iletrados ellos mismos, carecen de autoridad para criticarlo.
El primer alegato merece una reflexión aparte. El segundo es un sofisma: que los mexicanos conformen una de las naciones menos lectoras del planeta es un hecho que en gran medida responde a las deficientes políticas educativas de sus gobiernos. Lo menos que puede hacer un pueblo que ha sufrido una calamidad así, es pedir que quien aspira a gobernar y representar al país entero tenga otra formación ―y un interés razonable en la enseñanza y la cultura. Las peripecias de Peña en Guadalajara exhibieron a un sujeto del que puede afirmarse todo lo contrario. No es de asombrar entonces que millones de ciudadanos de las más variadas condiciones (pirrurris, clasemedieros, proletarios, ígnaros, alfabetizados y hasta doctos), hayan tenido el impulso de traducir en clave humorística una demostración tan deplorable.
En cuanto al primero de los razonamientos esgrimidos por los abogados del gobernante inculto, vale preguntarse: ¿de verdad no importa que un político ―y algo más: el aspirante a la presidencia de un país democrático― no lea? Porque, hay que admitirlo, el señor Peña quedó exhibido y confeso: no es que haya leído poco, ni que sus lecturas se circunscriban a ciertos temas... Es que no lee. Desde luego, no se trata de exigirle a los más altos dignatarios de nuestra clase política que en el desempeño de sus obligaciones muestren alguna familiaridad con el arte, la ciencia o la metafísica. Se trata sólo de que en su visión de las cosas asome un cierto trato con las ideas.
“No tengo tiempo para leer”, arguyó el candidato en plena crisis de inopia intelectual. Quien así se revela deja ver un íntimo convencimiento de que la cultura no aporta utilidad alguna, que la comprensión de los conflictos de un país no exige ninguna sutileza. Y sin embargo, la realidad más inmediata parece apuntar en un sentido distinto. Otro gallo nos cantara hoy mismo si Felipe Calderón tuviera la capacidad de matizar ideas, si tuviera la sensibilidad necesaria para escuchar los argumentos de aquellos que le piden de múltiples maneras reconsiderar su estrategia de combate al crimen... ¿Cómo llevar el tema de la lucha contra el narcotráfico a un terreno que supere el enfoque maniqueo de los buenos contra los malos, si la idea que se tiene del mundo ocurre en blanco y negro? ¿Cómo entender problemas complejos cuando se carece de una mínima formación humanista y, en consecuencia, de la variedad de perspectivas que contribuyen a configurar una visión amplia de los conflictos?
Es verdad que la lectura de algunos títulos del pensamiento universal no es garantía de que un político actuará con visión de estadista, pero no haberlos leído sí garantiza que ese político no actuará como un hombre de Estado. Este es el trasfondo de las declaraciones de Carlos Fuentes a la BBC: “Este señor [Peña] tiene derecho a no leerme. A lo que no tiene derecho es a ser Presidente de México a partir de la ignorancia... Los problemas exigen un hombre que pueda conversar con Obama, Angela Merkel o Sarcozy, y no es este el hombre capaz de hacerlo.” 
La inconveniente intervención de Paulina Peña en pleno Guadalajaragate ha evidenciado otras dolencias. Indignada, la joven interpeló a través de su twitter a quienes con tanto encono hacían escarnio de su padre, cosa razonable y hasta meritoria, de no ser porque al elegir un insulto de las proporciones de su enojo decidió optar por uno sembrado de implicaciones clasistas: “Un saludo a toda la bola de pendejos, que sólo forman parte de la prole y sólo critican a quien envidian.” La actitud de la chica obliga a pensar en su entorno más próximo ―el cual, por más que uno quisiera pasar por invidente, incluye a su progenitor.
Se podría alegar que es rigorista juzgar a Peña por esta opinión de su hija. No hay que olvidar, sin embargo, que a menudo se les pide a los ciudadanos trasladar a la figura de los políticos ciertos valores encarnados en sus parientes más cercanos. Tan legítimo como pensar en la buena cepa del funcionario que aparece en las fotos o las pantallas rodeado de sus hijos modositos y su hermosa mujer, resulta sacar conclusiones respecto a los puntos de vista de ese mismo individuo cuando uno de los suyos exhibe una conducta discriminatoria. No es exagerado especular, luego de conocer la opinión de la joven Peña, que ella suele escuchar expresiones semejantes: “Es que la prole no entiende de otro modo”, por ejemplo.
El tema se vincula con un nuevo eslabón en esta cadena de equivocaciones: el olvido, por parte del flamante candidato, del monto del salario mínimo. ¿Lo conoció en algún momento? ¿El tema le parece irrelevante, un asunto propio de amas de casa? El día en que obtuvo su registro como aspirante único de su partido a la presidencia, Peña intentó borrar con una sola frase la incultura y la falta de recursos exhibidos en la FIL: “Puedo confundir los nombres de los escritores, pero no me olvido de la pobreza.” Dado que la pifia del salario mínimo había ocurrido ya, bien pudo agregar: “No sé cuánto gana la prole, pero no me olvido de su miseria.”
Los graves desatinos de Peña Nieto han puesto en jaque a todos aquellos que se lanzaron a crear un Golem a la altura de sus ensueños, obsesionados con la idea de hacerlo presidente. Quisieron endilgarle a la criatura cualidades prodigiosas: inteligente, sagaz, dueño de un inusual instinto político y de la más alta formación académica. A los primeros pasos, el muñeco se derrumba. “Descúbrenos el camino”, le exigen. Y el infeliz se enreda, lo mismo en castellano que en inglés. Antes de que inicien siquiera las campañas, sin haber enfrentado las interpelaciones de sus adversarios ni la exigencia de los sectores ciudadanos más críticos, el hombre se ha convertido en el hazmerreír de millones, lo que ya indica un serio principio de duda entre los futuros votantes.
¿Y ahora? Los cabalistas desesperan al constatar las insuficiencias de su penoso hijo. Nada que hacer: el partido lo ha lanzado sin considerar la opción de un colapso ―y ya no hay tiempo para sacar la pata. No les queda más que fiarse al poder de sugestión de sus aliados mediáticos. Estos, ni que dudarlo, intentarán sostener durante los próximos meses que, a pesar de la opinión injusta de las biliosas mayorías, el Licenciado Peña se mantiene en la cumbre de las encuestas. Al fin y al cabo, desde su obtusa perspectiva los ciudadanos acaban por preferir lo que ellos mismos, animadores y gacetilleros, les dicen que prefieren. México, de ser así, tendrá en Los Pinos al Candidato de las Estrellas. Sin embargo, aún quedan espacios para el disenso: Internet y las redes sociales parecen abrir pistas favorables a la reflexión y a la posibilidad de que los mexicanos pensemos muy en serio lo que representaría el triunfo de un individuo que enseña incompetencias tan alarmantes.

Eduardo Hurtado Montalvo

México, D.F., 1950) es poeta, editor y ensayista. Estudió Letras Hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha colaborado en diversas editoriales de poesía. Fue jefe de producción de la revista Vuelta y editor en jefe de La Jornada Semanal. De 1996 a 2000 diseñó y coordinó las actividades culturales de la Casa del Poeta Ramón López Velarde. Es autor de los siguientes libros de poesía: La gran trampa del tiempo (1973), Ludibrios y nostalgias (1977), Donde conversan los amigos (1981, en Ediciones de Punto de partida), Rastro del desmemoriado (1986), Ciudad sin puertas (1991), Puntos de mira (1997), Sol de nadie (2001), Las diez mil cosas y Bajo esta luz y aquí (antología bilingüe, francés-español, editada en Canadá). En 2004, Editorial Aldus publicó su libro de ensayos Este decir y no decir. Forma parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte y es tutor de poesía en el Programa Nacional de Jóvenes Creadores. Junto con José Emilio Pacheco, Antonio Deltoro y Fabio Morábito representa a México en el patronato de la Casa de los Poetas de Sevilla.


Panorama de la poesía mexicana reciente
Rafael Ríos

Entre los libros de poesía publicados el año pasado (en que se incluyen varios de los publicados a finales del 2010) los más destacables son sin duda Luz de la materia, de Malva Flores, editado por ERA; De nombreuses bandes / Numerosas bandas, Mantis editores, edición bilingüe francés-español impresa en Quebec, de Ernesto Lumbreras; Palinodia del rojo, de Fernando Fernández, editado en ALDVS y El sol verde, Editorial 2.0.1.2., del joven poeta Yaxkin Melchy. Mientras que en el ámbito estatal podemos mencionar Ante el destino de Alicia Reyes, Hojarasca de Sergio Mondragón, ambos editados por el ICM; El silencio del Bosque de Ángel Cuevas, Ediciones sin  nombre y Estancias, que Itzela Sosa publicó bajo el sello Eternos Malabares. En las siguientes líneas me ocuparé de cinco libros en específico que me parecen ilustrativos de la regular calidad de lo que en este campo se produce (y en exceso) queriendo imponer una tendencia.
La peste de Armando González Torres, Ediciones El Tucán de Virginia, libro de poemas en prosa dividido en seis partes. El asunto es tratado con cierta ironía en estampas fragmentarias que nos muestran distintos rostros de la enfermedad. El autor parte de los presagios y nos adentra en un costumbrismo mórbido, equiparando los síntomas con los momentos de una relación de pareja, haciendo escarnio del libertinaje y reflejando el avance de la infección en aspectos lingüísticos y religiosos. Sin hablar de lo que una estructura menos atiborrada haría por la claridad de La peste, de la cual me permito una mínima ubicación en la tradición en la que abreva. Por lo menos recuerdo dos obras con el mismo título que han tratado el tema: La peste de Albert Camus, el mejor referente hasta hoy escrito sobre este asunto y la segunda parte del libro Prosfisia, 1981 del poeta Alfonso D’Aquino. Si no fuera porque el también autor de La conversación ortodoxa y La sed de los cadáveres proyecta con más soltura sus miedos a la enfermedad que una elaboración poética a partir de ella, podríamos decir que su nuevo libro de poemas conlleva una propuesta innovadora. La de González Torres es una prosa poética refinada dueña de su propio estilo, acertado en varios poemas, que sin embargo se vuelve monótona como si  la zona de novedad en la que se encuentra (la enfermedad como tema, la prosa poética con visos narrativos) no abriera la posibilidad a distintas voces, evitando al lector los puntos muertos en la continuidad y en la estructura del libro. Una vez agotado el tema pretende prolongarlo innecesariamente: “La ambición me condujo a la desmesura, luego al contagio y finalmente a la ruina”.
En el otro lado del espectro se encuentra Feli Dávalos (México, 1982), joven poeta y locutor de un programa de hip-hop, que ha publicado Morir mejor en una coedición de lujo entre Ediciones Mantarraya y Editorial ALDVS, en cuya portada negra se aprecia la silueta del logotipo que el gobierno federal ha usado para anunciar sus logros. Los temas del libro van desde la cotidianeidad televisiva, el sexo y una crítica facilona lanzada a diestra y siniestra contra todo lo que el autor considera institucional. Todo esto tratado de una manera irreverente en textos prosaicos cortados como si fueran versos. La última parte del libro está compuesta por una serie de ensayos escritos por un par de críticos mexicanos que intentan apadrinar el proyecto de Dávalos. En la presentación del libro, Luis Felipe Fabre dice que en los últimos años “un tono juvenil, adolescente o incluso infantil, ha hecho su aparición en la poesía escrita en México”. Ante la temeridad de proponer al infantilismo como paradigma estético de la poesía joven parece imantarse la idea de una poesía inflable que logre alcanzar con su liviandad interesada lo que otros poetas en otros tiempos han alcanzado con disciplina y propuestas auténticas. De otro modo no se entiende que haya algún crítico que diga que el autor de los siguientes versos “es un crack de la nueva poesía mexicana”: “un tetrapac de liconsa” o “amar al sol que calienta”. Libro solapado con el propósito de  exponer una actitud que confunde poética con política, que encubre una estrategia para atraer algo que de entrada se rechaza con la apariencia de un compromiso con el tema social que acaba siendo sospechoso. El error de esta propuesta consiste en no sólo caer en lo que critica sino en dar a entender que el único resultado que nos puede entregar un movimiento infantiloide es el de un berrinche en forma de libro para llamar la atención y obtener alguna forma de reconocimiento.
A medio camino, Luigi Amara con su libro A pie, editado por Almadía, explora las posibilidades del libro gráfico combinando versos libres con imágenes tomadas durante un paseo de la colonia Roma al Centro Histórico de la Ciudad de México. Su mayor acierto es que parte de lo natural y resulta menos pretencioso que los casos arriba citados. Debido a esta misma sencillez nos ofrece un horizonte lírico estrecho que tan sólo recoge el material de la calle sin someterlo posteriormente a una transformación poética, desechando asuntos interesantes para cualquier otro transeúnte, y prefiriendo para su libro frases atisbadas en los anuncios, con las que conforma versos de escatología minimalista: “todo al 2x1” o “La belleza de las cacas de mosca / en las paredes de cristal.” Con el mismo tópico, a lo largo de 108 páginas, esta travesía da la impresión que más de la mitad de A pie simplemente se fue alargando sin mayor acierto, y esto resulta en una propuesta pedestre en todos sentidos, a medio camino entre un deficiente libro de poemas y un fallido libro de imágenes. Pero sin llegar a ser un libro interdisciplinario, ya que resulta una obra de entretenimiento ligero y superficial, es decir, al ras del suelo. Una idea interesante ejecutada con demasiada laxitud.
La idea de libros que combinan poesía e imagen ha tenido una larga trayectoria en nuestro país. Desde los caligramas de José Juan Tablada a imitación de Apollinaire, pasando por los libros experimentales de Octavio Paz, y hasta llegar a novelas como Farabeuf o la Crónica de un instante de Salvador Elizondo. En este contexto se inscribe Catábasis exvoto de Carla Faesler editado por Bonobos. Su autora se ha interesado por explorar “diferentes formas de diálogo entre imagen y texto a través de fotopoemas y videopoemas”. Este libro, compuesto por 13 fotografías y 72 poemas en prosa es una bitácora con fechas trastocadas que describe el viaje desde el exterior al interior, profundizando en la familia, la memoria, el desamor y la exaltación de la carne. En su libro anterior Anábasis Maqueta del 2003 que mereciera el Premio Nacional de Literatura Gilberto Owen ya se prefiguraba una obra sólida. No obstante, en este nuevo libro muestra un notable descenso en cuanto a su elaboración, y es que estos exvotos para ser poemas en prosa resultan imprecisos, inconsistentes, faltos de desarrollo y unidad temática, aparte de contenidos delirantes: “¿La quietud es confusa, nítido el pulular? Empáñate en cristal, suda en el vaho.” Por lo que respecta a las fotografías, son encuadres manuales de la autora, a excepción de un par, análogas, tomadas de un álbum familiar, que bien pudieran ser núcleos de algo más en este libro que se pasó por alto. Este cómic personal más que gracioso resulta ejemplar del poco entendimiento que se tiene de los libros visuales.  El resto es una serie de  collages en la que presenciamos las desventuras de una muñequita recortable, que más bien interfieren en vez de dialogar con lo escrito como pretendería su autora. Lo extraño es que aunque Carla Faesler tuvo a su alcance todo para una buena edición, se conformara con entregar un libro hueco. Este viaje a las profundidades no implicaba un descenso en el nivel literario alcanzado previamente.  
Otra propuesta en la que se reúnen distintas artes en un solo proyecto es Tiento de Rocío Cerón, editado por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Compuesto por poemas, fotografías de Valentina Siniego y partituras musicales de Enrico Chapela. Divido en tres partes, combina poemas en prosa y verso libre para recuperar la memoria ancestral de un personaje femenino fantaseado por la autora, que vive en un exilio imaginario. Sin embargo, la poesía, que es acción, se ve en este caso limitada por el deficiente uso que la autora hace de los verbos como si se pudiera escribir poesía prescindiendo de ellos. Todo esto no puede dar por resultado sino un libro mutilado, informe e inanimado, es decir, carente de vida. La asociación de artistas de distintos campos no garantiza un libro interdisciplinario, y aquí por desgracia se constata lo inútil de la parafernalia que rodea al proyecto: las fotografías demasiado pequeñas y la música tan sólo aludida por la presencia de partituras, se perciben como fuera de lugar en este libro, como si hubiesen sido añadidos a la fuerza, con la finalidad de sobrecompensar un proyecto literario que por sí solo estaría incompleto. En lo que respecta al tema de los inmigrantes europeos asentados en nuestro continente, desarrollado por varios poetas sudamericanos con entero acierto, Tiento imita burdamente las propuestas poéticas de Tamara Kamenszain, Nicolás Pinkus o Román Antopolski, quienes a partir de lo vivido entregan una experiencia auténtica. Y en este punto habría que mencionar el caso de la poeta brasileña Josely Viana Baptista, de quien Rocío Cerón imita sin ningún tiento ya no el tema sino el tipo de propuesta multidisciplinaria, sin obtener la calidad por la que reconocemos a la poeta brasileña.
Como puede verse, junto a propuestas realmente poéticas como las que mencionamos al inicio de estas notas, hay una cantidad de otras propuestas que pretenden, entre otras cosas, imponer la banalización de temas tomados de otras tradiciones, la impostura política con fines egoístas, el libro frustrado a pesar de los medios de producción, la extensión innecesaria con el único afán de llenar un libro… en pocas palabras: el verso sin esfuerzo. En todo esto se evidencia la facilidad que tienen estos poetas para falsificar sus productos. Cabe entonces preguntarnos ¿Qué indican estos síntomas acerca del estado actual de la poesía mexicana y de lo que puede esperarse de ella en el futuro? ¿No son indicativas estas propuestas del deterioro al que la poesía mexicana ha llegado y desde donde, si se persiste en ellas continuará el declive? ¿Hasta cuándo los poetas continuarán dándonos dar gato por liebre?
Rafael Ríos.
La Peste, Armando González Torres, Ediciones El Tucán de Virginia, 102 pp.
Morir mejor, Feli Dávalos, Mantarraya / Aldvs , 92 pp.
A pie, Luigi Amara, Almadía, 108 pp.
Catábasis exvoto, Carla Faesler, Bonobos, 72 pp.
Tiento, Rocío Cerón, UANL, 75 pp.




El Espejo Enterrado de Carlos Fuentes

Ollin Peñaflor
*Miembro del taller de creación literaria Artetipos
Vivimos  como seres andando simplemente. Sin embargo, nuestro Ser proviene de una formación cultural inmensa; somos multiculturales y evolucionamos con el cambio de nuestros ancestros.
¿Qué explicación tan lógica podemos darnos como pobladores de naciones con identidad de ira, orgullo, y desconfianza? Difícil es el tema de América Latina; y si quisiéramos dar un gran desglose sobre nuestras etnias, raíces, y culturas, sin lugar a dudas debemos ver más allá de nuestros espejos que nos muestra solamente la realidad, y en esa realidad podemos adentrarnos más allá de la facción de rencor cicatrizada, que nuestros ancestros han cargado por siglos, de dos grandes mundos que dieron un comienzo a la vida que tenemos.
Carlos fuentes sintetiza diversos métodos, de premisas arraigadas en nuestros frágiles cuerpos politeístas, para llegar a lo que parece ser una conclusión lógica en base a el mundo que vivimos como pobladores en Latinoamérica.
El Espejo Enterrado es un ensayo muy bien estructurado que recalca la esencia de nuestras antiguas identidades que no suelen mencionarse mucho en estos tiempos, a pesar de ser las unificadoras del rostro confuso que hoy solemos ser.
España es una nación de fe, de optimismo, lucha, mestizaje de Roma y Arabia, dónde solía yacer la carne en la flama y de cazadores primordialmente, los modos de esta cultura se fueron adaptando a las nuevas doctrinas, un lenguaje deformado y a la vez, recreado debido a las dos grandes conquistas que sufrió.
¿En qué punto llegamos a dar con una gran diferencia ante esta nación moldeada de diferentes ingredientes? Como Octavio Paz mencionó en El Laberinto de la Soledad: ‘’el mexicano suele llevar desconfianza, cualquier mirada negativa o de odio puede provocar cierta reacción’’  ciertas similitudes con esta acción se encuentran dispersas en nuestro continente en general, Carlos Fuentes se mantiene firme en tanto la crítica; el querer establecer la objetividad del mundo indígena y barroco. Las festividades que compartimos, unas casi plagiadas (como la fiesta brava) y otras modificadas a nuestro modo, en México suelen presentarse distintos eventos culturales y de celebración, pero siempre provenientes de los dioses, y los dioses representan sacrificio, el sacrificio viene de la tierra, y finalmente la tierra representa la fertilidad que es el amor. Estas características influyen mucho en los años que hemos intentado sobresalir tal vez de una manera inconsciente; querer dar aquel grito en contra de la soledad que aunque no la queramos ver, la sentimos, y es por eso que preservamos nuestros dioses prehispánicos con los otros que llegaron del extranjero. A fin de cuentas el número par tiene históricamente mucho simbolismo.
España es un país conquistado y México es conquistado por España, pero a diferencia de la cultura Vasca que prevaleció intacta, la nuestra fue devastada, tenemos ambas caras de dichas naciones, un rencor arraigado para el cual vivimos. Pero parece ser que en América se centró el punto de Fe a una potencia que ni en el continente europeo se hubiera visto.
¿Será por ello que nuestro sistema de gobierno en América durante años ha resultado ineficiente? ¿Qué somos nosotros como demócratas? No heredamos, parece ser, las costumbres y sistemas políticos de los romanos. Nos permitimos de oligarquías que se sustentan de nuestras labores, similar a la de los reyes absolutistas de los siglos pasados.
Es interesante reconocer que tampoco reforzamos nuestro antiguo sistema mesoamericano, de Aztecas o Mayas, cualquier tribu que represente actos de honor, desgarramos esas identidades. Nos hemos acoplado al mundo del virreinato, probablemente tenemos una nostalgia en el fondo nuestro. Xochiquetzal  alguna vez fue nuestra madre tierra, la diosa del amor y de las flores. Resulta ante este asunto difícil aceptar nuestra añoranza hacia ella, la madre violada, y por ende generación de cierto odio, que sustituimos por la Santa Virgen, la figura materna por igual y nos olvidamos de la antigua, la primera.  Pero también tuvimos dioses de muerte, de lluvia, de fuego, ¿entonces en qué rincón de nuestra mente se habrán perdido? Con la llegada del cristianismo éstos se fundieron con un solo Dios; fue algo así como un golpe directo a nuestras raíces por este cambio tan radical.
Somos ilusionistas como lo es El Quijote de Cervantes, queremos vivir en mitos y leyendas pero nos anteponemos con la realidad y firme evocación que debemos realizar cada día.
Somos poetas frustrados y ambiguos pensadores.
Concreta, pues, Carlos fuentes, todo un ensayo en resumen tal vez como una llamada sobre entender la patria, el querer restaurar cierto orden en el continente Americano a través del saber sobre nuestras raíces.
Como habitantes de este nuevo mundo debemos optar por ideas propias, quizá sea hora de forjar una fortísima cultura y soberanía juntos. Un sistema que defina nuestro modo de pensar fusionado y lleno de ideas.
Quizá, no debemos desperdiciar todas estas historias que lleva nuestra sangre. Toda esta sabiduría oculta que no hemos dejado emerger.
“La raza cósmica“ de Vasconselos, señala el impulso que debemos dar sobre una cultura oprimida, empecemos ahora.
Un ensayo que cautivará al lector y sin lugar a dudas, le hará entender mejor el mundo Americano que lo rodea. El Espejo Enterrado es la obra ideal para aquel que quiera comenzar a entender mejor nuestro macrocosmos y tal vez, querer comenzar una revolución interna de ideas y valores. La revolución más importante, sin duda, la de uno mismo.


                                     


Cocina y Filosofía, la privatización del conocimiento

-ángel armenta lópez

Gran sorpresa me ha causado ver que en la última década, cada vez más escuelas abren sus puertas a la gastronomía. Carrera que a mi parecer ha satisfecho al gran número de jóvenes que no tienen acceso a una universidad publica. El rezago de dichos jóvenes se ha visto en las demandas hacia esta carrera de mínimo tres años. Al parecer, al realizar esta carrera se vislumbra cómoda y hasta parece ser un paso a la inversión si se piensa en cadenas hoteleras o en un negocio propio, es decir un restaurante. Detrás de todas estas nuevas escuelas e institutos (porque algo que me queda claro es que por ningún lado son universidades), han venido a darles opciones a los jóvenes que se han quedado sin lugar en alguna universidad. Con eso no tengo tanto problema, al final, cada quien sabe lo que carga en el morral y cómo lo lleva consigo, lo que me parece importante de señalar y un poco más, reflexionar, es cómo se va privatizando o mejor dicho, institucionalizando el conocimiento que en algún momento de la historia, fue de todos.
Pensemos específicamente en América Latina, al pensar en el México prehispánico. Al parecer, en aquellos tiempos, claro está como lo fue en Grecia y Roma, el conocimiento era de élite y se decantaba a las personas “importantes”; el conocimiento y su desarrollo, no se encontraba en un acceso general. En el México prehispánico, recordemos cómo se dividía la sociedad, Gobernantes, Sacerdotes, Jefes militares, comerciantes, guerreros, artesanos y agricultores, en esa jerarquía el conocimiento se distribuía igual, es decir, los más privilegiados en educación siempre fueron los gobernantes y sacerdotes, cosa que ha sucedido en todas las civilizaciones antiguas y modernas. Sin embargo, me ha tocado ver, leer y escuchar algunas canciones de origen huichol, zapoteco o mixteco donde las letras son filosofía, se canta como canción popular, y he aquí un ejemplo que saqué de un libro de Mario Santiago “Aullido de Cisne”.

Canción Huichola:
Porque todos somos,
Todos somos,
Todos somos los hijos de,
Todos somos los hijos de
1 brillante & colorida flor
& no hay nadie,
No hay nadie
Que lamente lo que somos.

Le pregunto, querido lector ¿no encuentra usted en esta canción, una manifestación de identidad?  ¿No es esto filosofía? Pues se está pensando en la realidad, y cosa más bella aún, cosa que en la filosofía moderna se carece, se utiliza la metáfora. He aquí el punto clave. ¿Por qué seguir centralizando el conocimiento? 
En las “universidades” se nos ha enseñado a filosofar para nosotros mismos, jamás para los demás, jamás para el bien común, se ha enseñado la filosofía de un modo exquisito y elitista, se ha difundido la filosofía para unos cuantos, que debaten con sus amigos los intelectuales, los académicos,  personajes tan caricaturescos que escriben en un lenguaje a modo que sólo sus colegas puedan entenderlo. Es una verdadera pena que se siga esa línea, que la filosofía siga siendo para unos cuantos, porque hasta la fecha, son pocos, muy pocos los filósofos que no son de hamaca.
Otra pegunta: ¿no querrán hacer lo mismo con la cocina? Porque no creo que en esas escuelas, que presumen de un método Europeo, o en su defecto, parisino, que pretendan cocinar para todos, un alumno que ingresa en esas escuelas, aprende a cocinar para las élites, platillos de alta cocina, platillos para restaurantes caros y lujosos, algo, que sinceramente, muchos no tendríamos para pagar, y si lo tuviéramos, ¿es justo pagar eso por un plato de comida? Tal vez sea justo para algunos, para mí no, y diré por qué no, por el simple hecho de que la cocina más rica que yo he probado, ha salido de las cocinas de mis abuelas y tatarabuelas, y porque seguramente, a ellas se les transmitió ese conocimiento de sus abuelas y tatarabuelas. Al igual que la filosofía, la cocina se hará de unos cuantos al grado en que olvidemos de dónde viene nuestra cocina, así como hemos olvidado de dónde viene nuestro pensamiento.
Para finalizar, estoy seguro de que no es justo la privatización de este par de facultades, la cocina y el pensamiento, cosas que marcan y simbolizan profundamente rasgos de muestra cultura tan única y maravillosa, y que de a poco vamos despreciando por poses tan europeas, y que dicho sea de paso, no tengo nada contra ellas, el problema es que nos creemos de allá, cuando somos de acá.
Yo, en lo particular, me quedo con las metáforas del agua, de la serpiente emplumada y el comal.