martes, 25 de octubre de 2011

Artetipos. Seminario Cultural No. 45. Se autoriza la reproducción total o parcial de los contenidos del seminario.



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A continuación presentamos los textos que integran el contenido del seminario cultural No. 45, para mejor comprensión de los mismos. Los archivos adjuntos son originales mecánicos, por lo que nosotros recomendamos enviar a imprimir desde donde estés, las páginas del suplemento, para que tengas tu popio Artetipos hecho en casa. Un abrazo.
El editor.


María Baranda y Paul Hoover presentan
el poemario “Corazón” en el Jardín Borda

Gina Ancona 
Los poetas María Baranda (México) y Paul Hoover (U.S.A) presentaron el poemario “Corazón”, dentro de las actividades realizadas por el Fondo Editorial del Instituto de Cultura para la Feria del Libro del Borda octubre 2011.
El poemario en edición bilingüe contiene nueve poemas del estadounidense Paul Hoover, con sus respectivas versiones al español que son traducciones de María Baranda.
Poem in Spanish, Corazón, The World as Found, Driver´s Song, I Take Away My Head, Childhood and its double, Don’t Kill Yourself, Lisbon Story, y The Stone, son los
nueve poemas que conforman esta colección en “Poetas de una sola palabra” de la Editorial LunArena.
Paul Hoover es originario de Virginia, en la costa Atlántica del sur de los Estados Unidos. Nació en 1946 y actualmente vive en San Francisco, California.
Ha publicado varios libros de poesía, entre ellos: Viridian, Winter (Mirror), Edge and Fold, Poems in Spanish y el largo poema The novel: A poem. Con su ex esposa Maxine Chernoff editó la revista New American Writing y con ella tradujo Selected Poems of Friedrich Hölderlin. Es autor también del libro de ensayos Fables of Representation: Essays, de la antología de poesía vietnamita que tradujo con Nguyen Do Black Dog, Black Night y editor de la antología Postmodern American Poetry. Su último libro de poesía se llama Sonnet 56 y consiste en cincuenta y seis variaciones del soneto de Shakespeare. Es profesor de escritura creativa en la Universidad Estatal de San Francisco.
El poeta ha sido publicado en revistas como American Poetry Review, Triquarterly, Conjunctions, The Paris Review, Partisan Review, Sulfur, The New Republic, Hambone, y en The Iowa Review, y muchas otras. También ha aparecido en numerosas antologías incluyendo cinco volúmenes de la antología anual The best American Poetry Series.
Por su parte, la poeta mexicana María Baranda, es ampliamente conocida por un sinnúmero de lectores no sólo en Morelos y en México, sino también en Latinoamérica. Ha obtenido los principales premios de poesía del país, como el Premio Aguascalientes de poesía, y el Efraín Huerta. Sus publicaciones suman más de 20 entre libros de poesía, antologías, narrativa y traducciones. Ha representado a México en festivales internacionales de literatura en todo el mundo y ha publicado en los principales medios de comunicación nacionales.
Después de una larga espera, la poeta ha vuelto a Cuernavaca a presentar este poemario bilingüe, que es parte de la colaboración con su colega Hoover.
El Fondo Editorial del Instituto de Cultura, a cargo de Ángel Cuevas, fue el encargado de traer a estos poetas para compartir los versos de “Corazón” ante los lectores que acudieron al Jardín Borda a la feria del libro.


Búfalo
Claudia Luna Fuentes

yo búfalo
un tumulto de pisadas
de pelambre
manada en movimiento
búfalo entre búfalos constantes
dando masajes a la tersura de humedades y pedruscos:
hoyar un poco
palmear notas graves a la tierra

búfalo en avance

yo era un rumor una vibración sobre esa epidermis diamantina
pelambre bruñida por las rocas entre troncos o semillas erizados
existencia y gratitud como una sola significación

ah la tierra y sus perfumes

percibíamos su deleite

su éxtasis como espuma en el río contiguo

todo ardor éramos
unidad de intención al suavizar el territorio
que debajo se movía imperceptible pero definitivo

éramos puro atrevimiento
pura certeza en movilidad para el vigor del núcleo y sus húmedos recursos
golpe rítmico de nuestras patas
masaje necesario para la resistencia del sistema
esa era mi tarea

y esto ocurrió en un valle
visto a la vez y a un tiempo por ojos míos que eran también ojos de quien se esparce es decir de ojos del viento
o de ojos colgados del cielo desde allí arriba nosotros vistos
tan abarcadora era la visión

respiración humeante

sosiego en tierras frías

éramos un río de sangre al galope
esa conciencia de unidad sin importar estas descripciones
inclusive sin importar los ojos o la ausencia de ojos
pues todo era trivialidad mientras fuera la vida ocurriera
y luz en agitación por supuesto



Lenguaje y Autoridad
-ángel armenta lópez.

Crecer en un barrio trae consigo  tantas ventajas que sería imposible contarlas aquí, pero lo que más me sorprende, fascina y envuelve de vivir en mi barrio (Santo Domingo) es el uso del lenguaje. Cabe aclarar, que me referiré al lenguaje oral, dado que el barrio hace uso del folklore, y los bríos del folklor, en mi manera de ver, se dan en la oralidad.
Hace unos 30 años, cuando el barrio de Santo Domingo, también conocido como Santocho o San Tokio, era uno de los barrios más peligrosos y rasposos del sur de la ciudad de México, la misma gente, vecinos y periódicos locales han dado testimonio de cómo se respiraba en las calles del barrio en horas de la noche, incluso taxistas en la actualidad, se han negado a llevarme a la puerta de mi casa en horas de la madrugada. Pero aun así, las cosas han cambiado, pues aquel barrio de tocadas de rock, chemo y violencia incluyendo balazos, picahielos y tiros de a “soldado” han quedado en la memoria de las banquetas. Sin embargo lo que ha prevalecido y constantemente trasformado, es el lenguaje.
Tiene razón Umberto Eco cuando señala que el código en el cual se desenvuelve el lenguaje, es definido por los contextos socio-culturales.
El lenguaje frente a la autoridad es el tema que me interesa abordar, es decir, Santo Domingo con su pasado violento, sumido en los vicios de jóvenes se vio afectado por la autoridad y la constante vigilancia de patrulleros. En lo personal, todo tipo de violencia o adicción, no se resuelve con represión, muy al contrario, creo que la respuesta esta con información y diversas curas (terapias).
Por esta misma razón la juventud de mi barrio y supongo que, la de todos los barrios, siguió con aquel estilo de vida, del toque en mano, de cerveza bajo la mochila, del chemo empuñado, sin embargo, frente a esta ola de represión y vigilancia, las libertades del habla quedaban sesgadas y habría que inventar ingeniosamente nuevas formas del habla (neologismos) para mantener esa relación entre lo ilegal y lo socialmente bien visto. Por ejemplo, el uso de palabras en inglés adaptadas al contexto mexicano es común el en lenguaje del barrio. Como se muestra a continuación, cerveza en ingles se escribe “Beer” aquí, a pesar de que la pronunciación es distinta, se hace uso a la palabra y su pronunciación tal cual en español, y es común en el barrio escucha la siguiente oración:
-Vamos por una birria.
Cualquier persona ajena al contexto del lenguaje, podría imaginar que se está hablando de un caldo hecho a base de carne de chivo, típico del estado de Jalisco. Sin embargo como anteriormente mencioné, el uso de una palabra en inglés hace referencia clara a una cerveza. Este tipo de abstracciones permitió el uso del lenguaje frente a las diversas represiones sin correr el riesgo de ser sometidos a un castigo.
El lenguaje y sus abstracciones toman partido desde nombres propios, palabras sudamericanas, y palabras comunes y corrientes y el antes mencionado inglés.

A continuación daré una breve lista de palabras modificadas que tienen que ver con el uso o actividad “ilegal”:
Beber-: trago, pisto.
Cerveza: Birria-chela.
Marihuana: toque-guato-gallo-Flavio-son- y el ingenioso: vamos “a-quemar”-tin nos pague.
Policía: tira, puercos, yuta, Xavier.
Robo: pegarle a Roberto, uña señorita me lo regaló- picar uva- 
Cárcel: tribilín- cana- Canadá (como abstracción de cana)
Cocaína: piedra-perico.
Ejemplos más, supongamos que dos personas se encuentran hablando, usted llega y trata de inmiscuirse a la conversación y los diálogos son los siguientes:
-Vamos a que Martin nos pague.
-Sífilis.
-Orita retachamos.
Me pregunto, usted, no teniendo contexto alguno con el lenguaje vertido en la conversación anterior… ¿entendería algo?
En realidad, lo antes dicho, no es otra cosa más que ir a fumar marihuana, el sífilis, es un simple gesto de afirmación, si-filis, y el retachar es regresar. Parece un simple juego de A B C, sin embargo, esto sólo es una muestra ingenua y delicada comparada a los niveles de abstracción que se pueden llegar a percibir en el lenguaje de un barrio.
Para finalizar, me parece que ante la problemática de represión a la cual se ve afectado un barrio o comunidad, el lenguaje será una escapatoria para seguir – a como dé lugar- la cotidianidad de una realidad siempre visible en actos, así como una realidad, muchas veces no entendida.


NUESTRA APARENTE RENDICIÓN
QUEREMOS CONSTRUIR PAZ Y DIÁLOGO. POR ESO ESTAMOS AQUÍ.

Cuando las drogas se legalizaron en México

Cuando las drogas se legalizaron en México, Lola la Chata se puso rabiosa. Desde principios de siglo había distribuido drogas en la ciudad de México, pero la venta de “enervantes” por parte del gobierno a precios de mercado puso el negocio en jaque. A los dos días de que abrieron los dispensarios para repartir heroína, los viciosos dejaron de surtirse con ella. Lola no pudo más que ofrecer un piloncito a los clientes leales, pero no fue suficiente.
Entonces bajó los precios. Qué más daba sacrificar un poco de ganancias. Pero el negocio seguía por los suelos.
Fue así como empezó a amenazarlos. En actos desesperados perseguía a los viciosos por la calle, les decía que los mandaría golpear, los mataría si no se surtían con ella. Nada parecía tener efecto.
Luego de años de trabajo, experimentos científicos, reuniones con abogados, policías y grupos moralista, algunos médicos del Departamento de Salud lograron convencer al presidente de que la mejor manera de terminar con el mal de la “toxicomanía” era legalizar.
Debían establecer un monopolio estatal sobre la distribución de drogas y tratar a los toxicómanos como enfermos, darles las drogas a precios de mercado, eran “un mal necesario de nuestra civilización”.
El 17 de febrero de 1940, el gobierno de Lázaro Cárdenas publicó un nuevo Reglamento Federal de Toxicomanías del Departamento de Salubridad Pública, en el Diario Oficial. La exposición de motivos era muy elocuente.
Considerando…
…Que la práctica ha demostrado que la denuncia [de la “toxicomanía” y el “tráfico de drogas enervantes”] sólo se contrae a un pequeño número de viciosos y a los traficantes en corta escala, quienes por carecer de suficientes recursos no logran asegurar su impunidad;
Que la persecución de los viciosos que se hace conforme al reglamento de 1931 es contraria al concepto de justicia que actualmente priva, toda vez que debe conceptuarse al vicioso más como enfermo al que hay que atender y curar, que como verdadero delincuente que debe sufrir una pena;
Que por falta de recursos económicos del Estado, no ha sido posible hasta la fecha seguir procedimientos curativos adecuados con todos los toxicómanos, ya que no ha sido factible establecer el suficiente número de hospitales que se requiere para su tratamiento;
Que el único resultado obtenido con la aplicación del referido reglamento de 1931, ha sido el del encarecimiento excesivo de las drogas y hacer que por esa circunstancia obtengan grandes provechos los traficantes…
En términos prácticos, el nuevo reglamento implicó arduos trabajos para los médicos del Departamento de Salud. Cerraron el Hospital de Toxicómanos que estaba al ladito del hospital psiquiátrico de la Castañeda porque era un centro de rehabilitación muy insuficiente, y porque sabían que ya podrían seguir su vida normal, mientras obtuvieran sus dosis de heroína, morfina o cocaína adecuadamente en los dispensarios. Los mandaron a sus casas.
También dejaron ir a quienes enfrentaban algún cargo penal o policial. Muerto el supuesto de delito, se acabó la rabia.
Al mismo tiempo, abrieron dispensarios médicos para suministrar dosis diarias y levantar un padrón de toxicómanos en las cárceles para mandarles toquecitos.
Uno de los dispensarios más concurridos estaba en la calle de Sevilla 33. El espacio estaba lejos de ser lujoso. Era una pequeña pieza, donde atendía  y disponía el doctor Martínez, un médico experimentado, sensible y diligente. Se hacía bola en jornadas de hasta 12 horas de trabajo con sus dos ayudantes, la doctora Clotilde Oroci Bacien y el joven doctor José Quevedo.
Desfilaban toda clase de personas, quinientas diarias en promedio. En otros dispensarios, como el de la calle de Versalles que estaba un poquito mejor puesto, llegaban muchos abogados y médicos, según las malas lenguas. En Sevilla 33, en cambio, había mecánicos, carpinteros, albañiles, alfareros, vagabundos y hasta uno que otro raterillo.
La doctora Oroci se impacientaba fácil. El trabajo era duro para tan poco personal, faltaban recursos, pero el doctor Martínez no parecía compadecerse. Quería todo en orden, cada consulta al dedillo, cada cosa en su lugar. Se la pasaba entre la atención a los enfermos y los regaños. De repente, llegaba un paciente cojo todo desaliñado.
-Doctorcito, buenos días.
-Buenos días hijo, ¿cómo te sientes?
-Malo, muy malo…
El señor no terminaba de acomodar sus muletas al lado, cuando el doctor ya tenía preparada la ampolleta del número 20 con 10 mililitros de alcaloide. Le pedía el brazo y clavaba la aguja en la carne negruzca.
¡El que sigue!
Mientras llegaba el siguiente echaba otro grito.
-¡Echen afuera los que ya se inyectaron! ¡Y cuiden de recogerles las fichas porque pueden doblar!
No estaban para desperdiciar.
La doctora Oroci nomás refunfuñaba, porque para colmo de males los periodistas en busca de la nota del día llegaron con su bombardeo de preguntas. En eso también llegó un muchachito de 16 años. Un chamaco imberbe. Se acercó al doctor Martínez, le remangó la camisa y recibió su dosis.
Al periodista Miguel Gil de "El Nacional Revolucionario" se le estrujó el corazón. ¿Cómo era posible que un muchachito tan joven fuese tan vicioso?, preguntó y recibió como respuesta la confirmación de que, como solían decir en aquella época, se debía a la “infamia de los traficantes”.
El muchacho era alfarero, trabajaba diario, ganaba 1.75 al día y se gastaba buena parte del sueldo en su dosis. Si no se inyectaba, sentía que se le acalambraban los huesos. Todo había empezado apenas unos meses antes.
-¡Mano, prueba de esto! ¡Ándale mano, se siente repiocha con esto!, le dijo un amigo del barrio al alfarerito.
-¿Qué es?
-Póntelo… verás que te digo la pura verdá…
Al principio se la dieron gratis, ya luego cuando la necesitaba empezaron a cobrar. Miguel Gil se turbó con la historia. Las preguntas se agolpaban en su cerebro de reportero, pero el doctor Martínez estaba tan ocupado que no podía atenderlo. Habían otros tres periodistas y los pacientes se arremolinaban. Suplicó al doctor José Quevedo que lo atendiera.

Miguel Gil se sintió intrigado por el aspecto del joven médico. Era alto, fornido, frente abultada, ojos oscuros e inquietos, “brillaba en ellos la inteligencia”. Pidió que lo siguiera a su despecho. Ahí inició una larga y clarísima exposición de los razonamientos detrás de las nuevas leyes.
… La situación brevemente dicha es ésta: hemos llegado al convencimiento de que para que el toxicómano pueda cumplir con un mínimum insignificante de sus obligaciones vitales necesita del uso de la droga. Esta es la única forma de conseguir su felicidad. Si se le priva de ella, es decir, si se le prohíbe usarla tiene que hacer mayor esfuerzo para adquirirla por lo que resulta mayormente explotado. La idea generalmente admitida por nosotros es que el toxicómano es producto obligado de la organización capitalista en que vivimos, y conste que no soy comunista. Es un mal social necesario y la única manera de asimilarlo a la sociedad en que tiene derecho a vivir, es colocarlo dentro de un régimen de legalidad…

Y así siguió el doctor Quevedo con su explicación, basada en diez años de estudios sobre la toxicomanía. Estaba convencido de que si trataban a los toxicómanos como enfermos y no como delincuentes eliminarían el halo del “transgresor de la ley, audaz y heróico”. Además, los toxicómanos evitarían “la doble explotación del traficante y del policía”. Al romper el encanto de la prohibición se iría disminuyendo el consumo y, sobre todo, el tráfico ilegal de drogas en todo el país.

Así quebrantarían el poder de traficantes como Lola la Chata, quien despertaba especial tirria entre los médicos. Era la principal distribuidora de heroína, cocaína y mariguana de la ciudad de México. Todo mundo sabía que llevaba años en el negocio que le enseñó su madre en el mercado de la Merced y perfeccionó luego de vivir un tiempo en Ciudad Juárez.

Cuando las drogas fueron legales en México, los traficantes como Lola andaban que no los calentaba ni el sol. Es una pena que el gusto haya durado tan poco a médicos como José Quevedo.
Por esas mismas fechas, como represalia por la nueva ley, Estados Unidos suspendió el comercio de medicinas con México. Las malas noticias llegaron hasta el presidente en un telegrama, durante una gira de trabajo por Chiapas. El gobierno mexicano entabló conversaciones diplomáticas y derogó el nuevo reglamento a los pocos meses.
A nadie le importó seguir golpeando el negocio de Lola, cuando lo fundamental era conseguir medicinas gringas porque, por la Segunda Guerra Mundial, el abasto proveniente de farmacéuticas alemanas se había dificultado. Los médicos que trabajaron en dispensarios se regresaron a sus labores de antes. Los viciosos escribieron cartas desde las cárceles para que el presidente se compadeciera de ellos. Qué le costaba mandar dosis a los toxicómanos que estaban en el padrón. Todo fue inútil.
Lola pudo mantener sus negocios y en el Departamento de Salud empezaron a mostrarse más abierto a operativos policíacos agresivos. Lola fue aprehendida ocho veces entre 1934 y 1945. A pesar de la ayuda de los estadunidenses en el juego policiaco, Lola siguió haciendo negocios al igual que sus hijas durante décadas. Los médicos resistieron el embate de la visión criminalizadora hasta 1947 que se dejó de hablar de la toxicomanía en México como preámbulo al reino de la Procuraduría General de la República sobre el tema de la "farmacodependencia" y el "narcotráfico".
(1940. Distrito Federal).
Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada
Froylán Enciso


Viajero...
Museo Casa Rembrandt
Miguel Cortés Loyo
Nunca en mi vida había sido presa de una ilusión de este tipo; cómo es que colocaron un trozo de metal en una pintura, para ser exactos, un pedazo de un casco antiguo, no lo puedo creer, cómo es posible. Simplemente impresionante, no es un trozo de metal, sino pintura al oleo, el cuadro titulado “Hombre con yelmo dorado” es uno de los cuadros mas famosos del pintor Rembrandt Harmenszoon van Rijn, pintor Netherlandes (Holanda) considerado como uno de los mas grandes pintores y grabadores del barroco.
Uno de los pocos pintores de familia acomodada, su padre era molinero y su madre hija de un banquero, el noveno de los hijos, egresado de la Universidad de Leiden es sin lugar a dudas uno de los hijos prodigios de esta ciudad denominada: “La ultima ciudad libre en el mundo”, la misma Ámsterdam.
Uno de los más importantes empresarios de arte en su época, siempre que veía la posibilidad pujaba por obras, más aún si eran las propias, para así incrementar el valor de las mismas, podemos encontrar su casa ahora hecha museo en la antigua calle Sint-Anthonisbreestraat ahora llamada Jodenbreestraat, inaugurándose como museo e10 de Junio de 1911.
En este museo podemos encontrar 260 dibujos de Rembrandt, aguafuertes de paisajes, retratos, autorretratos, escenas cotidianas, desnudos y grabados en cobre, aquí vivió desde 1939 hasta 1656, conocido como del barrio donde vivían los ricos mercaderes y pintores, fue aquí mismo es donde pinto su obra titulada “Ronda Nocturna” (Night Watch), de hecho esta obra esta replicada en estatuas tamaño natural hechas de bronce en la plaza central de esta ciudad; dato curioso: al vender esta obra Rembrandt recibió mucho dinero, él era conocido por ser buen administrador, pese a ello al recibir esta suma de dinero no quiso saldar en su totalidad sus deudas, por  lo que en 1656 es declarado en banca rota por sus acreedores, despojándolo de su casa y sus obras, sumido en la pobreza se ve forzado a alquilar una pequeña casa en el Rozengrancht donde permanece hasta su muerte en 1669.
Aquí mismo podemos ver la recreación de cómo era la vida de este famoso pintor, desde las habitaciones, su estudio e incluso su salón de clases, además podemos encontrar pinturas de sus más grandes influencias tal como “Pieter Lastman” y “Jan Pynas”, es curioso poder observar las camas de las habitaciones, que más bien se asemejan a grandes closet o roperos antiguos con puertas, es decir la cama dentro de una habitación estaba provista por puertas del piso al techo, de esta manera se pueden confundir con un closet de grandes proporciones.
Una de las pinturas que más llama mi atención -además de “Hombre con yelmo dorado”-, es la pintura en la cual la figura principal es la de una joven mujer en cuyo caso ha sido pintada de frente, lo especial de esta pintura es que si uno mira con detenimiento se pude observar que esta pintura cuenta con dos marcos, es decir un marco de madera y uno más pintado sobre la tela que compone a este cuadro, donde la mujer está recargando una de sus manos en el marco interior, y la otra sale totalmente abrazando el marco pintado, dando la apariencia de salir del cuadro.
Actualmente se ha adquirido el predio conjunto para así poder brindar un mejor servicio al visitante.
En tu visita a este museo que no te extrañe que la zona para dejar tus cosas -puesto que está prohibido entrar con objetos-, sea una zona para colgar tus cosas en un cuarto general, no hay contraseña ni nada, así solamente llegas, cuelgas tus cosas en un área común y listo, a visitar este encantador museo, a lo que te puedo comentar, tranquilo, aquí no se pierde nada, así que con confianza disfruta tu visita.
Comentarios a loyo_miguel@yahoo.com







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