lunes, 7 de mayo de 2012

Seminario Cultural Artetipos No. 62




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Celebran el Día Internacional de la Danza

*Homenajean a 12 maestras precursoras de la danza en Morelos.

Adriana Mendoza

Este año, para celebrar el Día Internacional de la Danza en nuestro estado –el cual se festeja oficialmente el 29 de abril-, el Instituto de Cultura de Morelos en colaboración con Fóramen M. danza que invita a la acción, organizaron una serie de actividades en el Jardín Borda desde el jueves 26 hasta el sábado 28 de abril, con la finalidad de acercar a la sociedad a esta forma de expresión artística de tradición milenaria, en sus diversos géneros, técnicas y estilos.
Este Día Internacional de la Danza “Con los pies en el aire”, se realizó en homenaje a 12 maestras precursoras de la danza en Morelos, a quienes entregaron preseas y reconocimientos por su labor en la entidad. Se trata de Blanca Lilia Calvo, Rocío Becerril, Patricia Ottamendi, Marcelina Benítez, Athenea Baker, Martha Pimentel, Luisa Leyva, Margarita Gordon, Silvia Unzueta, Pilar Urreta, Graciela Esperón y Martha Solé; y se les realizó un video que retrata flashazos de su historia, sus aportaciones en la danza y en la enseñanza de la misma, su visión del contexto actual y del rumbo de la danza en el estado. Las 12 pioneras se mostraron muy satisfechas y agradecidas al ser reconocidas por su labor, por su trayectoria, pero sobre todo por su compromiso con la danza. El homenaje oficial tuvo lugar el jueves 26 de abril en la Sala Manuel M. Ponce del Jardín Borda, en donde la Directora del ICM, Mtra. Martha Ketchum, presidió la ceremonia remarcando que “estoy muy contenta de poder homenajear a 12 amigas, algunas mis maestras, otras mis compañeras, inclusive alguna de ustedes ha tomado clase conmigo, y es un honor para mí poder entregarles este reconocimiento…”. Sin embargo, el día 28 se volvió a proyectar el video y a solicitar la presencia de estas 12 grandes mujeres que tanto han aportado a la danza, en el escenario del Foro del Lago del Borda, donde una vez más las maestras fueron engalanadas con flores.  
Los festejos iniciaron el 26 y 27 de abril con el Primer Encuentro Global de Danza, jornadas de reflexión en torno al quehacer dancístico en la actualidad, que de igual manera se desarrollaron en la sala M. Ponce. La mesa del primer día se llamó Cuerpo soñado. Poético, en donde se trataron temas como la concepción actual del cuerpo, sus implicaciones sociales, culturales, de roles; Por qué hacer arte, por qué hacer danza; Los contenidos filosóficos en la danza; La poesía en la danza y la danza en la vida. Estos fueron algunos de los puntos que personajes como Claudia Lavista, bailarina y coreógrafa; Antonio Russek, músico; Ricardo Ariza, poeta y Alberto Sladogna, psicoanalista, trataron en estas mesas que se estuvieron transmitiendo vía internet con alcance en todo el mundo.
El día 27 participaron como ponentes en la mesa que llevó por nombre Interdisciplinaria Postmo, personajes como Federico Valdez, músico; Elvira Ruíz, dramaturga y José Luis García Nava, artista visual, contando con la presencia del coreógrafo Jaime Camarena como moderador. Se desarrolló una interlocución muy interesante, en donde se pudieron plantear cuestionamientos, análisis y propuestas sobre las nuevas formas y procesos de creación en el arte, sobre la creación y la consolidación de públicos y de la labor de gestión, de promoción y la difusión del arte en general, entre otros temas.
Para continuar con las celebraciones, el día 28 a partir de las 2:00 de la tarde, se dieron cita cientos de bailarines, integrantes de compañías, escuelas, colectivos y  grupos independientes, para mostrar su trabajo. El público pudo presenciar diferentes formas de expresión dancística como  ballet clásico, danza contemporánea, danzas tradicionales de México y de diferentes partes del mundo como danza hindú, árabe y flamenco entre otras, así como danza aérea, artes circenses, performance y video danza. El bloque de escuelas fue el primero en arrancar y participaron centros de formación como Escénica, Grupo de Danza Árabe Ayshel, F4libre Espacio Cultural Multidisciplinario, Grupo “Dos Raíces”, Talibah de DIF Morelos, Ensamble de danza UAEM, Raqs Be Atefa, Casa de la Cultura de Cuautla/ Talleres PEAM, Zaghareet Estudio de Danza y Cultura, iL-ladanse, Lunas de Madrid, Ishtar Danza Árabe Centro Cultural, Academi de Ballet de Vista Hermosa, PFCE fmXlab T. matutino y vespertino, Escuala Superior de Danza de Morelos, Studio Dance Company, Grupo Representativo de Danza del CMAEM, Centro de Formación Profesional eFel Danse y Hip-Hop inteligente. En esta sección los familiares y público en general se mostraron muy emotivos y gustosos de ver el proceso de pequeños y grandes en el medio de la danza.
Para continuar el programa compañías como Colectivo Danza 8, Aferrarte, Shaktala, Ballet de Cámara del Estado de Morelos, Laleget Danza, Malitzi Arte Escénico, Ser-o Cero, Fritz y amigos, Colectivo Movimiento, R+R arte y movimiento y los artistas independientes Talía Falconi y Federico Valdés, deleitaron al público con montajes en los que se hizo notorio el talento de todos estos bailarines en sus distintas disciplinas.
Siguió el tercer bloque en el que presentaron ocho performances; los participantes fueron Colectivo Pausa en Movimiento, Alejandra Aparicio, Plataforma 4/4, Diego Basantes, This Side Up, Apocapoc, Colectivo Jadoo y Areli Marmolejo, así como Marcos Ariel Rossi con una video instalación. La presentación de estos performances tuvo lugar en las diferentes fuentes del Borda así como en algunos pasillos del lugar, y la concurrencia pudo visualizar propuestas que forman parte de un discurso más contemporáneo.
El cuarto y último bloque también se realizó en el Foro del Lago, y constó de la presentación de cuatro compañías de danza folklórica: Danza Española Escénica, Gente Roja, Ballet Folklórico Xochiquetzal e Ishtar Marhaba Caravan, quienes indudablemente llenaron de colorido y zapateados la fiesta que se realiza año cono año por la danza, y que en esta ocasión, fue dedicada a 12 piedras angulares de la danza en el Estado.
Para finalizar esta celebración se realizó una Jam Sessión en la que todos los asistentes que quisieron tuvieron la oportunidad de bailar y expresarse libremente al calor de muy buena música que invitaba a todo el mundo a mover el cuerpo.  



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La poética del movimiento

Ricardo Ariza
Con la colaboración especial de Carolina Moreno Echeverry

Las palabras se comportan como seres caprichosos, dicen una cosa y después dicen otra. Mediante la razón se pretenden establecer leyes para aprehenderlas; intenta encubrirlas, silenciarlas e incluso difamarlas. Empero, el poeta como creador, procura desviarse —constante y sistemáticamente— de los usos convencionales de la lengua impuestos por la gramática y por la poética vigente en su momento, debido a que es, ante todo, un hereje: se aparta de las normas tratando de redimir la libertad del lenguaje.

Ahora bien, el hecho de escribir versos no necesariamente convierte a alguien en poeta; de igual forma, zapatear un buen flamenco no implica que una persona sea un bailarín; en ambos casos se trata de simples ejecutantes más no de creadores. Un hacer inspirado define el carácter poético de cualquier actividad, o no lo hará. La potencia creadora no sólo se manifiesta en las palabras, la poesía también infunde vida a las sagradas escrituras, reconcilia a los amantes, abre de par en par océanos en la imaginación  y procrea seres mitológicos para todos los gustos. Asimismo, mediante el movimiento de los cuerpos, la danza posee —intrínsecamente— una profunda simbología: al danzar (así como al poetizar) el hombre entra en comunión con sus remotos orígenes y se reconcilia consigo mismo; movimiento rítmico que por supuesto deviene en rito. Aunque en diversas mitologías se nos habla de la relevancia de la danza para los dioses, para el ser humano esta disciplina resulta mucho más importante como una forma de oración al agradecer, solicitar, expiar y adorar. El cuerpo, libre y cargado de significado, es digno de relacionarse con lo divino.

Al respecto, resulta interesante entonces recordar la anécdota de Isadora Duncan al llegar por primera vez a Grecia. Al visitar la Acrópolis se opera un milagro. El espacio glorioso y ancestral transmite a su cuerpo una ráfaga de fiebre creadora. Sola y alentada por la magia del lugar, danza en el espacio sagrado; sus movimientos se manifiestan de forma perfecta y armoniosa. De repente, una voz la despierta del paroxismo. Un viejo sacerdote la cuestiona sobre sus actos, ante lo cual Isadora responde en completa calma: “estoy orando, padre; orando sobre la Acrópolis”. La bailarina es merecedora de la herencia ancestral y la danza es su rito sagrado[1].

Una de las principales búsquedas de la poesía es encontrar el ritmo original, aquel en el que las palabras se trasladan de un punto a otro para crear significados dentro de un sentido musical propio; no el del lenguaje común, en el que con los mismos vocablos se compran productos en el mercado o se refieren los sucesos cotidianos; no son aquellos metros con los que por más de dos mil años se han pronunciado los discursos políticos: se trata, sin embargo, de aquel lenguaje que ha pertenecido a los seres humanos desde los orígenes, donde el silencio marca una pauta que da comienzo a un nuevo inicio.

Para el poeta, las palabras son las bailarinas, que con sus movimientos transmiten a través del ritmo un sentido personal; lo mismo sucede cuando el coreógrafo trabaja: las bailarinas son las palabras; la página en blanco, el escenario. Un buen ejemplo: Antonia Mercé, La Argentina, “llama viva y pura armonía de España”. No en vano Federico García Lorca, ferviente admirador, le dedica las siguientes palabras:

[…] Si el poeta batalla con los caballos de su cerebro y el escultor se hiere los ojos con la chispa dura del alabastro, la bailarina ha de batallar con el aire que la circunda, dispuesto en todo momento a destruir su armonía, o a dibujar grandes planos vacíos donde su ritmo quede totalmente anulado. El temblor del corazón de la bailarina ha de ser armonizado desde las puntas de sus zapatos hasta el abrir y cerrar de sus pestañas. […] Verdadera náufraga en un campo de aire, la bailarina ha de medir líneas, silencios, zigzags y rápidas curvas, con un sexto sentido de aroma y geometría, sin equivocar nunca su terreno[2].

Mientras que la música y la poesía se determinan en el tiempo, las artes plásticas y la arquitectura lo hacen en el espacio; la danza se dispone simultáneamente en el tiempo y en el espacio. Sin embargo, la danza no es el simple desplazamiento que hace un cuerpo al dejar el lugar que ocupa para situarse en otra parte, está formada por movimientos voluntarios, armoniosos y, sobre todo, rítmicos.

El ritmo —proporción guardada entre el tiempo de un movimiento y el de otro diferente— se manifiesta en muchas actividades humanas. Desde el amasar de un pan hasta la manipulación de un instrumento mecánico, el ritmo se presenta como un fenómeno de repetición de elementos auditivos, en el que la mente humana es capaz de continuar relacionando los intervalos temporales en un juego continuo de tensión y distensión; juego en el que además, la danza es necesaria para que el hombre domine sus propias acciones. Ejemplo de ello son los desfiles militares. Aunque resulte extraño, una de las primeras actividades instructivas en el ejército es aprender a desfilar. El desfile implica el sometimiento de la fuerza a merced del ritmo y requiere de la coordinación entre voluntad y dominio del cuerpo. Los soldados al desfilar evidencian el vigor, el poder y la contención eficaz de la ira, atributos fundamentales a la hora de contender con el enemigo.

Cuando los seres humanos somos niños aprendemos las formas y las costumbres por imitación. Los gestos van prefigurando nuestras personalidades y también los roles que jugaremos al pertenecer a una sociedad determinada, a una cultura. La semejanza y la comparación nos instruyen en la noción de la naturaleza, somos iguales al hermano, a la hermana, somos un espejo con variaciones, pero siempre semejantes hasta confundir nuestra imagen con la del reflejo en el agua, lo mismo que Narciso. La poesía imita las experiencias humanas, las refleja. La danza por su parte, es también una forma imitativa determinante en el comportamiento, pues tiene que ver con el ritmo, ya que sin éste, no habría movimiento. Un nulo impulso es un cero en la escala.

Ahora bien, la danza, también permite reflexionar sobre la relación del hombre con el universo. Tal como lo sugiere Luciano de Samosata, la danza surgió con la primera generación, “el movimiento regular de los astros y la conjunción de las estrellas fija con los planetas errantes, la comunión rítmica de ellos y su armonía disciplinada son ejemplos de la danza primigenia”. El movimiento cósmico está sometido a pautas y conjunciones; la danza existe desde el inicio de los tiempos. Pero las estrellas y los planetas no están sometidos al aparente movimiento que los sostiene, su finalidad inmediata es sólo eso, apariencia. En el tiempo cósmico en el que las estrellas y los universos bailan, la función también tendrá que terminar en algún momento y el telón de fondo bajará inevitablemente. La danza está relacionada con el origen del cosmos porque después del caos, los elementos tienden a ordenarse en el espacio y en el tiempo sólo por un acto creador, la poesía en movimiento.

Siguiendo con García Lorca, en su célebre conferencia sobre Teoría y juego del duende, describe la impresión que le ocasionó una muchacha del Puerto de Santa María cuando se puso a bailar y cantar un cuplé italiano, “Ay, Mariú, Mariú…”. Al respecto el poeta cuenta cómo ella hace de esa trivial canción una dura serpiente de oro levantado, dado que la joven, a partir de su baile armonioso y acompasado emula la poética del movimiento: los ritmos y los silencios hicieron que los espectadores “se rasgaran los trajes casi con el mismo ritmo con que se los rompen los negros antillanos del rito, apelotonados ante la imagen de Santa Bárbara”. Tal cuplé se manifiesta entonces como una fuerte señal que permite confrontar lo que hasta el momento se ha vivido. Así como el poeta lucha con las palabras al componer un poema, la bailarina lidia con el aire al danzar; sin embargo, independientemente de la actividad, hay que estar dispuestos a recibir el vapuleo de la emoción, interés expectante con que se participa en algo que está ocurriendo.

Lo mismo sucede con cualquier anécdota. Basta recordar el regreso de Odiseo a su amada Ítaca; vuelta en la que comprueba que su palacio está invadido por un numeroso grupo de pretendientes que desean casarse con Penélope, para usurpar el lugar que por derecho propio le corresponde como rey. Se venga de sus enemigos, haciendo uso del arco de Éurito. Acto seguido, Odiseo también castiga a las esclavas, quienes en confabulación con los traidores lo han deshonrado. Ordena que sean encerradas en un lugar donde no haya posibilidad de huir; posteriormente son ahorcadas para que perecieran de forma  lamentable: mientras que sus cabezas estaban en fila y en torno a sus cuellos había lazos, sus pies se agitaban de forma convulsionada. Esta tortuosa convulsión de las mujeres necesariamente está relacionada con el movimiento, profunda señal que evoca el vapuleo de la emoción que necesariamente está relacionada con la imaginación.

De acuerdo con Góngora, “la imaginación es pobre y la imaginación poética mucho más”, la realidad en sí es la que es rica; sin embargo, la imaginación es una pobreza y el poeta se pasea por su imaginación, limitado por ella. La imaginación puede darle vida a todo lo que se está haciendo; representar con imágenes lo acontecido, lo pensado, lo sentido, así como lo hizo Homero, aunque en las anécdotas anteriormente referidas sean trágicas. De igual forma, cada movimiento dancístico es también el motivo creador de una escultura efímera. Una compañía de danza puede ser también un jardín escultórico, o las notas musicales en un pentagrama de aire, que al desplazarse en el espacio-tiempo, dejan una estela simbólica que busca ser sentida e imaginada por el espectador.

Además de emoción e imaginación, “la vida práctica” —tal como lo establece Gabriel Zaid— “es inseparable de la vida creadora. Un hombre creador que no es práctico es un mal artista. Un hombre práctico que no es creador, no es un hombre práctico, es un burro de noria”. El arte no se opone a la vida práctica: es la forma suprema de la vida práctica. Antiguamente poesía y práctica fueron sinónimos. Hacer cosas (objetos, escritos en verso o en prosa) era poien; hacer cosas en el mundo de la acción era práttein (de donde se origina práctica). Lamentablemente, la poesía —así como el arte en general— se ha convertido en tema de especialistas y opuesta a la práctica; empero, hay arte en todo hacer inspirado.
Ahora bien, esta distancia entre arte y práctica se manifiesta principalmente mediante la separación. Por una parte, lo práctico está presente en que el edificio no colapse, ulteriormente se establece (si hay presupuesto y tiempo), el “barniz de la estética”. Aunque el hombre de las cavernas hacía arte, hay algunos que determinan que el arte se hace después de haberle dado solución a los problemas prácticos; razón por la cual se deduce que la dimensión estética del hombre es innecesaria. Tal como lo establece Hugo Gutiérrez Vega: “¿Para qué sirve la poesía? Para nada, por eso es indispensable”. Lo que se puede percibir, por el contrario, es que tal dimensión siempre está presente en la vida humana, que todo lo que se hace o realiza tiene cierto grado de logro estético.

Lo que ha hecho conjeturar que el arte sea innecesario, es tal vez la percepción de que el arte se constituye en una apremiante necesidad del hombre. Lo que genera un producto artístico no es la palabra, el granito, los movimientos o la música; es un tipo de efectividad lograda en la integración de unos medios. Tal como lo sugiere Zaid: “unos medios que cumplen con su necesidad específica y en el mismo acto cumplen su innecesidad: ser diáfanamente lo que son; cumplir la integración que los transmuta en síntesis de medios y fines: en puntos de partida que también pueden ser de llegada”. La efectividad más significativa es la del arte.

Bailar es también una forma de imitar las manifestaciones de la naturaleza y ha servido para establecer la línea cultural a través de los rasgos de los pueblos que habitan el planeta. Todo movimiento es simbólico, dice algo aunque el mensaje aparezca como un dato obtuso, nos comunica al menos la intención de querer transmitirnos algo. La danza contemporánea es rebelde, es poder, abandono y salvación. La danza es como definiera Octavio Paz a la poesía: Hija del azar, fruto del cálculo.

“Sólo en el poema – como lo establece Paz- la poesía se aísla y revela plenamente. Es lícito preguntar al poema por el ser de la poesía si deja de concebirse a éste como una forma capaz de llenarse con cualquier contenido. El poema no es una forma literaria sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre. Poema es un organismo verbal que contiene, suscita o emite poesía. Forma y sustancia son lo mismo… La poesía no es la suma de todos los poemas. Por sí misma, cada creación poética es una unidad autosuficiente. La parte es el todo. Cada poema es único, irreductible e irrepetible. Esta diversidad se ofrece, a primera vista, como hija de la historia. Cada lengua y cada nación engendra en la poesía lo que el momento y su genio particular les dictan”.

Poesía y danza son impulsos creadores del ser humano, pues sus formas permiten referirse a múltiples hechos a través de la representación de los movimientos y del ritmo. No son escasos los ejemplos en la historia en donde podemos comprobar que la poesía y la danza han sido los lenguajes con los que los oprimidos denuncian los actos de los opresores. También son formas que conectan a lo humano con el ámbito de lo sagrado, y de igual forma, nos iluminan el camino que la percepción del ser y del cuerpo ha logrado el ser sobre sí mismo.





[1] Víctor Andresco, Historia del ballet ruso, Alhambra, Madrid, 1954, p. 45.
[2] Federico García Lorca, “Elogio a Antonia Mercé”, Prosa, Akal, Madrid, 1994, p. 450.




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Isadora Duncan
Homenaje


Angela Isadora Duncan, conocida como Isadora Duncan (San Francisco, 27 de mayo de 1877 - Niza, 14 de septiembre de 1927) fue una bailarina y coreógrafa estadounidense, considerada por muchos como la creadora de la danza moderna.

Isadora Duncan nació en San Francisco, Estados Unidos. Su padre Joseph, abandonó la familia cuando Isadora era aún muy pequeña, siendo posteriormente acusado de fraude bancario, y encarcelado. Esto creó en el hogar de los Duncan una difícil situación de penuria económica, hecho que influyó al parecer en el alejamiento de la familia de la fe católica que habían profesado (Isadora se declaró varias veces durante su vida como «atea convencida»). Isadora Duncan abandonó la escuela a la edad de diez años y comenzó junto con su hermana Isabel a impartir clases de danza a otros niños de su barrio, mientras su madre, Dora, daba lecciones de piano para sustentar a la familia y se encargaba de la educación de sus hijos. Predominaban en las lecciones musicales Mozart, Schubert y Schumann, que tuvieron una indiscutible influencia en el posterior desarrollo artístico de Isadora.

De acuerdo con sus biógrafos, Isadora era una niña solitaria y retraída que solía jugar en la playa mientras observaba el mar. Su fascinación por el movimiento de las olas sería el germen de su arte en los años posteriores. La niña Isadora imaginaba entonces movimientos de manos y pies que acompañaban a las olas de la bahía de San Francisco, y que serían el origen de su peculiar estilo en la Danza. La influencia del mar y sus juegos infantiles se recogen en su Autobiografía, publicada en 1927. Cuando Isadora llegó a la adolescencia, la familia se mudó a Chicago, donde Duncan estudió danza clásica. La familia perdió todas sus posesiones en un incendio, y se trasladó nuevamente, esta vez a Nueva York, donde Duncan ingresa en la compañía de teatro del dramaturgo Augustin Daly.

En los albores del siglo Isadora convence a su madre y a su hermana para que la familia emigre a Europa. Es irónico pensar que por aquel entonces media Europa intentaba emigrar a los Estados Unidos para alejarse de la penuria económica y encontrar un futuro mejor, pero aun así las Duncan parten en 1900 y se asientan en Londres inicialmente, y posteriormente en la Ciudad Luz.


Expresionismo y danza

Durante su etapa londinense Isadora, siempre inquieta y autodidacta, pasa largas horas en el Museo Británico. Le fascinan las expresiones artísticas de la Grecia clásica, y muy especialmente los vasos decorados con figuras danzantes. De ellas adoptará algunos elementos característicos de su danza, tales como inclinar la cabeza hacia atrás como las bacantes. Es en esta época cuando comienza a consolidarse el estilo único de Isadora. Se trata de una danza muy alejada de los patrones clásicos conocidos hasta entonces, incorporando puestas en escena y movimientos que tenían más que ver con una visión filosófica de la vida ligada quizá al expresionismo (línea de pensamiento artístico incipiente por aquella época), y por tanto a una búsqueda de la esencia del arte que sólo puede proceder del interior. Isadora era plenamente consciente de que su estilo suponía una ruptura radical con la danza clásica, y en este sentido se veía a si misma como una revolucionaria precursora en un contexto artístico de revisión generalizada de los valores antiguos. Al mismo tiempo que su estilo se iba consolidando, Isadora estudiaba en profundidad la danza y la literatura antigua a través de los museos, particularmente el Louvre de París, la National Gallery de Londres y el Museo Rodin.

Los temas de las danzas de Isadora eran clásicos, frecuentemente relacionados con la muerte o el dolor, pero en oposición a los asuntos de la danza clásica conocida hasta entonces, que giraban en torno a héroes, duendes y trasgos. Su puesta en escena era también revolucionaria, y en cierto sentido minimalista: apenas algunos tejidos de color azul celeste en lugar de los aparatosos decorados de los montajes conocidos hasta entonces y una túnica vaporosa que dejaba adivinar el cuerpo y entrever las piernas desnudas y los pies descalzos, frente a los vestidos de tutú, zapatillas de punta y medias rosadas de rigor en el ballet clásico. Isadora bailaba sin maquillaje y con el cabello suelto, mientras que lo habitual en aquella época era maquillarse a conciencia y recogerse el pelo en un moño o coleta. Es comprensible que el estilo de Isadora chocase en un principio al público del momento, acostumbrado al lenguaje de la danza clásica. Isadora hubo de aguantar abucheos e interrupciones de diversa índole en sus sesiones de danza durante algún tiempo, siendo notable en este sentido la polémica que se desató durante una gira por América del Sur en 1916.

Simpatizo con la revolución social y política en la nueva Unión Soviética por lo que en 1922 se trasladó a Moscú. Su fama internacional llamó la atención y dio la bienvenida a la efervescencia artística y cultural del nuevo régimen. El fracaso del gobierno ruso para que cumpliera las promesas extravagantes de apoyo para el trabajo de Duncan, junto con las condiciones espartanas de vida del país la enviaron de vuelta a Occidente en 1924.

Vida personal


Isadora Duncan tuvo una vida personal tan poco convencional como la expresión de su arte, y vivió siempre al margen de la moral y las costumbres tradicionales. Se casó con el poeta ruso Serguéi Esenin, 17 años más joven que ella. Esenin la acompañó en un viaje por Europa, pero el carácter violento de éste y su adicción al alcohol dieron al traste con el matrimonio. Al año siguiente Esenin regresó a Moscú, donde sufrió una profunda crisis a raíz de la cual fue ingresado en una institución mental. Se suicidó poco tiempo después (28 de diciembre de 1925), aunque se ha especulado con la posibilidad de que fuese asesinado. Isadora eligió ser madre soltera, y tuvo dos hijos. Aunque no quiso revelar el nombre de los padres se sabe que fueron del diseñador teatral Gordon Craig y de París Singer, hijo del magnate de las máquinas de coser Isaac Merritt Singer. La vida privada de Isadora no estuvo nunca exenta de escándalos, ni tampoco de tragedias. La más espantosa fue ciertamente la muerte de sus dos hijos Deirdre y Patrick, que se ahogaron en un accidente en el río Sena en París, en 1913, al caer al agua el automóvil en el que viajaban junto a su nodriza.

Isadora Duncan era bisexual, y mantuvo relaciones con algunas mujeres conocidas de su época, tales como la poetisa Mercedes de Acosta o la escritora Natalie Barney. Se le atribuyeron muchos otros romances no confirmados con otras mujeres, tales como la actriz Eleonora Duse o Lina Poletti.

Hacia el final de su vida, la carrera de Isadora había empezado a declinar. Fueron para ella tiempos de serios problemas financieros y diversos escándalos sentimentales, acompañados por algunos episodios de embriaguez pública. Todo esto la fue alejando de sus amigos y su público, y finalmente de su propio arte. Isadora vivió aquellos años finales entre París y la costa del Mediterráneo, dejando deudas considerables en hoteles o pasando cortos períodos en apartamentos alquilados. Algunos de sus amigos trataron de convencerla para que escribiese su autobiografía, con la esperanza de aliviar un poco su ya preocupante situación económica. Uno de estos amigos fue el escritor Sewell Stokes, quien conoció a Isadora en sus últimos años, cuando ya estaba prácticamente sola y arruinada. Stokes escribió posteriormente un libro sobre la bailarina: Isadora, un retrato íntimo. La autobiografía de Isadora Duncan fue finalmente publicada en 1927.

Muerte

Las trágicas circunstancias que rodean la muerte de Isadora Duncan han contribuido sobremanera a la consolidación del mito, y están envueltas en cierto misterio que la historia no ha conseguido despejar por completo.

Isadora Duncan murió en un accidente de automóvil acaecido en Niza, Francia, la noche del 14 de septiembre de 1927, a la edad de 49 años. Murió estrangulada por la larga chalina que llevaba alrededor de su cuello, cuando ésta se enredó en la llanta del automóvil en que viajaba. Este accidente dio lugar al comentario mordaz de Gertrude Stein: «la afectación puede ser peligrosa». Duncan viajaba en el asiento del copiloto de un automóvil Amilcar propiedad de un joven y guapo mecánico italiano, Benoît Falchetto, a quien ella irónicamente había apodado «Buggatti». (La marca del automóvil es materia de debate, pero la opinión general es que se trataba de un Amilcar francés modelo GS de 1924. La leyenda transformó después la marca y lo convirtió en un Bugatti, mucho más caro y lujoso). Antes de subir al vehículo, Isadora profirió unas palabras pretendidamente recordadas por su amiga Maria Desti y algunos compañeros: «Adieu, mes amis. Je vais à la gloire!» (¡«Adiós, amigos míos, me voy a la gloria!») Sin embargo, según los diarios del novelista americano Glenway Wescott, que estaba en Niza en ese entonces y visitó el cuerpo de Duncan en el depósito de cadáveres (sus diarios están en la colección de la biblioteca de Beineke, en la Universidad de Yale), Desti admitió haber mentido sobre las últimas palabras de la bailarina, y confesó a Wescott que estas habían sido: «Je vais à l'amour» («Me voy al amor»). Al parecer, Desti consideró estas palabras poco apropiadas como un último testimonio histórico de su ilustre amiga, ya que indicaban que Isadora y Benoît partían hacia uno de sus encuentros románticos. Cualesquiera que fuesen sus palabras, cuando Falchetto puso en marcha el vehículo la delicada chalina de Duncan (una estola pintada a mano regalo de su amiga Desti, suficientemente larga como para envolver su cuello y su talle y ondear por fuera del automóvil), se enredó entre la llanta de radios y el eje trasero del coche provocando la muerte por estrangulamiento de Isadora. En el obituario publicado en el diario New York Times el 15 de septiembre de 1927 podía leerse lo siguiente: «el automóvil iba a toda velocidad cuando la estola de fuerte seda que ceñía su cuello empezó a enrollarse alrededor de la rueda, arrastrando a la señora Duncan con una fuerza terrible, lo que provocó que saliese despedida por un costado del vehículo y se precipitase sobre la calzada de adoquines. Así fue arrastrada varias decenas de metros antes de que el conductor, alertado por sus gritos, consiguiese detener el automóvil. Se obtuvo auxilio médico, pero se constató qua Isadora Duncan ya había fallecido por estrangulamiento, y que sucedió de forma casi instantánea».

Isadora Duncan fue incinerada, y sus cenizas fueron colocadas en el columbario del Cementerio del Père-Lachaise (París, Francia).

En el Panteón de San Fernando de la ciudad de México, hay un nicho de homenaje a su nombre.



Isadora Duncan (1878-1927), in a picture by Arnold Genthe (1869-1942).
Source: Library of U. S. A. Congress.




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Alma de gato
Davo Valdés de la Campa*

¿Me pregunto si años adelante, en un futuro quizá no tan lejano, voltearemos hacia el 2011 y pensaremos en ese año como uno de importante efervescencia literaria en Morelos? ¿Qué pasará en los siguientes años, entre ese 2011 ahora en el pasado y ese futuro hipotético? Preguntas ociosas, sin duda, pero interrogantes que surgieron precisamente por el interesante movimiento que se comenzó a gestar durante el año pasado y del cual de una u otra forma fui testigo y partícipe. Entre otras cosas, la aparición o reaparición de editoriales y revistas en la entidad comenzó a  dejar improntas en el terreno, huellas del trabajo editorial que –espero- en ese futuro podrán leerse y analizarse.

Uno de esos proyectos fue Lengua de Diablo Editorial, del poeta y narrador Efraím Blanco, el cual vio la luz en diciembre del 2011, específicamente en la Segunda Feria de Revistas y Editoriales Independientes que organizó el Colectivo La Piedra y el Fondo Editorial del Instituto de Cultura de Morelos. Durante dicho evento Lengua de Diablo estrenó su colección Alma de gato (Poesía) con dos títulos: Desiertomar de Miriam Ponce y El alma de las cosas del mismo Efraím Blanco.

Antes que nada, vale la pena mencionar que ambos poetas son egresados del Diplomado de Creación Literaria de la Escuela de Escritores “Ricardo Garibay”, sitio en donde coincidieron con maestros de la talla de Kenia Cano, Citlali Ferrer y Rubén Pizano. Y aunque sabemos que las escuelas de escritores no garantizan nada, mucho menos hacer escritores, estos espacios han sido decisivos para el desarrollo creativo de muchos escritores que desde la dinámica del taller han pulido sus textos exponiéndolos a la crítica grupal.

Desiertomar

El libro de Miriam Ponce (su primero), quien además es colaboradora de Palabras Malditas y conductora de Radio Efímera, es un poemario líquido lleno de nostalgia. El sueño, los regresos, las evocaciones, los recuerdos, lo no vivido, los seres que poblaron el pasado, el propio y el colectivo, son algunos de los elementos que se entrelazan entre los versos de Ponce. A modo de road poems, Desiertomar, nos conduce por un viaje que comienza en el centro caótico de nuestro país: la ciudad de México: Nací con antenas de trolebús/y heredé la sangre del caos/cotidiano de avenida grande y se extiende “como carretera federal” hacia otros paisajes urbanos. La ciudad de México, como ese “mar en llamas parpadeantes”, líquido en su movimiento, como un río: nunca vuelves a pasar por el mismo sitio, pero seco por dentro, como una costra que se aferra a Tlatelolco.

Otra elementos importante en la poesía de Miriam Ponce, es la cadencia de sus versos, siempre musicales, siempre acompañados de una melodía invisible. Como si los chilangos (ya no es un término despectivo) aprendieran a componer sinfonías con tan solo escuchar el caos del DF.  

El viaje continúa, la acompañan en cada autostop, su abuelo, una orquesta imaginaria, Bowie y Papasquiaro. El yo poético, que es un ave y una chica hermosa, carga consigo un deseo insaciable, “¿por qué deseo desierto si tengo mar?”, a través de todo el trayecto que realmente es un vals, un baile sobre los astros y los desiertos y el vaivén de las olas.  El viaje, sin embargo, comienza realmente en la escritura, que es como una forma de memoria. Ahí perdura lo verdadero y sólo con cerrar los ojos logramos que todo eso aparezca con su forma-sin forma que nos colma por un instante.

El alma de las cosas

Efraím Blanco ha publicado anteriormente Imaginando sueños, Había una vez un blog, ambos de poesía y en narrativa: Absurdos y Estos pequeños monstruos. “Efra” como le dicen los amigos, es quizá uno de los escritores más sobresalientes de la escena actual morelense. Ejemplo de ello son sus múltiples publicaciones, premios y por supuesto la iniciativa de conformar un proyecto editorial como lo es Lengua de Diablo, un espacio que –esperemos- dé cabida a más voces en las siguientes publicaciones.

El alma de las cosas es un poemario que retoma ciertos elementos característicos de la narrativa de Blanco. Específicamente me refiero a la apropiación de guiños de la cultura popular como lo son los monstruos, los mitos, la noción del fin del mundo y lo mágico. A pesar de ello, Efraím Blanco se da la oportunidad de ahondar desde otra perspectiva dichos tópicos. En el libro cohabitan la figura del mago poeta, el alquimista que convierte lo agrio de la cotidianidad en imágenes bellas y la del poeta-merolico, vendedor de sus versos en cada esquina de una ciudad inventada, un poeta que habla de volar porque: “no basta enredarse con las letras”. Un poeta que llama a “volar a ras de cielo  (…), a volarse la barda y a volar los espejos en mil pedazos”. Nos encontramos entonces, en realidad, ante un poeta urbano. Uno que exige a otros poetas a volar, sí, pero a volar unido con “el aullido de perros, de ambulancias y locos”. En resumen El alma de las cosas es una especie de poemario-lente por el cual Blanco nos invita a mirar, pues a través de su visión podemos descubrir que cosas maravillosas ocurren en nuestras propias narices, también está la tristeza, la muerte y la risa porque son parte del mundo y porque están siempre mezcladas de tal forma que a veces no las distinguimos.

Referencias: Efraím Blanco, El alma de las cosas, Colección Alma de Gato, Lengua de diablo Editorial, Méx­ico, 2011; Miriam Ponce, Desiertomar, Colección Alma de Gato, Lengua de diablo Editorial, México, 2011.

* Escritor morelense. Ha sido beneficiario del Estímulo a la Creación al Desarrollo Artístico en Morelos en 2009 por su proyecto Sopor Aeternus (cuento) y 2011 con Las mariposas (novela). Es columnista de La Jornada Morelos. Es miembro del Comité Editorial de la Revista La Piedra. Colaborador en las revistas Moria y Entribu. Ha sido incluido en diversas antologías nacionales de cuento y poesía. Ha publicado en revistas de Chile, México, España y Venezuela. En 2010 publicó su primer libro Relatos de un mundo depravado (EdicioneZetina). En 2011 fue uno de los ganadores de la convocatoria para publicar obra inédita del Fondo Editorial del Instituto de Cultura de Morelos.



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