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Celebran el Día Internacional de la Danza
*Homenajean a 12 maestras precursoras de la danza en
Morelos.
Adriana Mendoza
Este año, para celebrar el Día Internacional de la Danza
en nuestro estado –el cual se festeja oficialmente el 29 de abril-, el
Instituto de Cultura de Morelos en colaboración con Fóramen M. danza que invita
a la acción, organizaron una serie de actividades en el Jardín Borda desde el
jueves 26 hasta el sábado 28 de abril, con la finalidad de acercar a la
sociedad a esta forma de expresión artística de tradición milenaria, en sus
diversos géneros, técnicas y estilos.
Este Día
Internacional de la Danza “Con los pies
en el aire”, se realizó en homenaje a 12 maestras precursoras de la
danza en Morelos, a quienes entregaron preseas y reconocimientos por su labor
en la entidad. Se trata de Blanca Lilia Calvo, Rocío Becerril, Patricia
Ottamendi, Marcelina Benítez, Athenea Baker, Martha Pimentel, Luisa Leyva,
Margarita Gordon, Silvia Unzueta, Pilar Urreta, Graciela Esperón y Martha Solé;
y se les realizó un video que retrata flashazos de su historia, sus
aportaciones en la danza y en la enseñanza de la misma, su visión del contexto
actual y del rumbo de la danza en el estado. Las 12 pioneras se mostraron muy
satisfechas y agradecidas al ser reconocidas por su labor, por su trayectoria,
pero sobre todo por su compromiso con la danza. El homenaje oficial tuvo lugar
el jueves 26 de abril en la Sala Manuel M. Ponce del Jardín Borda, en donde la
Directora del ICM, Mtra. Martha Ketchum, presidió la ceremonia remarcando que “estoy
muy contenta de poder homenajear a 12 amigas, algunas mis maestras, otras mis
compañeras, inclusive alguna de ustedes ha tomado clase conmigo, y es un honor
para mí poder entregarles este reconocimiento…”. Sin embargo, el día 28 se
volvió a proyectar el video y a solicitar la presencia de estas 12 grandes
mujeres que tanto han aportado a la danza, en el escenario del Foro del Lago
del Borda, donde una vez más las maestras fueron engalanadas con flores.
Los festejos iniciaron el 26 y 27 de abril con el Primer Encuentro Global de Danza, jornadas
de reflexión en torno al quehacer dancístico en la actualidad, que de igual
manera se desarrollaron en la sala M. Ponce. La mesa del primer día se llamó Cuerpo soñado. Poético, en donde se
trataron temas como la concepción actual del cuerpo, sus implicaciones
sociales, culturales, de roles; Por qué hacer arte, por qué hacer danza; Los
contenidos filosóficos en la danza; La poesía en la danza y la danza en la
vida. Estos fueron algunos de los puntos que personajes como Claudia Lavista,
bailarina y coreógrafa; Antonio Russek, músico; Ricardo Ariza, poeta y Alberto
Sladogna, psicoanalista, trataron en estas mesas que se estuvieron
transmitiendo vía internet con alcance en todo el mundo.
El día 27 participaron como ponentes en la mesa que llevó
por nombre Interdisciplinaria Postmo,
personajes como Federico Valdez, músico; Elvira Ruíz, dramaturga y José Luis
García Nava, artista visual, contando con la presencia del coreógrafo Jaime
Camarena como moderador. Se desarrolló una interlocución muy interesante, en
donde se pudieron plantear cuestionamientos, análisis y propuestas sobre las
nuevas formas y procesos de creación en el arte, sobre la creación y la
consolidación de públicos y de la labor de gestión, de promoción y la difusión
del arte en general, entre otros temas.
Para continuar con las celebraciones, el día 28 a partir
de las 2:00 de la tarde, se dieron cita cientos de bailarines, integrantes de
compañías, escuelas, colectivos y grupos
independientes, para mostrar su trabajo. El público pudo presenciar diferentes
formas de expresión dancística como
ballet clásico, danza contemporánea, danzas tradicionales de México y de
diferentes partes del mundo como danza hindú, árabe y flamenco entre otras, así
como danza aérea, artes circenses, performance y video danza. El bloque de
escuelas fue el primero en arrancar y participaron centros de formación como
Escénica, Grupo de Danza Árabe Ayshel, F4libre Espacio Cultural
Multidisciplinario, Grupo “Dos Raíces”, Talibah de DIF Morelos, Ensamble de
danza UAEM, Raqs Be Atefa, Casa de la Cultura de Cuautla/ Talleres PEAM,
Zaghareet Estudio de Danza y Cultura, iL-ladanse, Lunas de Madrid, Ishtar Danza
Árabe Centro Cultural, Academi de Ballet de Vista Hermosa, PFCE fmXlab T.
matutino y vespertino, Escuala Superior de Danza de Morelos, Studio Dance
Company, Grupo Representativo de Danza del CMAEM, Centro de Formación
Profesional eFel Danse y Hip-Hop inteligente. En esta sección los familiares y
público en general se mostraron muy emotivos y gustosos de ver el proceso de
pequeños y grandes en el medio de la danza.
Para continuar el programa compañías como Colectivo Danza
8, Aferrarte, Shaktala, Ballet de Cámara del Estado de Morelos, Laleget Danza,
Malitzi Arte Escénico, Ser-o Cero, Fritz y amigos, Colectivo Movimiento, R+R
arte y movimiento y los artistas independientes Talía Falconi y Federico
Valdés, deleitaron al público con montajes en los que se hizo notorio el
talento de todos estos bailarines en sus distintas disciplinas.
Siguió el tercer bloque en el que presentaron ocho
performances; los participantes fueron Colectivo Pausa en Movimiento, Alejandra
Aparicio, Plataforma 4/4, Diego Basantes, This Side Up, Apocapoc, Colectivo
Jadoo y Areli Marmolejo, así como Marcos Ariel Rossi con una video instalación.
La presentación de estos performances tuvo lugar en las diferentes fuentes del
Borda así como en algunos pasillos del lugar, y la concurrencia pudo visualizar
propuestas que forman parte de un discurso más contemporáneo.
El cuarto y último bloque también se realizó en el Foro
del Lago, y constó de la presentación de cuatro compañías de danza folklórica:
Danza Española Escénica, Gente Roja, Ballet Folklórico Xochiquetzal e Ishtar
Marhaba Caravan, quienes indudablemente llenaron de colorido y zapateados la
fiesta que se realiza año cono año por la danza, y que en esta ocasión, fue
dedicada a 12 piedras angulares de la danza en el Estado.
Para finalizar esta celebración se realizó una Jam
Sessión en la que todos los asistentes que quisieron tuvieron la oportunidad de
bailar y expresarse libremente al calor de muy buena música que invitaba a todo
el mundo a mover el cuerpo.
04, 05
La poética del movimiento
Ricardo Ariza
Con la colaboración especial de Carolina Moreno Echeverry
Las palabras se comportan como seres caprichosos, dicen
una cosa y después dicen otra. Mediante la razón se pretenden establecer leyes para
aprehenderlas; intenta encubrirlas, silenciarlas e incluso difamarlas. Empero,
el poeta como creador, procura desviarse —constante y sistemáticamente— de los
usos convencionales de la lengua impuestos por la gramática y por la poética
vigente en su momento, debido a que es, ante todo, un hereje: se aparta de las
normas tratando de redimir la libertad del lenguaje.
Ahora bien, el hecho de escribir versos no necesariamente
convierte a alguien en poeta; de igual forma, zapatear un buen flamenco no
implica que una persona sea un bailarín; en ambos casos se trata de simples ejecutantes
más no de creadores. Un hacer inspirado define el carácter poético de cualquier
actividad, o no lo hará. La potencia creadora no sólo se manifiesta en las palabras,
la poesía también infunde vida a las sagradas escrituras, reconcilia a los amantes,
abre de par en par océanos en la imaginación y procrea seres mitológicos para todos los
gustos. Asimismo, mediante el movimiento de los cuerpos, la danza posee —intrínsecamente—
una profunda simbología: al danzar (así como al poetizar) el hombre entra en
comunión con sus remotos orígenes y se reconcilia consigo mismo; movimiento
rítmico que por supuesto deviene en rito. Aunque en diversas mitologías se nos
habla de la relevancia de la danza para los dioses, para el ser humano esta
disciplina resulta mucho más importante como una forma de oración al agradecer,
solicitar, expiar y adorar. El cuerpo, libre y cargado de significado, es digno
de relacionarse con lo divino.
Al respecto, resulta interesante entonces recordar la
anécdota de Isadora Duncan al llegar por primera vez a Grecia. Al visitar la
Acrópolis se opera un milagro. El espacio glorioso y ancestral transmite a su
cuerpo una ráfaga de fiebre creadora. Sola y alentada por la magia del lugar,
danza en el espacio sagrado; sus movimientos se manifiestan de forma perfecta y
armoniosa. De repente, una voz la despierta del paroxismo. Un viejo sacerdote
la cuestiona sobre sus actos, ante lo cual Isadora responde en completa calma:
“estoy orando, padre; orando sobre la Acrópolis”. La bailarina es merecedora de
la herencia ancestral y la danza es su rito sagrado[1].
Una de las principales búsquedas de la poesía es
encontrar el ritmo original, aquel en el que las palabras se trasladan de un
punto a otro para crear significados dentro de un sentido musical propio; no el
del lenguaje común, en el que con los mismos vocablos se compran productos en
el mercado o se refieren los sucesos cotidianos; no son aquellos metros con los
que por más de dos mil años se han pronunciado los discursos políticos: se
trata, sin embargo, de aquel lenguaje que ha pertenecido a los seres humanos
desde los orígenes, donde el silencio marca una pauta que da comienzo a un
nuevo inicio.
Para el poeta, las palabras son las bailarinas, que con
sus movimientos transmiten a través del ritmo un sentido personal; lo mismo
sucede cuando el coreógrafo trabaja: las bailarinas son las palabras; la página
en blanco, el escenario. Un buen ejemplo: Antonia Mercé, La Argentina, “llama viva y pura armonía de España”. No en vano
Federico García Lorca, ferviente admirador, le dedica las siguientes palabras:
[…]
Si el poeta batalla con los caballos de su cerebro y el escultor se hiere los
ojos con la chispa dura del alabastro, la bailarina ha de batallar con el aire
que la circunda, dispuesto en todo momento a destruir su armonía, o a dibujar
grandes planos vacíos donde su ritmo quede totalmente anulado. El temblor del
corazón de la bailarina ha de ser armonizado desde las puntas de sus zapatos
hasta el abrir y cerrar de sus pestañas. […] Verdadera náufraga en un campo de
aire, la bailarina ha de medir líneas, silencios, zigzags y rápidas curvas, con
un sexto sentido de aroma y geometría, sin equivocar nunca su terreno[2].
Mientras que la música y la poesía se determinan en el
tiempo, las artes plásticas y la arquitectura lo hacen en el espacio; la danza
se dispone simultáneamente en el tiempo y en el espacio. Sin embargo, la danza
no es el simple desplazamiento que hace un cuerpo al dejar el lugar que ocupa
para situarse en otra parte, está formada por movimientos voluntarios, armoniosos
y, sobre todo, rítmicos.
El ritmo —proporción guardada entre el tiempo de un
movimiento y el de otro diferente— se manifiesta en muchas actividades humanas.
Desde el amasar de un pan hasta la manipulación de un instrumento mecánico, el
ritmo se presenta como un fenómeno de repetición de elementos auditivos, en el
que la mente humana es capaz de continuar relacionando los intervalos
temporales en un juego continuo de tensión y distensión; juego en el que
además, la danza es necesaria para que el hombre domine sus propias acciones.
Ejemplo de ello son los desfiles militares. Aunque resulte extraño, una de las
primeras actividades instructivas en el ejército es aprender a desfilar. El
desfile implica el sometimiento de la fuerza a merced del ritmo y requiere de
la coordinación entre voluntad y dominio del cuerpo. Los soldados al desfilar
evidencian el vigor, el poder y la contención eficaz de la ira, atributos
fundamentales a la hora de contender con el enemigo.
Cuando los seres humanos somos niños aprendemos las
formas y las costumbres por imitación. Los gestos van prefigurando nuestras
personalidades y también los roles que jugaremos al pertenecer a una sociedad
determinada, a una cultura. La semejanza y la comparación nos instruyen en la
noción de la naturaleza, somos iguales al hermano, a la hermana, somos un
espejo con variaciones, pero siempre semejantes hasta confundir nuestra imagen
con la del reflejo en el agua, lo mismo que Narciso. La poesía imita las
experiencias humanas, las refleja. La danza por su parte, es también una forma
imitativa determinante en el comportamiento, pues tiene que ver con el ritmo, ya
que sin éste, no habría movimiento. Un nulo impulso es un cero en la escala.
Ahora bien, la danza, también permite reflexionar sobre
la relación del hombre con el universo. Tal como lo sugiere Luciano de
Samosata, la danza surgió con la primera generación, “el movimiento regular de
los astros y la conjunción de las estrellas fija con los planetas errantes, la
comunión rítmica de ellos y su armonía disciplinada son ejemplos de la danza
primigenia”. El movimiento cósmico está sometido a pautas y conjunciones; la
danza existe desde el inicio de los tiempos. Pero las estrellas y los planetas
no están sometidos al aparente movimiento que los sostiene, su finalidad
inmediata es sólo eso, apariencia. En el tiempo cósmico en el que las estrellas
y los universos bailan, la función también tendrá que terminar en algún momento
y el telón de fondo bajará inevitablemente. La danza está relacionada con el
origen del cosmos porque después del caos, los elementos tienden a ordenarse en
el espacio y en el tiempo sólo por un acto creador, la poesía en movimiento.
Siguiendo con García Lorca, en su célebre conferencia
sobre Teoría y juego del duende, describe
la impresión que le ocasionó una muchacha del Puerto de Santa María cuando se
puso a bailar y cantar un cuplé italiano,
“Ay, Mariú, Mariú…”. Al respecto el poeta cuenta cómo ella hace de esa trivial
canción una dura serpiente de oro levantado, dado que la joven, a partir de su
baile armonioso y acompasado emula la poética del movimiento: los ritmos y los
silencios hicieron que los espectadores “se rasgaran los trajes casi con el
mismo ritmo con que se los rompen los negros antillanos del rito, apelotonados
ante la imagen de Santa Bárbara”. Tal cuplé
se manifiesta entonces como una fuerte señal que permite confrontar lo que
hasta el momento se ha vivido. Así como el poeta lucha con las palabras al
componer un poema, la bailarina lidia con el aire al danzar; sin embargo,
independientemente de la actividad, hay que estar dispuestos a recibir el
vapuleo de la emoción, interés expectante con que se participa en algo que está
ocurriendo.
Lo mismo sucede con cualquier anécdota. Basta recordar el
regreso de Odiseo a su amada Ítaca; vuelta en la que comprueba que su palacio
está invadido por un numeroso grupo de pretendientes que desean casarse con
Penélope, para usurpar el lugar que por derecho propio le corresponde como rey.
Se venga de sus enemigos, haciendo uso del arco de Éurito. Acto seguido, Odiseo
también castiga a las esclavas, quienes en confabulación con los traidores lo
han deshonrado. Ordena que sean encerradas en un lugar donde no haya
posibilidad de huir; posteriormente son ahorcadas para que perecieran de forma lamentable: mientras que sus cabezas estaban
en fila y en torno a sus cuellos había lazos, sus pies se agitaban de forma
convulsionada. Esta tortuosa convulsión de las mujeres necesariamente está
relacionada con el movimiento, profunda señal que evoca el vapuleo de la
emoción que necesariamente está relacionada con la imaginación.
De acuerdo con Góngora, “la imaginación es pobre y la
imaginación poética mucho más”, la realidad en sí es la que es rica; sin
embargo, la imaginación es una pobreza y el poeta se pasea por su imaginación,
limitado por ella. La imaginación puede darle vida a todo lo que se está
haciendo; representar con imágenes lo acontecido, lo pensado, lo sentido, así
como lo hizo Homero, aunque en las anécdotas anteriormente referidas sean trágicas.
De igual forma, cada movimiento dancístico es también el motivo creador de una
escultura efímera. Una compañía de danza puede ser también un jardín
escultórico, o las notas musicales en un pentagrama de aire, que al desplazarse
en el espacio-tiempo, dejan una estela simbólica que busca ser sentida e
imaginada por el espectador.
Además de emoción e imaginación, “la vida práctica” —tal
como lo establece Gabriel Zaid— “es inseparable de la vida creadora. Un hombre
creador que no es práctico es un mal artista. Un hombre práctico que no es
creador, no es un hombre práctico, es un burro de noria”. El arte no se opone a
la vida práctica: es la forma suprema de la vida práctica. Antiguamente poesía
y práctica fueron sinónimos. Hacer cosas (objetos, escritos en verso o en
prosa) era poien; hacer cosas en el
mundo de la acción era práttein (de
donde se origina práctica). Lamentablemente, la poesía —así como el arte en
general— se ha convertido en tema de especialistas y opuesta a la práctica;
empero, hay arte en todo hacer inspirado.
Ahora bien, esta distancia entre arte y práctica se
manifiesta principalmente mediante la separación. Por una parte, lo práctico
está presente en que el edificio no colapse, ulteriormente se establece (si hay
presupuesto y tiempo), el “barniz de la estética”. Aunque el hombre de las
cavernas hacía arte, hay algunos que determinan que el arte se hace después de
haberle dado solución a los problemas prácticos; razón por la cual se deduce
que la dimensión estética del hombre es innecesaria. Tal como lo establece Hugo
Gutiérrez Vega: “¿Para qué sirve la poesía? Para nada, por eso es
indispensable”. Lo que se puede percibir, por el contrario, es que tal
dimensión siempre está presente en la vida humana, que todo lo que se hace o
realiza tiene cierto grado de logro estético.
Lo que ha hecho conjeturar que el arte sea innecesario,
es tal vez la percepción de que el arte se constituye en una apremiante
necesidad del hombre. Lo que genera un producto artístico no es la palabra, el
granito, los movimientos o la música; es un tipo de efectividad lograda en la
integración de unos medios. Tal como lo sugiere Zaid: “unos medios que cumplen
con su necesidad específica y en el mismo acto cumplen su innecesidad: ser
diáfanamente lo que son; cumplir la integración que los transmuta en síntesis
de medios y fines: en puntos de partida que también pueden ser de llegada”. La
efectividad más significativa es la del arte.
Bailar es también una forma de imitar las manifestaciones
de la naturaleza y ha servido para establecer la línea cultural a través de los
rasgos de los pueblos que habitan el planeta. Todo movimiento es simbólico,
dice algo aunque el mensaje aparezca como un dato obtuso, nos comunica al menos
la intención de querer transmitirnos algo. La danza contemporánea es rebelde,
es poder, abandono y salvación. La danza es como definiera Octavio Paz a la
poesía: Hija del azar, fruto del cálculo.
“Sólo en el poema – como lo establece Paz- la poesía se
aísla y revela plenamente. Es lícito preguntar al poema por el ser de la poesía
si deja de concebirse a éste como una forma capaz de llenarse con cualquier
contenido. El poema no es una forma literaria sino el lugar de encuentro entre
la poesía y el hombre. Poema es un organismo verbal que contiene, suscita o
emite poesía. Forma y sustancia son lo mismo… La poesía no es la suma de todos
los poemas. Por sí misma, cada creación poética es una unidad autosuficiente.
La parte es el todo. Cada poema es único, irreductible e irrepetible. Esta
diversidad se ofrece, a primera vista, como hija de la historia. Cada lengua y
cada nación engendra en la poesía lo que el momento y su genio particular les
dictan”.
Poesía y danza son impulsos creadores del ser humano,
pues sus formas permiten referirse a múltiples hechos a través de la representación
de los movimientos y del ritmo. No son escasos los ejemplos en la historia en
donde podemos comprobar que la poesía y la danza han sido los lenguajes con los
que los oprimidos denuncian los actos de los opresores. También son formas que
conectan a lo humano con el ámbito de lo sagrado, y de igual forma, nos
iluminan el camino que la percepción del ser y del cuerpo ha logrado el ser
sobre sí mismo.
[1]
Víctor Andresco, Historia del ballet
ruso, Alhambra, Madrid, 1954, p. 45.
[2]
Federico García Lorca, “Elogio a Antonia Mercé”, Prosa, Akal, Madrid, 1994, p. 450.
06
Isadora Duncan
Homenaje
Angela Isadora Duncan, conocida como Isadora Duncan (San
Francisco, 27 de mayo de 1877 - Niza, 14 de septiembre de 1927) fue una
bailarina y coreógrafa estadounidense, considerada por muchos como la creadora
de la danza moderna.
Isadora Duncan nació en San Francisco, Estados Unidos. Su
padre Joseph, abandonó la familia cuando Isadora era aún muy pequeña, siendo
posteriormente acusado de fraude bancario, y encarcelado. Esto creó en el hogar
de los Duncan una difícil situación de penuria económica, hecho que influyó al
parecer en el alejamiento de la familia de la fe católica que habían profesado
(Isadora se declaró varias veces durante su vida como «atea convencida»).
Isadora Duncan abandonó la escuela a la edad de diez años y comenzó junto con
su hermana Isabel a impartir clases de danza a otros niños de su barrio,
mientras su madre, Dora, daba lecciones de piano para sustentar a la familia y
se encargaba de la educación de sus hijos. Predominaban en las lecciones
musicales Mozart, Schubert y Schumann, que tuvieron una indiscutible influencia
en el posterior desarrollo artístico de Isadora.
De acuerdo con sus biógrafos, Isadora era una niña
solitaria y retraída que solía jugar en la playa mientras observaba el mar. Su
fascinación por el movimiento de las olas sería el germen de su arte en los
años posteriores. La niña Isadora imaginaba entonces movimientos de manos y
pies que acompañaban a las olas de la bahía de San Francisco, y que serían el
origen de su peculiar estilo en la Danza. La influencia del mar y sus juegos
infantiles se recogen en su Autobiografía, publicada en 1927. Cuando Isadora
llegó a la adolescencia, la familia se mudó a Chicago, donde Duncan estudió
danza clásica. La familia perdió todas sus posesiones en un incendio, y se
trasladó nuevamente, esta vez a Nueva York, donde Duncan ingresa en la compañía
de teatro del dramaturgo Augustin Daly.
En los albores del siglo Isadora convence a su madre y a
su hermana para que la familia emigre a Europa. Es irónico pensar que por aquel
entonces media Europa intentaba emigrar a los Estados Unidos para alejarse de
la penuria económica y encontrar un futuro mejor, pero aun así las Duncan
parten en 1900 y se asientan en Londres inicialmente, y posteriormente en la
Ciudad Luz.
Expresionismo y danza
Durante su etapa londinense Isadora, siempre inquieta y
autodidacta, pasa largas horas en el Museo Británico. Le fascinan las
expresiones artísticas de la Grecia clásica, y muy especialmente los vasos
decorados con figuras danzantes. De ellas adoptará algunos elementos
característicos de su danza, tales como inclinar la cabeza hacia atrás como las
bacantes. Es en esta época cuando comienza a consolidarse el estilo único de
Isadora. Se trata de una danza muy alejada de los patrones clásicos conocidos
hasta entonces, incorporando puestas en escena y movimientos que tenían más que
ver con una visión filosófica de la vida ligada quizá al expresionismo (línea
de pensamiento artístico incipiente por aquella época), y por tanto a una
búsqueda de la esencia del arte que sólo puede proceder del interior. Isadora
era plenamente consciente de que su estilo suponía una ruptura radical con la
danza clásica, y en este sentido se veía a si misma como una revolucionaria
precursora en un contexto artístico de revisión generalizada de los valores
antiguos. Al mismo tiempo que su estilo se iba consolidando, Isadora estudiaba
en profundidad la danza y la literatura antigua a través de los museos,
particularmente el Louvre de París, la National Gallery de Londres y el Museo
Rodin.
Los temas de las danzas de Isadora eran clásicos,
frecuentemente relacionados con la muerte o el dolor, pero en oposición a los
asuntos de la danza clásica conocida hasta entonces, que giraban en torno a
héroes, duendes y trasgos. Su puesta en escena era también revolucionaria, y en
cierto sentido minimalista: apenas algunos tejidos de color azul celeste en
lugar de los aparatosos decorados de los montajes conocidos hasta entonces y
una túnica vaporosa que dejaba adivinar el cuerpo y entrever las piernas
desnudas y los pies descalzos, frente a los vestidos de tutú, zapatillas de
punta y medias rosadas de rigor en el ballet clásico. Isadora bailaba sin
maquillaje y con el cabello suelto, mientras que lo habitual en aquella época
era maquillarse a conciencia y recogerse el pelo en un moño o coleta. Es
comprensible que el estilo de Isadora chocase en un principio al público del
momento, acostumbrado al lenguaje de la danza clásica. Isadora hubo de aguantar
abucheos e interrupciones de diversa índole en sus sesiones de danza durante
algún tiempo, siendo notable en este sentido la polémica que se desató durante
una gira por América del Sur en 1916.
Simpatizo con la revolución social y política en la nueva
Unión Soviética por lo que en 1922 se trasladó a Moscú. Su fama internacional
llamó la atención y dio la bienvenida a la efervescencia artística y cultural
del nuevo régimen. El fracaso del gobierno ruso para que cumpliera las promesas
extravagantes de apoyo para el trabajo de Duncan, junto con las condiciones
espartanas de vida del país la enviaron de vuelta a Occidente en 1924.
Vida personal
Isadora Duncan tuvo una vida personal tan poco
convencional como la expresión de su arte, y vivió siempre al margen de la
moral y las costumbres tradicionales. Se casó con el poeta ruso Serguéi Esenin,
17 años más joven que ella. Esenin la acompañó en un viaje por Europa, pero el
carácter violento de éste y su adicción al alcohol dieron al traste con el
matrimonio. Al año siguiente Esenin regresó a Moscú, donde sufrió una profunda
crisis a raíz de la cual fue ingresado en una institución mental. Se suicidó
poco tiempo después (28 de diciembre de 1925), aunque se ha especulado con la
posibilidad de que fuese asesinado. Isadora eligió ser madre soltera, y tuvo dos
hijos. Aunque no quiso revelar el nombre de los padres se sabe que fueron del
diseñador teatral Gordon Craig y de París Singer, hijo del magnate de las
máquinas de coser Isaac Merritt Singer. La vida privada de Isadora no estuvo
nunca exenta de escándalos, ni tampoco de tragedias. La más espantosa fue
ciertamente la muerte de sus dos hijos Deirdre y Patrick, que se ahogaron en un
accidente en el río Sena en París, en 1913, al caer al agua el automóvil en el
que viajaban junto a su nodriza.
Isadora Duncan era bisexual, y mantuvo relaciones con
algunas mujeres conocidas de su época, tales como la poetisa Mercedes de Acosta
o la escritora Natalie Barney. Se le atribuyeron muchos otros romances no
confirmados con otras mujeres, tales como la actriz Eleonora Duse o Lina
Poletti.
Hacia el final de su vida, la carrera de Isadora había
empezado a declinar. Fueron para ella tiempos de serios problemas financieros y
diversos escándalos sentimentales, acompañados por algunos episodios de
embriaguez pública. Todo esto la fue alejando de sus amigos y su público, y
finalmente de su propio arte. Isadora vivió aquellos años finales entre París y
la costa del Mediterráneo, dejando deudas considerables en hoteles o pasando
cortos períodos en apartamentos alquilados. Algunos de sus amigos trataron de
convencerla para que escribiese su autobiografía, con la esperanza de aliviar
un poco su ya preocupante situación económica. Uno de estos amigos fue el
escritor Sewell Stokes, quien conoció a Isadora en sus últimos años, cuando ya estaba
prácticamente sola y arruinada. Stokes escribió posteriormente un libro sobre
la bailarina: Isadora, un retrato íntimo. La autobiografía de Isadora Duncan
fue finalmente publicada en 1927.
Muerte
Las trágicas circunstancias que rodean la muerte de
Isadora Duncan han contribuido sobremanera a la consolidación del mito, y están
envueltas en cierto misterio que la historia no ha conseguido despejar por
completo.
Isadora Duncan murió en un accidente de automóvil
acaecido en Niza, Francia, la noche del 14 de septiembre de 1927, a la edad de
49 años. Murió estrangulada por la larga chalina que llevaba alrededor de su
cuello, cuando ésta se enredó en la llanta del automóvil en que viajaba. Este
accidente dio lugar al comentario mordaz de Gertrude Stein: «la afectación
puede ser peligrosa». Duncan viajaba en el asiento del copiloto de un automóvil
Amilcar propiedad de un joven y guapo mecánico italiano, Benoît Falchetto, a quien
ella irónicamente había apodado «Buggatti». (La marca del automóvil es materia
de debate, pero la opinión general es que se trataba de un Amilcar francés
modelo GS de 1924. La leyenda transformó después la marca y lo convirtió en un
Bugatti, mucho más caro y lujoso). Antes de subir al vehículo, Isadora profirió
unas palabras pretendidamente recordadas por su amiga Maria Desti y algunos
compañeros: «Adieu, mes amis. Je vais à la gloire!» (¡«Adiós, amigos míos, me
voy a la gloria!») Sin embargo, según los diarios del novelista americano
Glenway Wescott, que estaba en Niza en ese entonces y visitó el cuerpo de
Duncan en el depósito de cadáveres (sus diarios están en la colección de la
biblioteca de Beineke, en la Universidad de Yale), Desti admitió haber mentido
sobre las últimas palabras de la bailarina, y confesó a Wescott que estas
habían sido: «Je vais à l'amour» («Me voy al amor»). Al parecer, Desti
consideró estas palabras poco apropiadas como un último testimonio histórico de
su ilustre amiga, ya que indicaban que Isadora y Benoît partían hacia uno de
sus encuentros románticos. Cualesquiera que fuesen sus palabras, cuando
Falchetto puso en marcha el vehículo la delicada chalina de Duncan (una estola
pintada a mano regalo de su amiga Desti, suficientemente larga como para
envolver su cuello y su talle y ondear por fuera del automóvil), se enredó
entre la llanta de radios y el eje trasero del coche provocando la muerte por
estrangulamiento de Isadora. En el obituario publicado en el diario New York
Times el 15 de septiembre de 1927 podía leerse lo siguiente: «el automóvil iba
a toda velocidad cuando la estola de fuerte seda que ceñía su cuello empezó a
enrollarse alrededor de la rueda, arrastrando a la señora Duncan con una fuerza
terrible, lo que provocó que saliese despedida por un costado del vehículo y se
precipitase sobre la calzada de adoquines. Así fue arrastrada varias decenas de
metros antes de que el conductor, alertado por sus gritos, consiguiese detener
el automóvil. Se obtuvo auxilio médico, pero se constató qua Isadora Duncan ya
había fallecido por estrangulamiento, y que sucedió de forma casi instantánea».
Isadora Duncan fue incinerada, y sus cenizas fueron
colocadas en el columbario del Cementerio del Père-Lachaise (París, Francia).
En el Panteón de San Fernando de la ciudad de México, hay
un nicho de homenaje a su nombre.
Isadora Duncan (1878-1927), in a picture by Arnold Genthe
(1869-1942).
Source:
Library of U. S. A. Congress.
07
Alma de gato
Davo Valdés de la Campa*
¿Me pregunto si años adelante, en un futuro
quizá no tan lejano, voltearemos hacia el 2011 y pensaremos en ese año como uno
de importante efervescencia literaria en Morelos? ¿Qué pasará en los siguientes
años, entre ese 2011 ahora en el pasado y ese futuro hipotético? Preguntas
ociosas, sin duda, pero interrogantes que surgieron precisamente por el interesante
movimiento que se comenzó a gestar durante el año pasado y del cual de una u
otra forma fui testigo y partícipe. Entre otras cosas, la aparición o
reaparición de editoriales y revistas en la entidad comenzó a dejar improntas en el terreno, huellas del trabajo
editorial que –espero- en ese futuro podrán leerse y analizarse.
Uno de esos proyectos fue Lengua de Diablo
Editorial, del poeta y narrador Efraím Blanco, el cual vio la luz en diciembre
del 2011, específicamente en la Segunda Feria de Revistas y Editoriales
Independientes que organizó el Colectivo La Piedra y el Fondo Editorial del
Instituto de Cultura de Morelos. Durante dicho evento Lengua de Diablo estrenó
su colección Alma de gato (Poesía) con dos títulos: Desiertomar de
Miriam Ponce y El alma de las cosas del mismo Efraím Blanco.
Antes que nada, vale la pena mencionar que
ambos poetas son egresados del Diplomado de Creación Literaria de la Escuela de
Escritores “Ricardo Garibay”, sitio en donde coincidieron con maestros de la
talla de Kenia Cano, Citlali Ferrer y Rubén Pizano. Y aunque sabemos que las
escuelas de escritores no garantizan nada, mucho menos hacer escritores, estos
espacios han sido decisivos para el desarrollo creativo de muchos escritores
que desde la dinámica del taller han pulido sus textos exponiéndolos a la
crítica grupal.
Desiertomar
El libro de Miriam Ponce (su primero), quien
además es colaboradora de Palabras Malditas y conductora de Radio Efímera, es
un poemario líquido lleno de nostalgia. El sueño, los regresos, las
evocaciones, los recuerdos, lo no vivido, los seres que poblaron el pasado, el
propio y el colectivo, son algunos de los elementos que se entrelazan entre los
versos de Ponce. A modo de road poems, Desiertomar, nos conduce
por un viaje que comienza en el centro caótico de nuestro país: la ciudad de
México: Nací con antenas de trolebús/y heredé la sangre del caos/cotidiano de
avenida grande y se extiende “como carretera federal” hacia otros paisajes
urbanos. La ciudad de México, como ese “mar en llamas parpadeantes”, líquido en
su movimiento, como un río: nunca vuelves a pasar por el mismo sitio, pero seco
por dentro, como una costra que se aferra a Tlatelolco.
Otra elementos importante en la poesía de
Miriam Ponce, es la cadencia de sus versos, siempre musicales, siempre
acompañados de una melodía invisible. Como si los chilangos (ya no es un
término despectivo) aprendieran a componer sinfonías con tan solo escuchar el
caos del DF.
El viaje continúa, la acompañan en cada
autostop, su abuelo, una orquesta imaginaria, Bowie y Papasquiaro. El yo
poético, que es un ave y una chica hermosa, carga consigo un deseo insaciable,
“¿por qué deseo desierto si tengo mar?”, a través de todo el trayecto que
realmente es un vals, un baile sobre los astros y los desiertos y el vaivén de
las olas. El viaje, sin embargo,
comienza realmente en la escritura, que es como una forma de memoria. Ahí
perdura lo verdadero y sólo con cerrar los ojos logramos que todo eso aparezca
con su forma-sin forma que nos colma por un instante.
El alma de las cosas
Efraím Blanco ha publicado anteriormente Imaginando
sueños, Había una vez un blog, ambos de poesía y en narrativa: Absurdos y
Estos pequeños monstruos. “Efra” como le dicen los amigos, es quizá uno
de los escritores más sobresalientes de la escena actual morelense. Ejemplo de
ello son sus múltiples publicaciones, premios y por supuesto la iniciativa de
conformar un proyecto editorial como lo es Lengua de Diablo, un espacio que
–esperemos- dé cabida a más voces en las siguientes publicaciones.
El alma de las cosas es un poemario que
retoma ciertos elementos característicos de la narrativa de Blanco. Específicamente
me refiero a la apropiación de guiños de la cultura popular como lo son los
monstruos, los mitos, la noción del fin del mundo y lo mágico. A pesar de ello,
Efraím Blanco se da la oportunidad de ahondar desde otra perspectiva dichos
tópicos. En el libro cohabitan la figura del mago poeta, el alquimista que
convierte lo agrio de la cotidianidad en imágenes bellas y la del
poeta-merolico, vendedor de sus versos en cada esquina de una ciudad inventada,
un poeta que habla de volar porque: “no basta enredarse con las letras”. Un
poeta que llama a “volar a ras de cielo
(…), a volarse la barda y a volar los espejos en mil pedazos”. Nos
encontramos entonces, en realidad, ante un poeta urbano. Uno que exige a otros poetas
a volar, sí, pero a volar unido con “el aullido de perros, de ambulancias y
locos”. En resumen El alma de las cosas es una especie de poemario-lente
por el cual Blanco nos invita a mirar, pues a través de su visión podemos
descubrir que cosas maravillosas ocurren en nuestras propias narices, también
está la tristeza, la muerte y la risa porque son parte del mundo y porque están
siempre mezcladas de tal forma que a veces no las distinguimos.
Referencias:
Efraím Blanco, El alma de las cosas, Colección Alma de
Gato, Lengua de diablo Editorial, México, 2011; Miriam Ponce, Desiertomar,
Colección Alma de Gato, Lengua de diablo Editorial, México, 2011.
* Escritor
morelense. Ha sido beneficiario del Estímulo a la Creación al Desarrollo
Artístico en Morelos en 2009 por su proyecto Sopor Aeternus (cuento) y 2011 con Las mariposas (novela). Es columnista de La Jornada Morelos. Es miembro del Comité Editorial de la Revista
La Piedra. Colaborador en las revistas Moria y Entribu. Ha sido incluido en
diversas antologías nacionales de cuento y poesía. Ha publicado en revistas de
Chile, México, España y Venezuela. En 2010 publicó su primer libro Relatos de un mundo depravado (EdicioneZetina).
En 2011 fue uno de los ganadores de la convocatoria para publicar obra inédita
del Fondo Editorial del Instituto de Cultura de Morelos.
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