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CONTENIDOS:
A continuación presentamos el texto íntegro que conforma el contenido del actual suplemento cultural, para su merjor lectura y comprensión.
Contra el anonimato de otro crimen
"Tengo en mis manos el único cuaderno de poemas de Emiliano Ricardo Pozas Iturbe, mi sobrino, nieto de Ricardo Pozas y de Isabel Horcasitas, su título: La muerte, el Tiempo y el Amor. Su autor ya no lo vio publicado porque hace unas horas asesinos del crimen organizado entraron a su casa en la madrugada y lo sacaron junto con su suegro; pedían un “rescate” de dos millones de pesos; lo encontraron muerto a la orilla de la carretera Tepic-Aguamilpa junto con otro número aún no definido de asesinados. No se me ocurre nada, el llanto ante este crimen tan absurdo me aniquila.
Hay una desesperación, una sensación de desamparo, de impotencia, de rabia que sólo me lleva a conclusiones demasiado siniestras y desoladoras.
Pienso que todo esto está planeado, que hay un acuerdo secreto, pero ya demasiado evidente de que conviene que vivamos en el terror y este es un signo que sólo se puede adjudicar a las dictaduras: si una población está paralizada por el miedo que genera el crimen organizado, el ejército, la policía federal y demás grupos paramilitares, estamos todos condenados a “vivir” en la sombra del miedo.
Hoy ya no podemos decir que van cincuenta mil asesinatos, hace apenas unas horas se suman 50 ó 100 desaparecidos.
¿Cómo vamos a nombrar esta infamia? Las palabras se van, no hay como nombrar esto; tal vez por esto Javier Sicilia ya no escribirá más un poema, no hay cómo expresar este dolor.
Extrañamente el título del libro de mi sobrino aniquilado por esta guerra absurda, comienza con la palabra de nuestra actual realidad, la muerte. Sí, es un tiempo de muerte, muertes que se van sumando y que no sabemos hasta cuándo se detendrá su escalada.
Dicen que ya hay millones de casas abandonadas, familias que desaparecen ante el miedo; el norte del país tomado por el narco, pero mi sobrino no tenía nada que ver con el narco; era un poeta que había dedicado su manuscrito a sus padres y a los antropólogos eméritos, sus abuelos; sólo tenía treinta y un años, una esposa y una criatura de apenas seis años.
¿Qué mal había hecho Emiliano Ricardo Pozas Iturbe? Para ganarse la vida hacía fotografía, era amoroso y dulce como sus poemas, de ellos transcribo uno:
Diametral Paisaje
Horizonte de azules
éste que gobierna
en mi paraíso;
ahí donde mueren
los hombres,
donde acaba el mundo,
donde se rompen
las esperanzas,
que nos espera
ahí al borde del abismo,
a donde van tu amor
y mi amor
al fugarse
de este paisaje
intentando conquistar
paraísos inexplorados
¿Quién nos dará una palabra de consuelo? Tal vez los miles de dolientes que han sufrido lo mismo, pero estamos dispersos…sí, somos un país victimizado: miles de mujeres asesinadas, jóvenes, hombres maduros, niños ¿quién es el responsable si ya no es posible distinguir a criminales de los que quieren que identifiquemos como los guardianes del orden?
¿Acaso somos muchos, la explosión demográfica del mundo les aterra a los oligarcas? ¿Les parece buena la estrategia para aniquilar a la población? ¿Ya no tienen los gobiernos mejor alternativa ante las urgentes demandas de empleo, educación, salud, vivienda y demás necesidades sociales, más que los asesinatos masivos?
¿Por qué han sometido al pueblo a ser carne del crimen?
No hay argumentos que puedan justificar esta guerra no declarada contra la sociedad civil, pero ejecutada al amparo de las madrugadas y del silencio de una masa desorganizada.
Me uno al llanto furioso de viudas, madres, hermanos y amigos de las víctimas del crimen; mi dolor es también social".
Iris Pozas Horcasitas.
Viaje hacia el árbol
El bosque es un estado del alma
Bachelard
Comienza el viaje, se abre el libro y el bosque: un sendero con muchos destinos, una invitación que nos llevará a conocer su corazón silencioso. Esto sucede en El silencio del bosque de Ángel Cuevas, publicado por Ediciones Sin nombre. Con la primera sección, “Musgos”, poema en seis partes, se abre una senda que va al interior de su poesía. Caminamos con seguridad a través de versos largos que apuntan hacia el versículo, construidos con una secuencia narrativa acertada que nos va conduciendo hacia la sorpresa de mirar la obertura del amanecer, en la que vemos ya un árbol que comienza a animarse con la presencia mitológica de una ninfa, entonces “El árbol se enciende” y simultáneamente también la mirada del lector.
Comprendemos desde ahora que cada poema es un nuevo paso de este viaje, avanzamos un poco más y comenzamos a escuchar la música celebratoria, un ritual de la naturaleza sucede en ese bosque, colores y danzas se dan lugar ahí, propiciando la: “Algarabía del árbol coronado”. El poeta embriagado por su visión se une a los festejos y hace oír su instrumento, con ese ritmo que es casi un murmullo. Mira el éxtasis, sin perder la razón, entregándonos un cuadro de alegría sosegada.
Un zumbido apenas perceptible cruza la página, el poeta distingue cada sonido que habita el bosque, lo reconoce, por la aguda atención con que (nos) lo descubre, lo vive con sus sentidos alerta, tañe su piel musgosa y percibe su lenguaje hasta en sus mínimas entonaciones. Hay en esta primera parte, como en todo el libro, el despliegue del funcionamiento de cristalización del mito. El poeta sufre una metamorfosis, se interna en el paisaje hasta confundirse con él, hace del bosque su hogar, fija en él su casa como su cabeza sembrada, como dice en uno de sus versos “para que mire al cielo” y, después de un tiempo, se vuelve uno más de los árboles.
La segunda parte del libro, “Savia”, abre su atención hacia el campo onírico- mitológico y presenta tres sueños que forman el tronco del libro. En ellos, se juega con diferentes niveles de realidad, en un laberinto de espejos, como en el poema “Sueño del árbol” en el que el poeta dice: “…descubro su ojo ofrendado//que me mira fieramente//y me atrapa//en otro sueño”.
En el canto tres, titulado “Copa”, se nota que el libro ha encontrado definitivamente a su mito, como lo anuncia su título, esta es la parte más copiosa de El silencio del bosque, consta de nueve poemas en los que se va desarrollando un claro hilo narrativo, a partir de los personajes del Ahorcado, la niña y el lobo, que son una especie de caracteres dibujados con grandes trazos, que van transformando sus acciones de poema en poema, usando el escenario del bosque como telón de fondo. Su destino está marcado y lo saben, como nos lo hace ver el personaje del Ahorcado en el octavo poema de “Copa” en el que dice: “Mi historia está grabada en runas”. Este destino continúa más allá del tiempo, rehaciéndose cíclicamente, de esta forma, los personajes se desatan y se vuelven a unir, como lo dice el Ahorcado al final del poema: “Un hilo eterno trenza nuestras anillas”.
No es difícil encontrar detrás del personaje del Ahorcado la presencia de Odín, el rey mitológico de la literatura escandinava, a la que Jorge Luis Borges, en su libro titulado Literaturas germánicas medievales consideraba como la más “compleja y rica” de estas literaturas. Además de que se utilizaron sendos versos de uno de sus poemas míticos más importantes, el Voluspá, como epígrafes de las tres secciones de El silencio del bosque, cada uno de ellos haciendo referencia al Yggdrasil, el fresno sagrado de la literatura escandinava cuyo significado es: “El caballo de Odín”. Árbol que une a través de sus raíces, su tronco y su copa, el mundo de los muertos con el espacio del universo, como un cosmos en el que habita toda una mitología. La poesía de Ángel Cuevas, parece también llevarnos a ese bosque ancestral, uniéndose a ese lenguaje antiguo expresado en la voz de la adivina del Voluspá, quien, a sabiendas de que ha visto el inició de los tiempos, nos pregunta repetidamente a lo largo de los versos: “¿O mejor lo sabéis?”. No se puede saber más que la sibila y sus visiones primigenias, no se puede conocer la verdadera lengua del bosque, nos queda entonces su silencio, que en el lector se vuelve enigma.
Cabe señalar que esta tradición mitológica ha sido poco frecuentada dentro de las letras nacionales y, un acierto en este sentido es que El silencio del bosque logra dialogar con ella, sin echar mano de la retórica o la ilustración neoclásica y, sin mencionar a sus protagonistas. El silencio del bosque trasplanta a las letras mexicanas y al bosque personal aquel bosque mítico.
Me imagino a Ángel como un rapsoda recorriendo el bosque, recogiendo hojas y piedras con la misma paciencia con la que edita libros. Y es ahí, en el cruce entre el mito y la experiencia, en donde se demuestra la búsqueda del poeta por alcanzar una voz marcadamente personal.
Este trabajo de Cuevas se remonta también al origen de su experiencia escritural en el Taller de Poesía y Silencio que coordina el poeta Alfonso D´Aquino, quien, de este mismo autor, editó el poema Niño invierno en la colección Hojas Sueltas, al igual que los primeros poemas de todos los miembros de este taller. Hace diez años, Ángel llevó algunos de sus textos sobre árboles que, después de ser revisados, formaron los poemas que en este libro aparecen en la serie titulada “Musgos”, mismos que fueron publicados ya anteriormente en la revista Fractal. Después, Ángel siguió llevando poemas sobre el mismo tema, que acabaron formando un conjunto y, en las sesiones del taller, definió lo que sería el proyecto de su poemario.
Cada uno de los poemas de este libro fue trabajado bajo la dinámica que ha caracterizado la enseñanza de Alfonso D´Aquino, en la que el trabajo continuo en los materiales de cada participante es la premisa principal. Recuerdo cuando Ángel traía a las sesiones del taller los textos con las imágenes que fue encontrando en sus propios sueños, y pude ser testigo de cómo estos materiales fueron reelaborados hasta dar por resultado los poemas que forman la parte central de su libro.
El silencio del bosque marca un nuevo punto de partida, que se abre una vez más a múltiples senderos, es deseable que el autor tome por uno de ellos que lo conduzca a un paraje poblado por otros silencios que próximamente nos haga escuchar.
El silencio del bosque, Ángel Cuevas, Ediciones Sin Nombre, México, 2010, pp.48.
Alfredo Cabildo
¿Paz de vivos o muertos en México?
Reflexiones de Reinhard Senkowski
Apreciado Javier Sicilia:
Hombre con un horizonte del ser perceptible, sensible y capaz de acertar visiones y acciones en una dimensión integral; lo que implica. Lo que nos falta en este mundo es ser un sujeto íntegro, creativo y participativo.
Es tiempo de recuperar al sujeto histórico como autor y perceptor íntegro-holístico, por ser pensante complejo e interactivo, virtuoso con una claridad y empatía al nivel sociocultural que enfoca los dolores y voces de su pueblo y, en vez de reducirse a un punto individual o artificial, ser estadístico, pasivo o con actitudes distorsivas, ególatra; con otras palabras: un espíritu” pobre” por no ver y responder a lo demás, encerrado en sí mismo, recluyéndose en la soledad y en la tristeza.
Como Ser en interrelación con otros seres Vivos, somos una célula de un organismo vivo -según la teoría de la Gaia-, un ser en unión y comunión, en la realización personal, relacionada inseparable con el entorno socioambiental. Se precisa hoy en México una identidad que constituya y reconfirme su existencia humana más compleja, abierta, digna y capaz de ser más incluyente, complementario, congruente consigo mismo. Como ser adentro de un eco y etnosistema en sentido de la Permacultura, significa ser interrelacionado y mutuo en el marco cosmogónico.
Para seguir norteado a las leyes físicas en su marco cósmico proponemos la categoría del Metabolismo Cultural. Todo ser humano se realiza en el entorno ambiental y social, en la aglutinación de la diversidad y complementariedad, en el flujo de la energía perenne. Y eso vale, no para ahorrar reservas particulares y aislarse, salvar su paz interior sino para involucrarse y participar en una dimensión comunitaria-política.
Me recuerda al horizonte cosmogónico de los Tzeltales de Chiapas, que lo definen y viven por su comprensión y manifestación: filosófica, de ser humano–cósmico, no separado de la Tierra, sino como un Ser Vivo, inmerso en el vientre de la Madre Tierra, que significa origen y matriz de todo, incluyendo la visión cosmogónica del Ser Humano, inspirado por la placenta del origen y la existencia.
Te felicito por esta virtud y espero que en conjunto con el rescate de la visión unificadora y de devoción a la Naturaleza, logremos un día revertir el paradigma vigente, en su carácter competitivo, agresivo, asocial, violento y en su fondo depredador. Hay que desmitificar los mitos dañinos para remistificar nuestras perspectivas de pensar, soñar y actuar, como Raimundo Panikkar nos alerta en su discurso científico en el marco antifilosófico, intercultural e interreligioso (Ver su obra: Silencio de Buda).
Compartiendo en mi interior la pérdida de su hijo querido, hijo de México, como articuló en público, describiéndolo como un ser sin miedo y digno como lo es un joven. Lo veo como reflejo de su propia identidad, meditando su dolor, un dolor inmenso, que logra socializar y, con ello, transcender y catalizar lo absurdo de la realidad mexicana, en su rostro de oportunismo y violencia, y eso no sólo por su propio cuerpo y alma, sino extensivo, profundo, universal, articulado, sensibilizado y en comunión vivida, con dolor y compasión, actuando como ser sensible y comprometido.
Es más que un enfoque individual o un grito en un renglón, es público. Es un rechazo a la barbarie, provocando y articulando los resentimientos colectivos. Está llamando y fomentando la identidad de sus seres queridos en su entorno y más: hablando por su pueblo sumiso, aplastado, mal guiado por sus representantes y, hasta por los pensadores e investigadores (antiguamente eran los sacerdotes y estudiosos del cosmos y de la matemática con el calendario cósmico), hoy en gran parte sin compasión, proyectada en una línea plana, dispersa, desconectada de la compleja realidad de la co-evolución (naturaleza-hombre), guiado por intereses particulares, mediocres hasta miserables, que conllevan ambiciones antisociales o criminales.
Mayormente se nota que los sujetos actuantes en mayoría no demuestran ni identificación, compasión o relación intima, ya no digamos ni siquiera profunda y comprometida con sus objetivos de investigación. Se articula ampliamente cierta carencia de un pensamiento complejo y sin poder plantear, proporcionalmente, un proyecto integral, pensamiento corriente y común, panfletario y sin empatía o compromiso afectivo y menos personal. Estamos más y más cosificando el mundo, como Enrique Leff, Víctor M. Toledo o Gallegos Nava describen como tendencia de desacralizar el mundo.
El cuerpo individual, material-social, y espiritual, queda al margen, hasta ausente, de una realidad viable y de respeto o amor, abrazando con delicadeza el asunto del trato mutuo; y, en cambio, estamos humillando y maltratando a los seres humanos, a las demás especies y al entorno ambiental y social. Es un modo de herir y hasta de destruir los organismos vivos, ignorándolos en su consistencia e interdependencia, sin interrogar la totalidad hasta su última célula. Así, nos encontramos perdidos, en el cuerpo individual, social, ambiental, en el marco cósmico como sustento de existencia en un sentido del ser humano y del entorno sociocultural.
Quiero reiterarle mi pésame sincero y mi limitada opinión en su propuesta de visión y estrategia a Felipe Calderón, de quien, si analizamos profundamente su función política, representa más un caballo de Troya para los poderosos del ambicioso depredador del Norte, sus clases y gerentes dominantes con el estilo neocolonial, fatal para muchos pueblos del planeta.
Si hay un motivo histórico e internacional, en particular como alemán, yo escribo como heredero de una historia inédita, el Holocausto. Como se sabe, la sombra y la decadencia absurda de una Nación era un fenómeno histórico del horror, ya por su pensamiento y la ideología racista y fascista, como se denuncia sin antecedentes, (pero estudiando bien este asunto, no corresponde a la realidad tan “única”, sino se manifestó ya en distintas épocas y regiones del planeta), pero de verdad, era singular, con sus rostros perversos y la extinción de grupos étnicos y minoritarios, a través de formas represivas, discriminatorias y brutales; y por sistemáticas aniquilaciones.
Como intelectuales, artistas, escritores, poetas, gente sensible, social y pensante, analizamos y nos acercamos con gran hincapié al fenómeno asombroso con una sonda crítica y con profundidad y fuerza para entender y para intentar transformar esta sociedad fascistoide autoritaria y manipulada por demagogos fanáticos y racistas. Es más un acto emocional y artístico, entre otros con la Trümmerliteratur (literatura de los escombros), para trabajar con los traumas de la guerra de un régimen represivo y perverso.
A mi memoria regresan estas reflexiones y me despiertan frente a la actualidad de una vivencia análoga en el México de hoy, confluido por las imágenes y estrategias de transformación, en un amplio y profundo análisis, en conjunto con la Escuela de Frankfurt: exposiciones, descripciones, acciones, meditaciones y esfuerzos intelectuales, mentales o espirituales, que nos involucran a través del arte, o como pedagogos, pintores, cineastas, personas sensibles y comprometidas con la realidad de una cultura y una sociedad más tolerante, solidaria, armónica, multicultural, de aceptación de la otredad (Henrique Leff), de justicia social y respeto a todos los segmentos sociales en su gama amplia de mitos, religiones, realizaciones, hábitos, etcétera.
Estudios comparativos indican que en el contemporáneo México, vivimos cierto paralelismo con el tiempo del fascismo Nazi, o tipo Pinochet, o en Argentina en tiempo de la dictadura, y de otros regímenes represivos.
Mi impresión es que el miedo y el oportunismo no dejan analizar ni contrarrestar la realidad de una guerra sucia y las abiertas o secretas formas de racismo, de represión y extinción de personas “no- conformes” – hasta en masa.
Las estadísticas oficiales no reflejan el drama social vivido, son manipuladas, no analizan ni transmiten la verdad de una realidad, su rostro de crueldad, que no es reconocido en su marco patológico.
Además, el miedo y el oportunismo dirigen las mentes y su conducta. Es impresionante cómo los parientes, amores cercanos de las víctimas, se enteran de sus seres queridos, admirados, amados. Personas perdidas se entierran silenciosamente, los dolores, el luto junto con el deseo o la visión hacia otro futuro, el diseño hacia otros horizontes, la viabilidad de la libertad soñada y la dignidad del ser. Se pierde silenciosamente el instinto de vivir con moral y seguridad, con respeto e integridad.
Ya desde la llegada de los “civilizados” y “cristianos” misioneros, con una soldadesca de criminales, liberados de las cárceles de España o Portugal, colonizadores europeos aventureros e invasores, constan hasta 140 millones de muertos en un genocidio gigantesco. Un hecho que pocos investigadores, historiadores e intelectuales menciona.
Es una estadística de víctimas alarmante, principalmente referente a los pueblos originarios aplastados del continente Americano, marginados, en condiciones infrahumanas, con persecuciones, hambrunas y muerte. Y eso se manifiesta aún, en la actualidad, en los grupos étnicos sobrevivientes. La vergüenza grita encima de todo, que se trata de los anteriores y actuales dueños, de las personas, de los pueblos autóctonos de esta tierra.
Yo pienso que es válido y es tiempo de repensar el reunir a los reprimidos, a las víctimas, personas y grupos en una acción concentrada junto con los movimientos de “los de abajo”, explotados -material e idealmente no respetados-, recorriendo y meditando sobre sus culturas y raíces en el abanico del multiculturalismo complementario e indispensable, en el horizonte de la biodiversidad y diversidad cultural o, en el particular desarrollo hacia una teoría del Metabolismo Cultural (Véase: Tesis doctoral de Reinhard Senkowski, 2010), para superar el antagonismo cultural y racial.
Es un desafío, en el sentido de realidades y de impactos socio-ambientales, tanto en el marco del hecho cotidiano como en la trayectoria histórica. Vale reevaluar e intentar el injerto de las visiones tradicionales a la cultura dominante como un conjunto, analizando esas grandes visiones a la luz de una revisión filosófica, hermenéutica, quizás con herramientas de una terapia cultural que significa meditar en los valiosos elementos que sirven hasta hoy en sus horizontes míticos, con la percepción y apropiación de la naturaleza (Víctor Toledo/Martí Boada), como matriz de nuestra asimilación y reestructuración de la realidad actual: contradictoria y depredadora.
Urge un rescate de sabiduría de los pueblos originarios, inspirado y guiado por un horizonte con la meditación, reflexión y devoción cósmica con la acción integral, orientado a su totalidad (holística) en la cual la Tierra, con sus elementos, energías y virtudes en el juego dialéctico del Cosmos-Caos represente la máxima autoridad de nuestras visiones y sus derivaciones teóricas y prácticas, en lo individual y en lo político. Es algo para reflejar y aplicar en los análisis y diseños hacia otro futuro como aportación, quizás alternativa constructiva y de luz que, merece más atención y dedicación existencial.
Pienso que deberíamos enfrentar el desafío de una revisión de la existencia humana, en particular en el contexto Nacional de México. Urge buscar, amplia y profundamente, otro sentido de vivir en este planeta, tanto a nivel biorregional como global.
Vale reforzar una revisión filosófica, psicológica, individual y colectiva. Así, urge una revisión sociocultural, desde varias disciplinas y paradigmas.
En este contexto resulta importante asumir un trabajo de comparación de la cultura dominante occidental con el horizonte oriental, tradicional de esta tierra y repensar lo que celebramos como progreso ilimitado. Compaginar la religión del mito moderno, de la mercancía, con la tendencia del crecimiento y expansión hacia un vacío perverso y eso, entre otros, con el enfoque de Erich Fromm del Tener o Ser. Lo que nos alerta es la depredación de los recursos naturales, implicando los recursos humanos, que conlleva la explotación, depresión y extinción de valores indispensables, llenos de configuraciones virtuales y materias muertas, imaginarias y materiales sin alma. El abismo entre el antagonismo de lo Ideal y lo Real del tinte occidental (platónico), nos deja ciegos y adictos a una identificación y acción problemática y hasta mortal.
Finalmente, quizás tenemos que reconocer que seguimos la atracción e impulso de fenómenos fantasmagóricos, conllevados a pantallas alucinantes y atrapadas por montes de basura mental, de un inmensurable Ego, que nos inflama y entristece por cierta prepotencia y por una megalomanía patológica. El esquema predominante se basa en una superioridad artificial, ficticia, pesada hasta depredadora. Analizando bien llegamos a la conclusión de que, esencialmente, el camino vigente, materialista, ególatra, se realiza y se manifiesta a través de una gran confusión, alucinación, carencia y dependencia de emociones destructivas (Daniel Goleman), y se fomenta por la contaminación mediática, mental, de alienación.
Se trata de un proceso de escape, de fuga del sujeto histórico de sí mismo en su destino y de ignorar violentamente los limites de los recursos naturales, con sus consistencia, interdependencia delicada y las delimitaciones y virtudes que provoca la alienación, discriminación y cosificación de todo, lo que es adversario del YO y de mis propias preferencias, y que fomenta la separación del Ideal y lo Real, del ser individual y como contraste fatal del ser comunitario (inclusivo del entorno socio-ambiental, de cierta distancia más y más de sí mismo).
El sujeto como encarnación y complejo socio-ambiental y cultural, intelectual, espiritual, técnico, económico y en sus demás ramificaciones y dimensiones, se separa y desagrega, de este modo, en una inconsciencia colectiva (a la C.G. Jung) entre las elementales bases, con los nutrientes substanciales físicos y psíquicos, lo que implica que somos ajenos a nuestra Tierra, a su grandiosidad y al silencio que nos llama a la humildad y satisfacción por estar inmersos en una totalidad (Holón), ajenos al sentido de existir sin la fuente y en una acción aparente, de ilusión o distorsión, de fantasías y actitudes subjetivas.
El Cosmos es la más fuerte, compleja e inteligente realidad y representa la máxima autoridad para darnos orientación y sustento en todos los niveles, indispensable y sustentable por sus elementos y mutuos juegos del metabolismo (hasta culturalmente, que incluiría el cataclismo), de los elementos, con la energía, alineación del Ser y guía de su motivación intrínseca inmensa.
En lo cotidiano de los patrones vigentes, principalmente predominantes en el ámbito de la clase media, encontramos esta celebración del mito del Súper-Ego, virtudes problemáticas. En general somos autores y víctimas de un mito ambicioso, de dar preferencia al Tener en vez de al Ser (E. Fromm), lleno de las distorsiones, fantasías, alucinaciones de un crecimiento ilimitado, fatal y surrealista.
Así, seguimos retos en un supuesto sentido de un desarrollo, de una fenomenología artificial, abstracta, ajena, de extrapolación neurótica (K. Horney). Las contradicciones se manifiestan en las dimensiones del horizonte científico, tecnológico, económico, político y de un poder del hombre encima, en vez de adentro de la tierra, una construcción virtual de una esencia virtual, en vez de orientarnos a las leyes reales, terrenales, cósmicas.
Y lo que urge es la desmitificación de la proyección de un crecimiento mítico del infinito, de una mega-imagen del poder del hombre. Es necesario remistificar y diseñar otro horizonte, más justo, digno y sustentable. Se requiere plantear un rumbo viable, mas de armonía para los seres vivos en su diversidad y complementariedad, injertado en el marco de la Madre Tierra y con respecto a las leyes físicas y realmente humanas. Finamente no podemos olvidar que somos células de un organismo vivo en conexión y unión con la totalidad cósmica.
Quizá vale la pena aprender de otros pueblos, de sus padecimientos y formas de transformar la realidad, ver qué es lo que les causó y causa daño y dolor (ver la historia de Alemania en el siglo pasado) aprender también del colapso humano y buscar la recuperación de una consciencia de más tolerancia y convivencia de grupos étnicos heterogéneos. Orientarse a las ciencias, antiguas y modernas, aprender tecnologías, avances del bien estar real, a partir de la memoria y las raíces étnicas, de su trayectoria, como por ejemplo en el caso de Bolivia, etcétera.
Vale la pena analizar las causas de las confusiones y violencias en su profundo origen y en la fenomenología, desastrosa para la sociedad mexicana. Así, propongo buscar y desarrollar enfoques de reflexión y propuestas constructivas. No valen puramente acusaciones, expresiones del rencor. Urgen estudios interdisciplinarios y comprometidos, buscar visiones y caminos por tema, por teoría y experiencia, acerca de cómo enfrentarse a una realidad, en severa desarticulación en casi todos niveles y dimensiones, en partes ya surrealista.
De todos modos podemos reconocer que se trata de fenómenos multicausales y multifacetales que nos desafían a estudiar el problema en su profundidad y complejidad, tanto histórica como en lo cotidiano, para dar luces socioculturales, psicológicas, políticas, sociológicas y en más sentidos al estilo de la Escuela de Frankfurt, así con Marcuse, Adorno, Horkheimer, Habermas, Reich, Jung, Fromm, Illich, Arendt, Mitscherlich, Bloch y otros más en esta línea. Hoy podían darnos luces entre otros: Raimundo Panikkar, Edgar Morin, Krishnamurti, Ken Wilber, Edward Clark, Virginia Damián Juárex, Mark Lee, Thomas B. Roberts, Philip Snow Gang, Fritjof Capra, Ramón Gallegos Nava, Víctor M. Toledo, Enrique Leff, Jorge Escobar Torres, Diesbach, Nicole, 2005, Eduardo Galeano, Daniel Goleman y otros en la búsqueda de nuevos paradigmas científicos y de vivencia en armonía y en respeto a la interrelación Naturaleza-Hombre en un balance más equilibrado y sustentable al futuro en el marco de la co-evolución.
Para encaminar núcleos de estudios, enfrentar a la realidad impactante y experimentar alternativas propongo la gestación de grupos interdisciplinarios, multiculturales, de varios segmentos, integrados por corrientes socioculturales de la sociedad para contrarrestar los fenómenos violentos de la sociedad mexicana. Reunirse, diagnosticar, promover y experimentar otras formas de relaciones humanas, eco-sociales.
Eso incluye la manera y el proceso de apropiación de los recursos naturales y humanos. Estamos y tenemos que redefinirnos y reorientarnos en la búsqueda de otros horizontes y caminos: más armoniosos, de mayor equidad, de condiciones dignas, libertadoras, con madurez, responsabilidad, cautela y un profundo respeto a los seres humanos y en comunión con el entorno ambiental.
Dr. Reinhard Senkowski.
Pedagogía/ Etno-Ecología
Calle Mártires 9 / Aguilar, Tepoztlán
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Cel. (045)777 25 20 641, senkorei@yahoo.com
Memorias del Subsuelo
Mario Gilberto Salazar Parra
*Variaciones sobre el mismo tema.
* José Narro en el Congreso.
*Memorias del Subsuelo.
Nunca he visto un horizonte más amplio que el tuyo. Lo descomunal, en ti es lo cotidiano y mágico. Dos montañas blancas son parte de lo hermoso de tu escenario.
Con mis ojos infantiles te descubrí por primera vez. Fue demoledora tu imagen y balsámica a la vez.
Ya de joven me metí a tu vientre oceánico: Caminé por las calles de Argentina, Brasil, Donceles, Cinco de Mayo, Carranza, Regina, El Salvador, Cuba, la Avenida I6 de Septiembre, Justo Sierra, La Avenida Reforma, Insurgentes, Chapultepec, Perú, Fray Servando Teresa de Mier, Isabel la Católica, El Eje Lázaro Cárdenas, Palma, La Avenida Juárez, Correo Mayor, Tepito, La Lagunilla, La Bondojito, Madero, Pino Suárez y Tacuba.
Supe del tufo de tus fábricas al norte de la ciudad. Días de niebla y frío, mañanas de lluvia, cielos grises y opacos.
Me formé –en más de una ocasión- en el Monte de Piedad… fui testigo de las miradas suplicantes y de ansiedad de los pignorantes que llevaban sus alhajas, relojes, consolas, salas y enseres domésticos para tener que comer. Platiqué con los “coyotes” que me querían comprar la boleta de empeño; supe de su avaricia salpicada en sus ojos y en su boca adornada por sus anillos de esclavas de oro y dientes de porcelana.
No me rendí, aguardé impaciente hasta llegar a cualquier ventanilla y soportar la avaricia del valuador mercenario.
¡Oh ciudad! con olor de aguardiente y fiesta, con Palacios en cada esquina. Todo en ti huelen los siglos de las piedras, se escuchan las turbinas de los aviones y el canto de los borrachos en las cantinas que quiebran el cielo como a un cristal y convoca al sol para espantar tu tristeza.
Conocí tus tranvías amarillos y con la panza verde, sus chirridos de fierro viejo, su trac, trac, trac como trino de pájaros agonizantes ¡ah los tranvías! el viaje de la ilusión colectiva.
Me metí a tus callejones obscuros. Me asomé a tus barandales y pasillos interminables en Tepito y La Lagunilla.
Escudriñé en tus viejas casonas en busca de los libros viejos: Miguel de Cervantes, Fedor Dostoyevski, José Vasconcelos, Pablo Neruda, Miguel Hernández, Juan Carlos Onetti, Antonio Machado, Miguel Ángel Asturias, Rómulo Gallegos, El Dante, Virgilio, Anatole France, Jorge Enrique Isaac, José Rubén Romero, García Márquez, Víctor Hugo, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Octavio Paz entre otros: Libros usados, pero no mancos ni callados, el olor a tinta vieja y pastas añejadas que me invitaban a escudriñarlos hasta sus últimas intimidades y escondidos secretos.
Camine… ¡caminé mucho! sin descanso por todos tus entornos y rincones, bebí en tus cantinas y probé los besos frescos de las mujeres y olí sus perfumes baratos, exquisitos y delicados. Supe de tus hoteles de paso. De tus pulquerías y bares sofisticados. Bailé en tus pistas nocturnas en la Plaza Garibaldi, en casas de citas, en fiestas de pompa y circunstancia.
Un día, ¡tormentosa ciudad! me diste miedo; sacaste tus tanques de guerra, las bayonetas, los rifles y las metralletas. Vi con miedo, coraje e impotencia cómo tiraban los cuerpos a los camiones de basura y a las ambulancias. Escuché voces desde los balcones gritando “asesinos”, “asesinos”, “asesinos” a los uniformados que nos correteaban por el Centro histórico: “Maligna Ciudad”.
Eres apacible y sublime. Ver la lluvia desde tus ventanales es otra historia: Pareces una lenta y hermosa agonía. Eres el fruto más agridulce de la melancolía con un ritmo a la que nos estás acostumbrada vieja- moderna Ciudad de México.
De pronto pareces una niña recién nacida y floreciente. Tus olores son virginales… Te meces entre el recuerdo y el futuro hasta conmover a tus hijos de todas las edades y de todos los tiempos.
Niña eterna-vieja. Tus parques son brazos que nos invitan a dormir en la brevedad de los siglos ante tus monumentos impasibles. Eres la novia compartida de los noctámbulos, de los borrachos y de los duermevela que juegan la rayuela de Cortázar, Borges, José Rubén Romero, Frida Kahlo y Diego Rivera.
José Narro en el Congreso
Hoy estará el Rector de la UNAM en el Congreso. Develará una placa alusiva a los primeros cien años de dicha institución educativa. Vale la pena acudir para escuchar el mensaje del doctor quien – sin duda- enarbola la voz moral no sólo de la universidad, más bien, de un pueblo que se niega a sucumbir ante la embestida de los maleantes.
Su voz causa reflexión y motiva la levadura fresca que tanto se necesita en estos momentos para formar un frente común provocando una nueva mística: La unidad nacional. Dicha unidad nacional desborda a los partidos políticos y todas las formas del poder, desborda los intereses particulares y el agio de quienes tienen el sartén por el mango; va más allá de las ideologías y la óptica de los mercenarios y medios de comunicación que aspiran a tener secuestrado a un pueblo que en más de una ocasión, ha dado muestra de responder ante los desafíos extranjeros y los nacionales.
Memorias del Subsuelo
Hay que ir al Congreso para escuchar la voz del Rector José Narro.
UNAM 100 años
Gina Ancona Amarillas
Es totalmente sorprendente e inaceptable, que el primer centenario de la UNAM, la “Máxima Casa de Estudios” no sólo en nuestro país, sino en América Latina, y una de las mejores universidades en el mundo, haya pasado totalmente desapercibido entre los fastuosos festejos del centenario de la Revolución Mexicana y del bicentenario de la Independencia. Es por eso que a un año de su fecha conmemorativa, nos damos la grata oportunidad de presentarles una pequeña reseña histórica de lo que ha representado la creación de esta institución, y del impacto que ha tenido no sólo en el ámbito educativo, sino en el cultural, el social, en la política y por supuesto en la economía de nuestro país.
La Universidad Nacional Autónoma de México es heredera de la Real y Pontificia Universidad de México, fundada en 1551 por Cédula Real, organizada a la manera de la Universidad de Salamanca, formada por cuatro facultades “mayores” -Teología, Cánones, Leyes y Medicina-, una “menor” -Artes- y varias cátedras. Esta institución fue la primera en ofrecer cátedras en el continente americano. En ella se formaron los propios doctores que conformarían el claustro universitario, así como los profesionales del periodo virreinal -clérigos, abogados, administradores y médicos-. Durante el primer siglo de vida independiente de México, la Universidad es clausurada y reabierta en diversas ocasiones, y se fundan nuevos colegios en sus diferentes tipos y modalidades.
Fue el 22 de septiembre de 1910, como parte de los festejos del centenario de la Independencia de México, que se creó la Universidad Nacional de México, la cual correspondió a la imagen de progreso y civilización que se quería forjar del país. El proyecto de creación de la Universidad, aunque sin un resultado inmediato, fue propuesto por Justo Sierra, siendo diputado, en 1881. El propósito de Sierra se materializó en 1910 con el acto inaugural de la Universidad Nacional de México, en el anfiteatro de la Escuela Nacional Preparatoria. Esta fecha en particular suponía una posibilidad gigantesca: la de consolidar, desde el Ministerio de Instrucción, la puesta en marcha de una “nueva” Universidad, con un objetivo claro y expresado por el mismo Sierra: “mexicanizar” el conocimiento. En esta época, siendo secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, durante el último periodo presidencial del General Porfirio Díaz, Sierra expresó en su discurso que el objetivo educador y científico que la Universidad Nacional debía concentrar, sistematizar y difundir entre el pueblo mexicano, era el de preparar para el porvenir. Asimismo, enfatiza en la transformación y evolución de una sociedad a partir de la revaloración de su pasado, y de la creación de hábitos físicos, éticos y estéticos, que orienten a la juventud a la lucha por el porvenir y la unificación de la patria. El discurso de Sierra insiste en que los derechos y la libertad de un pueblo nacen del progreso de su sistema de educación nacional.
Es a partir de 1954, que los pasajes históricos universitarios se vivirán desde Ciudad Universitaria; los años de crecimiento, como los momentos de cimbra se generaran al resguardo de sus muros. Vendrán entonces los años de estabilidad universitaria en la década de 1950 y 1960, la convulsión de 1968, el rectorado de Pablo González Casanova, la creación del Sindicato de Trabajadores de la UNAM, los proyectos de Soberón, la crisis de los años ochenta y la huelga de 1986, como la de 1999, manifiesto todo ello de una historia viva y en constante transformación.
En la actualidad la Universidad ha recuperado mucho del prestigio perdido en el fatídico fin de siglo; signo posible gracias a la historia que respalda a esta institución, y por el apego a valores que le dieron origen, los mismos que una y otra vez han sido esgrimidos por las autoridades que han encabezado a la institución universitaria. El papel educativo, la autonomía, la libertad de cátedra, el carácter laico de la enseñanza y la participación estudiantil, son valores que desde sus orígenes la Universidad ha mantenido, y que han sido sustanciales en los momentos más complejos de su historia. A la fecha, la mayoría de los rectores se han ajustado a estos postulados, los cuales le fueron dados, como cimientos por Justo Sierra Méndez, desde ese lejano 1910.
Otra rosa
Recientemente, Ediciones Sin Nombre ha publicado un nuevo brote en el rosal de la literatura mexicana. Lleva por título, Una rosa, de Adriana Díaz Enciso, autora también de los libros de poemas Sombra abierta (1987), Pronunciación del deseo (de cara al mar) (1992), Hacia la luz (1997) y Estaciones (2004), y de un par de novelas: La sed (2001) y Puente del cielo (2003); y Cuentos de fantasmas y otras mentiras (2005). Además ha escrito algunas de las canciones del grupo de rock Santa Sabina. Esta obra es el último eslabón en una larga tradición sobre la que Francisco Hernández en su antología La rosa escrita (1996) editada por Aldus, ofrece un panorama de los autores que se han avocado a esta flor emblemática; desde las métricas decimonónicas, pasando por los poetas modernos, hasta finalmente englobar en la sección titulada “Fragmentación de la rosa”, a poetas experimentales que han renovado el decir sobre la rosa.
El libro en cuestión fue escrito en un año y supone la continuación de un diálogo con L’amour fou de André Breton, iniciado hace veinte años en la adolescencia de la autora, quien recupera la lección del poeta francés al entregarnos en una suerte de ensayo poético-narrativo, una exploración de su propio romanticismo, a sabiendas de que la rosa es un pretexto, un símbolo, un lugar común. Al igual que hay un proceso en el amor cortés, lo hay en la escritura de este libro, sus capítulos son graduales como el cortejo y su consumación. Así como la rosa es una creación botánica y cultivada por el hombre, Díaz Enciso recrea la suya propia, cuyo color se debe, según las variantes del mito, a la sangre de Adonis o Venus, en todo caso, es la representación de la regeneración, a través de la belleza. Esta propuesta canta en prosa a la flor, abriendo una nueva veta en la tradición que comúnmente le ha dedicado versos. Sin embargo, no aparece aquí la rosa literaria, lo cual es una variante interesante, pues al no aludir a las referencias librescas, esta prosa poética explora otros registros, como se verá a continuación.
La primera parte “Invocación”, es el recuerdo a través de un sueño influenciado por la fiebre, que en la segunda “Rasgadura”, es el desliz hacia el pasado, un recuerdo de la autora: “Veo un recuerdo: recuerdo de mí, asomada al mar desde // San Juan de Ulúa”. Esta rasgadura es el desamor, y la cicatriz que deja es evidente cuando advierte que “el cuerpo divino me habita”.
La tercera parte “En busca de la rosa”, alude directamente al diálogo con el libro de Bretón, y en líneas como “La otra voz calla de nuevo. Rosa cerrada, corazón que // duerme entre cenizas”, comprobamos que el lenguaje también se oscurece, como si este libro de amor fuera un claroscuro tenebrista, y se consigue en esta descarnada descripción del amor fallido, un desprendimiento donde la poeta cobra conciencia, donde se descubre como una mirada: “Soy aire, soy poderosa transparencia, // Mirada amorosa, un ojo fijo // y me observo”. Tras esta revelación, que significa un despertar, la parte intitulada “Ensayo de vigilia” muestra con simpleza la reflexión en torno al amor fuera de su idealización, en donde su naturaleza se expone como “criatura voraz que no existía”. En este sentido, la poeta padece el enamoramiento, pues significa una manera diferente de experimentar la emoción.
En “La lluvia”, otra parte del libro, la metáfora del amor marchito se desvanece, para que ocurra la transfiguración: “Yo soy la flor, rodeada de luces del deseo”, que hacia el siguiente capítulo, “La flor de fuego”, se convierte en la llama viva de amor de los místicos, como cuando dice: “No reconozco más amor absoluto que la luz de mi propio corazón”, reminiscencia de la iluminación interna que tiene lugar al sublimar el deseo amoroso.
En “La prueba” asistimos al tránsito “de la desolación a la esperanza”, ante la aceptación del amor fallido y el descubrimiento de la enseñanza en la experiencia. Ocurre un renacimiento, aludido en el título de la parte siguiente “Florece”, que es un paseo por la ciudad de Londres imaginada, es un escenario: “Una rosa gigantesca que se abre. Tú y yo caminamos dentro, perdidos en el laberinto de sus pétalos”, alegoría que representa el temor “De deshojar la rosa y no encontrar nada en su centro.” De este aparente vacío vamos hacia la frondosidad del amor. “Como un bosque”, parte medular del libro donde el amor se cumple en la contemplación reiterativa de la cúpula de la iglesia de St. Paul; para así llegar al capítulo final “Y la rosa”, donde la protagonista halla su morada y experimenta “el hermético universo de amor” que la contiene junto con su pareja.
Consciente de la tradición que precede al tema de la rosa, en donde el recurso de asociarlo con el tema del amor ha tenido infinidad de variantes, la autora se propone retomar nuevos asuntos que han quedado relegados, más allá de la idea que considera a la flor como la promesa de un amor espiritualizado por la vía divina. La profusión del libro se corresponde con el fondo, los contenidos poéticos se vierten a través de una prosa muy nutrida, logrando un extenso ensayo en el que se exploraran las diversas formas expresivas, así como las variaciones cromáticas de la rosa, como un símbolo que ha sido visto por sus diversas aristas, de acuerdo a la época en que ha aparecido.
En el ámbito contemporáneo, este libro es la confirmación de la dificultad con la que ha de lidiar el escritor para proponer nuevos enfoques a temas trabajados en extenso y en este caso, hasta en exceso. La novedad en este sentido es el aprovechamiento de la disposición de la página para crear, a veces, sólidos párrafos de prosa, cuando no, versículos fragmentarios o incluso una suerte de aforismos que establecen una secuencia de ideas, así como líneas esenciales que redondean la idea fundamental del libro: el amor anhelado que se concreta en la memoria y en el acto de escribir.
Recomendaría esta lectura a quienes deseen indagar en los misterios de una flor que se vislumbra hecha de palabras, volviendo a los orígenes de las emociones más profundas, en particular, Una rosa es como dice Adriana Díaz Enciso en una línea de la primera parte del libro: “Una locura en la que indago, yo misma peregrina de mí”, y que nos remite a las exploraciones interiores trasvasadas en obras literarias mediante la experiencia poética, lección probablemente asimilada de Bernardo Ortiz de Montellano, o de Gertrude Stein, quien escribió el aforismo "Rosa es una rosa es una rosa es una rosa", verso que se interpreta como el principio de identidad, donde las cosas son lo que son por el simple hecho de nombrarlas. Así, el amor es una rosa, y a veces, una rosa es un libro y éste, la metáfora del florecimiento de la voz de su autora.
Rafael Ríos
Una Rosa
Adriana Díaz Enciso
Ediciones sin nombre
Col. Cuadernos de la salamandra
2010
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